Se puede ser el país más rico del mundo y sin embargo que los ciudadanos de ese país se sientan infelices. Para los acostumbrados a pensar críticamente y a aquellos familiarizados con las estadísticas, esto no debería ser motivo de asombro.
Hay un dicho que dice que si un pollo se come entre cuatro comensales, estadísticamente, a cada uno le toca- en un reparto igualitario-, un 25 por ciento del mismo, aunque la realidad sea que uno se come el 50 y los otros tres se tienen que repartir el 50 por ciento restante. Eso ocurre con la riqueza y el patrimonio de un país o a nivel mundial.
Un grupo de académicos de EEUU se pusieron de acuerdo para hacer un estudio empírico sobre el verdadero estado de la nación. El mismo concluyó que la economía de ese país está teniendo un desempeño mejor que la de sus pares de Europa y Japón. Y es mucho más rica por persona, de lejos, que la de China e India.
El PNB de EE.UU. pasó de 10 trillones de dólares en 1990 a 24.7 trillones en 2023. Y el de China que era de unos 3 trillones en 1990 sobrepasó en 2023 los 30 trillones de dólares, desplazando del primer lugar a EE.UU, que pasa a ocupar el segundo lugar.
El citado informe ha encontrado que los EE.UU. va menos bien en casi todos los otros aspectos, comparado con los países de altos ingresos y China, incluyendo la salud, la felicidad y la confianza en su sociedad.
Veamos algunos datos. En esperanza de vida EE.UU. pasa de la posición 19 en 1990 a la 29 en 2023. En estar satisfechos con su vida en 2006 ocupaban el lugar 5 y en 2022 había descendido al 10.
En prevalencia de la depresión en 1990 estaba en el lugar 18 y en el 2021 había descendió a la posición 32. Y en cuanto a la desigualdad social se mantiene en el lugar 13 desde 1996 al 2021, es decir, que no ha logrado disminuir la brecha de desigualdad. Por todo ello un miembro del grupo de expertos, Bradley Birze, historiador, dice: ”Somos muy ricos, pero también infelices” (David Leonhardt, NYT,4/2/2025)
La presidenta del Instituto de Política Económica, Heidi Shierholz, señala que “somos el país más rico del mundo, pero de manera crónica estamos fracasando en ofrecer prosperidad y seguridad económica a una base amplia de ciudadanos”. (D. Leonhardt y Ashley Wu,NYT,4/2/2025).
El crecimiento económico de los EEUU ha sido notable, en 1990 el PNB per cápita era solo de un 28% más alto que el de la zona euro y sin embargo hoy es de más del 80%. Pero como se ha expuesto, en otros aspectos muy importantes para la cohesión social y la igualdad social, ha sido un fracaso.
Lo cual, desde mi punto de vista, tiene que ver con la aplicación desde la “Reaganomics” hasta el presente, de políticas desregulatorias, disminuciones impositivas para los más ricos y menos reparto de los beneficios entre los trabajadores. O sea, que la teoría del “trickle down” (del goteo hacia abajo) se ha demostrado que es una falacia.
Solo ha servido para aumentar los sueldos, las primas, de las cúpulas directivas empresariales y los beneficios de los accionistas, pero los trabajadores siguen con salarios estancados en relación con el crecimiento de los precios de bienes y servicios y de la productividad.
La política económica trumpista no va a cambiar esas falencias de los EE.UU., ya que no se trata de redistribuir la riqueza, aumentar los salarios, ni de tener impuestos progresivos, sino de aplicar recetas ultra neoliberales, partiendo de una concepción de “destruir” el Estado desde el Estado.
Me explico, esa “estado fobia” del trumpismo parte de una concepción archi simplista, ingenua, por no decir infantil, que radica en una visión “empresarial-narcisista”: la riqueza solo la producimos nosotros los capitalistas, los inversores, los especuladores. El Estado solo sirve para dos cosas, ser utilizado para abrir mercados, conquistar territorios, eliminar a la fuerza a competidores y, usarlo para legislar o dictar órdenes ejecutivas, para beneficiar al grupo arrimado al poder -en primer lugar-, y después a los demás grandes empresarios.
Esta “estado fobia” se detiene ante tres aparatos del estado imprescindibles para esos fines. El aparato policial securitario, que debe velar por el mantenimiento del orden público y la represión de los disidentes.
El aparato judicial, una vez que está en sus cúpulas controlado y que hará justicia, con un ojo tapado, para dar la impresión de ser ciego a los privilegios y, con el otro descubierto, para ver a quien se juzga y a quien se debe condenar o no.
Y el complejo militar, que debe asegurar la supremacía unilateral utilizando la fuerza. Como ya se ha expuesto desde el nuevo Departamento de Estado, quien debería ser el negociador, para evitar el uso de la espada y que es el primero que la esgrime –aunque sea solo verbal-, y solo después, desde el temor, negocia.
En el aparato militar, también quieren hacer una limpieza de militares y de los servicios de Inteligencia, para apartar a todos los expertos, militares con alta competencia y agentes cualificados, que complican el proceso de toma de decisiones con informes, análisis, objeciones, puntualizaciones y alternativas, que se convierten en obstáculos a la simpleza y la truculencia de decisiones tomadas desde el más absoluto desconocimiento de los intríngulis y las dificultades que se debe afrontar a corto y medio plazo.
La idea de imponer una versión globalizada de la doctrina Monroe, está planteada desde el primer día en la Casa Blanca. Ya no se trata de América para los americanos, o sea, toda América para U.S., sino que ahora la doctrina es: El mundo para U.S.
Estamos, sin duda, ante el surgimiento de un Nuevo Orden Internacional, que, todo hay que decirlo, tuvo su “introito” con la guerra de Israel en Gaza y la cobardía e impotencia de las democracias occidentales para poner a Israel en su sitio.
Gobernar nunca es fácil, ni siquiera para los más sabios, y para mí sabiduría política no implica erudición, ni solo tener conocimientos, sino ser prudente y sosegado en juicios y toma de decisiones. Al frente de la mayor potencia mundial que el mundo ha conocido, de la Nueva Roma del siglo XXI, parece que no está como emperador un Julio César, ni un Senado aconsejando con la sabiduría de un Cicerón.
Más bien, se nos viene a la cabeza la imagen de un Nerón, utilizando la palabra, los aranceles y la intemperancia, para echar petróleo y gas al fuego. Sin embargo, que no cunda el pánico, los caminos del señor son inescrutables. Quizás en la ruta de espinas recorrido muchos quizá hayamos perdido algo de caridad, a lo mejor la fe, pero nunca, nunca, perdamos la esperanza.