La humillación, el escarnio y el agravio pautaron las normas que regulaban las relaciones de Trujillo con los miembros de su burocracia y cuya finalidad básica era empequeñecerlos, mantenerlos en ascuas, hacerles sentir el peso del poder absolutista, aun cuando hubieran mostrado una fidelidad y sumisión extrema al régimen, como el general José Estrella, quien como miembro de la facción horacista había participado en las diversas revueltas de inicio del siglo y luego se prestó para guiar a los marines norteamericanos que desembarcaron en 1916 en Puerto Plata en su ruta hacia Santiago.

En el golpe de Estado contra el gobierno de Horacio Vásquez, el general Estrella tuvo una participación crucial y luego del mismo, junto a los militares Federico Fiallo y Joaquín Cocco, encabezó un grupo de matones para liquidar de forma inmediata toda oposición al mismo, así como a todas aquellas personas consideradas desafectas al régimen de fuerza. La otra banda de asesinos, La 42, la dirigió Miguel Ángel Paulino, quien tenía la crueldad como rasgo distintivo.

General José Estrella.

Hasta finales de 1940 el general Estrella actuó con plena impunidad y con la aquiescencia de Trujillo pudo perpetrar los actos más aborrecibles, como el asesinato de Virgilio Martínez Reyna y su esposa, tras lo cual, el 20 de junio de 1930, Trujillo lo gratificó al designarlo gobernador de la provincia de Santiago en sustitución de Rafael César Tolentino.

El general Estrella era un personaje de instintos primitivos, capaz de ejecutar las más crueles acciones que un ser humano puede imaginar pues actuaba guiado únicamente por sus instintos malignos. Entre sus lances homicidas más sobresalientes se encuentra haber degollado un grupo de trabajadores haitianos que laboraban en la yuquera de Quinigua durante el período de la matanza de haitianos de 1937, acción que cometió junto a su grupo de sicarios y otros que reclutó forzosamente. (1)

Sin embargo, la situación del general Estrella cambió repentinamente cuando Trujillo se enfermó y su médico personal, el Dr. Francisco Benzo Chalas, comentó entre sus amigos íntimos que padecía de ántrax maligno, que olía a “cadáver”, comentario que llegó a oídos de Trujillo, y recomendó al Dr. Darío Contreras no operarlo, pero este desestimó la sugerencia y le practicó una cirugía en el hospital Marión. En los mentideros políticos comenzó a circular de forma profusa el rumor de que el general Estrella lo sustituiría.

El 18 de octubre de 1940, tras retornar de los Estados Unidos, Trujillo dispuso la cancelación del general José Estrella de sus puestos de gobernador de Santiago y comisionado del Gobierno en las provincias del Cibao, posición que también quedó suprimida y de forma simultánea ordenó la remoción del coronel Manuel Emilio Castillo (Niñín) de las filas del Ejército.

La Legación norteamericana en el país reportó que ambos personajes estaban complotando para tomar el gobierno si Trujillo fallecía. El plan incluía la eliminación de los hermanos de Trujillo, pero fueron denunciados por el mayor Luis Veras Fernández, a quien como recompensa lo designaron al frente de la fortaleza San Luis, antes ocupado por Castillo. (2)

Un mitin contra la deslealtad del general Estrella

El mitin del 3 de noviembre de 1940, celebrado en el parque Duarte, preludió la suerte que correría el general Estrella y su propósito era agradecer a Trujillo la reorientación de su política en la región. Ramón Vila Piola, uno de los oradores, afirmó que con la cancelación del general Estrella caducaba un criterio, un método y “casi un sistema local”.

