Caamaño Deñó es el único presidente de la nación que ha dirigido al país dos alocuciones fundamentales, en un mismo año y enfrentando la invasión del más poderoso ejército de ese tiempo, el de los Estados Unidos de Norteamérica. Caamaño presta juramento presidencial con una pieza discursiva y también renuncia con otra.

Su consagración como Héroe de la Patria inicia desde el momento mismo en que acepta la propuesta del coronel Rafael Fernández Domínguez, para que se adhiera al Movimiento Constitucionalista que propugnaba por la reposición del presidente Juan Bosch en el poder. Ambos militares progresistas, entendían que la actuación de una parte de sus compañeros de armas no fue la más adecuada al deponer mediante un golpe de estado, el gobierno legalmente constituido, presidido por el profesor Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963.

Ante la ausencia del escenario bélico y político del año 1965 de los sucesores presidenciales contemplados en la Constitución sancionada mediante una constituyente en 1963, sugiere el profesor Juan Bosch la juramentación del coronel Caamaño desde su exilio en Puerto Rico.

Luego de ciertas dudas y deliberaciones políticas entre los constitucionalistas, el coronel Caamaño acepta y presta juramento ante el Congreso Nacional, conformado por Senadores y Diputados convocados en el Cine Olimpia el 4 de mayo de 1965. Por sugerencias de sus asesores y asistentes, más la recomendación del profesor Juan Bosch, el presidente Caamaño ya había renunciado a su condición de coronel del Ejército Nacional para poder dar ese paso gigante hacia la vida política dominicana.

El nuevo gobernante se dirige al Altar de la Patria a prestar juramento frente a una inmensa multitud que le esperaba, para escuchar sus palabras de aliento patriótico ante la nueva situación militar y política a que se enfrentaba el movimiento constitucionalista.

El texto que el presidente Caamaño leyó y dramatizó ese día, lo componen siete (7) párrafos sencillos, pero emotivos, donde hace un ferviente llamado a la unidad del pueblo dominicano, sin importar la escala social a la que cada cual pertenecía.

En ese contexto, el presidente sintetiza su ferviente deseo de que en esa hora cumbre de la dominicanidad se fuera uno solo, cuando expresa.

"Es tan importante para la reconstrucción de un país la labor del más humilde de sus ciudadanos, como la del presidente de la República".

Ese discurso de tan sólo una página y siete párrafos, es el estreno formal del presidente de la república en armas, así corno de todo el extraordinario equipo de hombres y mujeres que le acompañó desde el edificio Copello, en la calle El Conde, a dirigir la cosa pública desde el 4 de mayo al 3 de septiembre de 1965.

Corno sucede con casi todos los gobernantes del mundo, en torno a Caamaño giraba una buena relación de intelectuales, curtidos en cuestiones políticas, históricas, sociales y económicas, que dejarán con su asesoría, una visión clara y objetiva del cambio trascendente que con el gobierno constitucional instalado el 27 de febrero de 1963, pudo haber contado el pueblo dominicano.

El gobernante, que en ese momento sabía el peso de su decisión política, en otra parte de su histórica intervención justificó la heroica acción que frente a la corrupción y los traidores de la patria había adoptado el pueblo dominicano, así como una parte significativa de los integrantes de los institutos castrenses, cuando en su alocución expone: "los gobiernos constitucionales son gobiernos de derecho, y en defensa de esos derechos, se ha levantado el pueblo dominicano".

Esa pieza oratoria que, como indico al principio de este escrito, estaba constituida por tan sólo siete párrafos  y en una hoja, marcó el inicio de una labor constante, pero de alto nivel intelectual y político, cuya responsabilidad asumieron los doctores Jottin Cury, Hugo Tolentino Dipp Euclides Gutiérrez Félix, así como el periodista Bonaparte Gautreaux Piñeyro entre otras connotadas figuras del gobierno en armas, contando con la permanente asesoría del depuesto presidente Juan Bosch, desde su exilio en Puerto Rico.

