El aprendizaje de valores y comportamientos basados en el respeto y la cultura de paz en población infantil y adolescente se desarrolla desde la socialización, prácticas de crianza y el modelaje que impregnan las figuras de autoridad.
Cuando la niñez y adolescencia tienen vivencias sea como víctimas o como testigos continuas y cotidianas de violencia, violaciones sexuales, violaciones de derechos, discriminación y desigualdad tienden a reproducir estas conductas en sus pares y en su proceso evolutivo hacia las personas que forman parte de su entorno social.
Desde el sistema educativo se desarrollan y se han desarrollado campañas y programas a favor de una cultura de paz que entra en total contradicción con lo que están viviendo niños, niñas y adolescencia en su entorno familiar y social.
Estudios cualitativos realizados recientemente en distintas localidades del país que incluyen la interacción con población infantil y adolescente tanto de estratos medios como de estratos pobres muestran las situaciones que está observando y viviendo esta población de violencia y violaciones continuas que afectan sus aspiraciones sociales.
Esta población infantil y adolescente observa cotidianamente como agentes de migración destruyen viviendas, persiguen, maltratan y ejercen violencia hacia mujeres, hombres, adolescentes y población infantil de origen haitiano.
Los relatos de escenas dramáticas que suceden en barrios y comunidades rurales por esta población muestran una cotidianidad de violencia y atropello continuo hacia familias que son sus vecinas con quienes comparten.
“Al lado de mi casa vivían unos amiguitos que estábamos juntos en la escuela. Salíamos juntos a la escuela y su mamá era muy amiga de mi mamá. Ella nos cuidaba cuando mi mamá tenía que salir o mi mamá cuidaba a sus hijos. Yo lloré mucho. Nos despertamos con gritos de la vecina y de mis amiguitos llorando porque esos hombres con caras tapadas los sacaron de sus casas, le rompieron la puerta y se los llevaron en un camión donde tenían muchos haitianos gritando. Yo siempre me sueño con eso, a veces no puedo dormir llorando. Yo quiero cuando sea grande tener un arma para matar esos hombres, son malos, no quieren a los niños”.
Relatos como estos son frecuentes en niños, niñas y adolescentes que al ver como tratan a sus amigos, amigas y familias vecinas sienten mucho miedo y mucha ira. La ira y el miedo se conjugan en sus memorias donde quedan las imágenes cotidianas del abuso y la violencia plasmadas. Estas mismas imágenes que recrean nuestros padres, madres de lo que fue la época del terror en la dictadura trujillista cuando perseguían a las personas y las mataban, tanto a personas haitianas como dominicanas
Las acciones que está desarrollando la Dirección Nacional de Migración con las deportaciones tienen un fuerte impacto en las comunidades. El miedo, la impotencia y la ira son sentimientos que se expresan en los relatos de la población infantil y adolescente. Vivir en esa cotidianidad permeada de miedo, terror y rabia se convierte en el imaginario cotidiano y afecta notablemente la visión que tiene esta población de las figuras de autoridad.
Niños, niñas y adolescentes en las comunidades donde suceden estos hechos no se sienten protegidos por los organismos de seguridad porque ven en las personas que forman parte de estos organismos fantasmas. Fantasmas con caras tapadas que llegan sin dialogar en horas de la noche a destruir y maltratar a familias que tienen muchos años residiendo en estas comunidades o que se han instalado recientemente pero ya forman parte de su vida cotidiana.
Estas prácticas se convierten en un modelaje social de violencia con fuertes repercusiones en la vida social forjando en la niñez y adolescencia valores de irrespeto, discriminación y maltrato así como la promoción de la venganza y el ejercicio de poder.
La expectativa con respecto a la obtención de armas para defenderme de la policía o de “esos fantasmas con caras tapadas” es preocupante y alarmante y es el producto de una violencia estructural que está imponiendo el Estado Dominicano hacia familias vulnerables por su condición migratoria.
Es contradictorio promover cultura de paz en las comunidades desde los centros educativos mientras la población infantil y adolescente esté viviendo y observando un modelaje totalmente opuesto de quienes se suponen deben ser símbolos de protección y seguridad.