De ese primer discurso, del presidente Caamaño ante el pueblo dominicano, es sumamente importante destacar que el coronel de abril surge como el líder dominicano, el que nace ese día. Caamaño concluye su alocución de la forma siguiente: “La base del gobierno constitucional será la honestidad, para poder hacer las reformas sustanciales que tanto necesita nuestra empobrecida patria, para así poder llevar paz, libertad y justicia al seno de la gran familia dominicana. Que Dios nos guie dominicanos. Viva la República Dominicana”

Como se puede leer en el discurso, Caamaño hace un llamado ferviente a luchar por el desarrollo del país, por la honestidad de quienes dirigen la cosa pública y, sobre todo, libertad para elegir y ser elegidos ante las instituciones estatales, con total respeto a la Constitución y las leyes que consagran la vida en democracia en la República Dominicana.

Al consultar las fuentes documentales que sustentan la presente investigación, fue necesario revisar una relación de discursos pronunciados por el presidente Caamaño durante su período de cuatro (4) meses y tres (3) días en plena revolución patriótica. Los golpistas tenían también el gobierno de Reconstrucción Nacional, encabezado por el general Antonio Imbert Berreras, con asiento en las oficinas del Congreso Nacional en el Centro de los Héroes. Lamentablemente, el equipo de asistentes que acompañó al presidente Imbert Barreras en sus labores cotidianas, todavía no ha publicado documentos que certifiquen su labor al frente de la cosa pública desde ese litoral político-militar dentro de la contienda bélica de abril de 1965.

En cambio, figuras notables del gobierno constitucionalista encabezado por Francisco Caamaño Deñó, han dedicado esfuerzo moral e intelectual para recuperar, conservar y difundir la memoria histórica de esos cuatro (4) meses y tres (3) días de un gobierno bajo fuego de la mayor potencia militar del mundo, y de los militares nacionales, contrarios a respetar la vuelta a la constitucionalidad.

Durante el ejercicio gubernamental de Caamaño, éste expuso dramáticamente diez y siete (17) piezas oratorias. Los aspectos tratados en cada uno de estos, fueron los siguientes:

  1. Discurso de juramentación / 4 de mayo, 1965.
  2. Mensaje de aliento / 11 de mayo, 1965.
  3. Discurso del 15 de mayo, 1965.
  4. Discurso del 24 de abril, al mes de la revolución / 24 de mayo de 1965.
  5. Mensaje a las madres dominicanas / 20 de mayo, 1965.
  6. Mensaje a los soldados, clases y oficiales / 1 de junio, 1965.
  7. Discurso del 5 de junio de 1965.
  8. Discurso en el Teatro Leonor / 8 de junio de 1965.
  9. Discurso del 20 de junio de 1965.
  10. Discurso del 8 de julio de 1965.
  11. Discurso del 12 de julio de 1965 / Parque Independencia.
  12. Discurso sobre la unidad / Pronunciado a través de Radiotelevisión Dominicana.
  13. Discurso del 10 de agosto de 1965, a través de la Radio Constitucionalista, la que usa los equipos e instalaciones de Radio HIZ, que funcionaba en el edificio Copello..
  14. Mensaje en el 102 aniversario de la Restauración de la República / 16 de agosto de 1965.
  15. Discurso ante la tumba del combatiente desconocido / 16 de agosto de 1965 en la Fortaleza Ozama.
  16. Discurso del 27 de agosto de 1965 / Informe al Pueblo Dominicano, sobre el Proceso de Negociaciones.
  17. Discurso del 3 de septiembre, correspondiente a su renuncia presidencial ante el pueblo dominicano, acto llevado a cabo en la Fortaleza Ozama.

Como conoce una parte significativa de la sociedad dominicana, y dentro de ella, por aquellos interesados en los temas históricos, políticos y sociales, las intervenciones públicas del presidente Caamaño se hicieron en espacios abiertos y cerrados. Casi todos fueron difundidos a través de la Radio Constitucionalista, estación radial que expertos, aguerridos y arriesgados técnicos de la especialidad, se empeñaron en mantener funcionando durante toda la contienda bélica, a pesar del asedio a que la sometieron las tropas contrarias para que no difundiera sus emisiones regulares.

Todos los discursos reseñados en el libro "El Presidente Caamaño, Discursos y Documentos", primera edición 2006, obra que puso en circulación la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, cuyo compilador fue el reconocido comunicador social, historiador y escritor Edgar Valenzuela, fueron estratégicamente escritos, destacando momentos claves de la historia y tradición social dominicanas o arengando sentimental y bélicamente a un pueblo bajo el abuso de un imperio y traicionado por un bando militar y político, que no deseaba vida en democracia para sus conciudadanos.

Además del discurso de juramentación presidencial, gran parte del pueblo dominicano fue testigo de una extraordinaria obra discursiva, cuando reunidos en la Fortaleza Ozama el 3 de septiembre del 1965, el presidente Caamaño pronunció su despedida de la presidencia de la república. Esa inolvidable alocución patriótica, extraordinaria obra cuya introducción dice y cito: "Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo, vengo a devolver lo que le pertenece".

En ese monumental texto queda claramente establecido que Caamaño y el equipo de hombres y mujeres que le acompañó en su gestión gubernamental, sentían alto nivel de respeto por el pueblo dominicano, y la ardua jornada que para la historia del país, el continente y el mundo, estaban escribiendo.

Con la lectura de esos dos discursos (juramentación y entrega del poder), Caamaño se convierte en el primer y único presidente de la República Dominicana, y posiblemente del mundo, que ha presentado un documento de juramentación y otro de renuncia a sus deberes constitucionales. En esa ocasión el presidente que lo sustituía en la dirección del gobierno era el Doctor Héctor García Godoy, aunque de manera provisional. Aparentemente, por la condición de provisionalidad del gobierno que encabezara Godoy desde el 3 de septiembre de 1965, y ante la desintegración de las Cámaras Legislativas, no fue necesario que se dirigiera al país mediante un discurso para asumir sus funciones presidenciales.

Como amplios sectores de la vida política y social del país conocen, el presidente saliente de una nación por lo regular sólo escucha el discurso de su sucesor en el cargo. En el caso del presidente Caamaño, dada la realidad político-miliar que se vivía en ese momento, fue necesario que este se dirigiera al país el 3 de septiembre de 1965, para cerrar su ciclo histórico ante las masas populares y militares que le habían apoyado en todas sus acciones bélicas y gubernamentales.

Caamaño se dirigió al país al principio y al final de su gestión de gobierno en armas, y lo hizo frente al pueblo y frente a las Cámaras Legislativas, condición que legitima todos los actos de su gestión  gubernamental.

Las dos citas discursivas son extraordinarias, pero la última, la del 3 de septiembre de 1965 es esencial para entender la rebeldía del pueblo dominicano a las siguientes tres (3) gestiones de gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, cuyo ascenso al solio presidencial cuenta con el apoyo de la estructura militar y política de los Estados Unidos de Norteamérica, así como con la asesoría de expertos en campañas electorales y estrategias mercadológicas.

En su discurso de despedida el presidente Caamaño dijo:

"Porque me dio el pueblo el poder, al pueblo vengo a devolver lo que le pertenece. Ningún poder es legítimo si no es otorgado por el pueblo, cuya voluntad soberana es fuente de todo mandato público. El 3 de mayo de 1965, el Congreso Nacional me honró eligiéndome Presidente Constitucional de la República Dominicana. Solamente así podía aceptar tan alto cargo, porque siempre he creído que el derecho a gobernar no puede emanar de nadie más que no sea del pueblo mismo”.

“Bien legítimo era ese derecho, forjado por nuestras grandes mayorías nacionales en las elecciones más puras de toda nuestra historia, y depositado en mis manos en momentos en que el pueblo dominicano se batía, a sangre y fuego, para reconquistar sus instituciones democráticas. Estas instituciones, surgidas de la consulta electoral del 20 de diciembre de 1962, fueron devoradas por la infamia y la ambición de una minoría que siempre ha despreciado la voluntad popular”.

En el párrafo tres (3) de esa pieza clave de nuestra historia reciente, Caamaño identifica ante el pueblo los grupúsculos que han robado y vilipendiado la estabilidad económica, social y política del Pueblo Dominicano, cuando expresa:

"Los dominicanos se batían a sangre y fuego, porque esa minoría le arrebató sus libertades el 25 de septiembre de 1963. Esa minoría es la misma que siempre ha robado, encarcelado, deportado y asesinado a nuestro pueblo. Y esa minoría, representada por el Triunvirato que presidió Donald Reid, se llegó a creer que este país le pertenecía y que sus habitantes eran sus esclavos".

El hombre de armas, convertido en presidente ante el reclamo inminente y marcial de la patria, externa a un público fervoroso reunido en la Fortaleza Ozama ese 03 de septiembre de 1965, el instrumento político-estratégico que articuló el pueblo para lograr sus objetivos de emancipación. En su discurso el comandante de abril, dijo:

"La rebelión armada contra la ilegitimidad de su mando se convirtió entonces en una imperiosa necesidad social. Fruto de esa necesidad, y de la determinación de los dominicanos a ser libres, sin importarles la cuantía del precio, estalla el glorioso movimiento 24 de abril”.

“Ese Movimiento, inspirado en el más noble espíritu democrático, no era un cuartelazo más. Razón tenía el profesor Juan Bosch cuando dijo, desde su obligado exilio en Puerto Rico, que los dominicanos estábamos librando una revolución social. Así era porque los sectores democráticos del pueblo, tras mucho sufrimiento y mayores frustraciones, habían tomado profunda conciencia de su papel histórico y, hermanados con los militares que respetamos el juramento de defender la majestad de las leyes, se lanzaron a la calle en busca de su libertad perdida”.

“Heroicamente, con más fe que armas, y con enorme caudal de dignidad, el pueblo dominicano abría de par en par las puertas de la Historia para construir su futuro. Hondas, muy profundas eran las raíces de esa lucha. Desde la Independencia, desde la Restauración, caminaba el pueblo muriendo y venciendo tras su derecho a ser libre. El 24 de abril era un paso gigantesco hacia la construcción de ese derecho y hacia la democracia que lo consagra plenamente”.

El presidente Caamaño, henchido de emoción ante el calor de su pueblo, vivencias que han reseñado medios de comunicación, testigos presenciales, historiadores y comunicadores del momento, resalta la grandeza de la epopeya bélica protagonizada por el Pueblo Dominicano y nadie más, cuando confirma ante el continente y el mundo la dimensión de su efecto:

"Los enemigos del pueblo, aquellos que por encima de los intereses de la Patria colocan sus propios intereses en un vano empeño por mantenerse en el poder, hacían correr, como ríos, la sangre generosa. Pero sobre nuestros muertos, nos levantamos siempre con mayor fuerza. La Revolución avanzaba triunfante. América entera miraba con admiración hacia esta tierra, esperando ansiosa nuestro triunfo, porque en él veía una victoria de la democracia sobre las minorías opresoras que azotan, como plagas, todo el Continente Americano”.

“Desgraciadamente, el 28 de abril, cuatro días después de iniciada la Revolución, cuando la libertad renacía vencedora, cuando todo un pueblo se volcaba fervorosamente hacia el encuentro con la democracia, el Gobierno de los Estados Unidos de América, violando la soberanía de nuestro Estado Independiente, y burlando los principios fundamentales que sostienen la convivencia internacional, invadió y ocupó militarmente nuestro suelo".

Sin lugar a dudas esta última intervención discursiva del líder que se formó en abril del 1965, es la expresión colectiva, tanto de Caamaño como de su cuerpo de asesores y colaboradores, porque ella recoge y expone el sentimiento de la sociedad dominicana del momento. Esa sociedad, que podría sentirse derrotada, amargada, frustrada ante las condiciones en que se cierra ese capítulo histórico del país, recibe una carga emocional extraordinaria, pues ese momento, Caamaño y sus asesores lo transforman en un instrumento de lucha, superación y alivio psicológico, porque aun sometidos y atrincherados en un diminuto espacio metropolitano de la nación, lograron doblegar al grosero invasor y su corte de aduladores nacionales. La experiencia vivida por estos con la Organización de Estados Americanos (OEA) en las negociaciones, es una contundente voz de alerta a las demás naciones del continente. Por eso el presidente Caamaño en ese escenario histórico dijo:

"Para desgracia de la República Dominicana y para desgracia de América, la Organización de Estados Americanos, en vez de asumir la defensa de nuestra soberanía, en vez de sancionar severamente la intervención militar para hacer de este modo honor a los principios que dice sustentar, no sólo se colocó de espaldas a su propia Carta Constitutiva, sino que también empujó, aún más, el puñal que hoy se clava en el corazón de nuestra patria".

El héroe, el conductor de la revuelta armada, el estadista de una nación en armas, valora sus actos y la presencia en los hechos frente a los enemigos de la patria y el ejército invasor, demostrando el alto nivel de su humildad, cuando sin ningún rubor expone y cito:

"Si algún mérito me cabe por haber participado preeminentemente en esta revolución democrática, gracias al honroso mandato presidencial que me otorgara el Honorable Congreso Nacional, no es otro que el de haber comprendido esa dolorosa realidad de nuestro pueblo, y haber luchado ardientemente por tratar de transformarla en un porvenir cargado de esperanzas".

Aprovecha la parte final de esa extraordinaria obra discursiva para arengar una vez más al pueblo dominicano sobre la importancia de la gesta en el devenir histórico de la República, cuando le dice:

“Creo firmemente que el pueblo dominicano terminará por lograr su felicidad, y el 24 de Abril será siempre un símbolo estimulante hacia la consecución definitiva de ella. Es nuestra obligación, como defensores de la democracia, abonar la siembra generosa que comenzó en esa fecha inmortal. Pero abonarla con entusiasmo creciente, con todo el espíritu, sin vacilaciones, sin descanso. El mejor modo de hacerlo está en la unidad de todos nosotros, en la vigilancia de todos nosotros, dispuestos mañana, como lo hemos estado hoy, a correr todos los riesgos en defensa de la democracia dominicana y del honor nacional”.

“Ante el pueblo dominicano, ante sus dignos representantes que aquí encarnan el Honorable Congreso Nacional, renuncio como Presidente Constitucional de la República. Dios quiera y el pueblo pueda lograrlo, que esta sea la última vez en nuestra historia que un Gobierno legítimo tenga que abandonar el poder bajo la presión de fuerzas nacionales o extranjeras. Yo tengo fe en que así será”.

El héroe de abril entiende que ese momento histórico debe ser aprovechado para comprometer la conciencia patriótica que el pueblo adquirió en la contienda bélica, y lo invita a jurar por el honor de los lazos históricos del país y por la sangre derramada por los compañeros caídos en combate. En el solemne momento todos asumen lealtad a la patria cuando el presidente Francisco Alberto Caamaño Deñó propone cada juramento:

“Finalmente, invito al pueblo aquí reunido a hacer el siguiente juramento”:

“En nombre de los ideales de los Trinitarios y restauradores que forjaron la República Dominicana”.

“Inspirados en el sacrificio generoso de nuestros hermanos civiles y militares caídos en la lucha constitucionalista. Interpretando los sentimientos del pueblo dominicano. Juramos luchar por la retirada de las tropas extranjeras que se encuentran en el territorio de nuestro país”.

“Juramos luchar por la vigencia de las libertades democráticas y los derechos humanos y no permitir intento alguno para restablecer la tiranía”.

“Juramos luchar por la unión de todos los sectores patrióticos para hacer a nuestra Ilación plenamente libre, plenamente soberana, plenamente democrática”.

Creo que tal y como lo solicitó Caamaño en ese memorable e inolvidable momento, una parte significativa de los allí congregados, y otros en sus hogares y pueblos, han mantenido muy presente esa hora gris, pero valiosa en que un grupo de nobles soldados de la patria se alió a hombres y mujeres simples del pueblo para reclamar respeto al orden constitucional de la República Dominicana. La generación del siglo veinte (XX) que a mucha honra vivió o heredó una parte significativa de los hechos y vivencias de esa noble epopeya, ha tenido la loable dedicación de recuperar, conservar y difundir para conocimiento de la generación del siglo veintiuno (XXI), los más significativos momentos de la Gesta Patria más trascendente del siglo veinte (XX) dominicano: La Revolución Constitucionalista de Abril de 1965.