Empero, el más mordaz de los discursos lo pronunció el Lic. Jorge Rivas quien identificó al general Estrella como la persona que traicionó “los principios y postulados del bienestar social propugnados por Trujillo” y desde hacía diez años había impuesto en el Cibao “el fardo de la iniquidad” y hecho gala de una “lealtad” que nunca ejerció. Lo acusó de alterar la justicia con la más “diabólica eficacia” para despojar de sus derechos de propiedad a centenares de campesinos u obligarlos a vender a precios irrisorios sus predios, y con “designio demoníaco” vulneró la libertad y la vida humana, embaucando a su amigo y protector.

Denunció el Lic. Rivas que Estrella mantuvo “amordazada y coaccionada la justicia” y la oficina del Comisionado que presidía, “hizo derramar muchas lágrimas amargas” pues desde ella “se propició la realización del delito en sus formas más variadas y complejas”. (3)

Al día siguiente del mitin, el diario La Información publicó un sintomático editorial titulado “La lealtad y los leales”:

“Santiago ha sido siempre un pueblo leal, porque sido siempre un pueblo de trabajo, un pueblo silencioso, que ha vivido de si y para toda la República. […] Trujillo sabe que Santiago siempre le ha sido leal, que Santiago no ha tenido más que un sentimiento y un pensamiento […], que han estado en inalterable mancomún con el sentimiento y pensamiento de Trujillo. Un día la farsa pudo anidar, atrevida, en el corazón de Santiago, pero su aliento no era el aliento de Santiago, su ambición no fue nunca la ambición de Santiago”. (4)

El apresamiento

El asesinato del líder horacista Virgilio Martínez Reyna y su esposa fue la cortada empleada por la “justicia imparcial e independiente” de Trujillo para apresar el 16 de noviembre de 1940 al general Estrella y sus secuaces, un crimen ocurrido el 1 de junio de 1930 en San José de las Matas, y que ha sido ampliamente descrito por diversos historiadores y publicistas. (5) Trujillo ordenó el asesinato de uno de los apresados, el ex teniente coronel Luis Silverio Gómez, quien comandaba la fortaleza San Luis y permitido el ingreso a los golpistas del 23 de febrero de 1930. Se divulgó la noticia de que este se había privado de la vida cortándose las venas con una navajita de afeitar.

Ex teniente coronel Luis Silverio Gómez.

La ocasión fue propicia para sacar a la luz una avalancha de imputaciones contra el general Estrella, quien se mantuvo impertérrito a todo lo largo del proceso. Muchos crímenes que habían quedado impunes, como el asesinato del fotógrafo José F. Roca, ocurrido el 2 de febrero de 1933, y cuyo cadáver apareció sepultado en el campamento de La Herradura, acción por la cual fueron procesados Onofre Torres y Ramón Antonio Veras (Pichilín) y como cómplices a Luis Nova (Ligthgow) y al general Estrella.

Más de setentas familias de La Herradura, El Naranjo, Guayacanal, La Barranquita, La otra banda, fueron despojadas de sus tierras, de las que eran propietarios legítimos y en las cuales habían vivido durante toda su vida. El 20 de noviembre los campesinos Dionisio Liz Estévez, de la sección Los Robles, Benito de la Cruz de Loma de los Palos y Felipe Muñoz de La Herradura demandaron ante la alcaldía de la segunda circunscripción al general Estrella para que este le devolviera los terrenos usurpados.

También presentaron demanda en restitución de dominio, es decir, reintegración sobre tierras de las que Estrella se había apropiado, los agricultores de la sección El Naranjo los agricultores Ramón de los Santos Olivo, Casilda de Escoto, Felicia Olivo, Balbina Olivo y Alfredo de la Cruz. Igualmente lo demandaron por despojo arbitrario de sus propiedades como José Pichardo Arnaud, Juan Evangelista y José María Reyes.

Es digno de resaltarse el caso de Dionisio Liz Estévez, de la sección El Naranjo, quien poseía unas dos mil tareas de tierras en las cuales desarrolló siete conucos con los más diversos frutos y el resto las destinaba al pasto para el fomento de la ganadería. Desde 1934, en forma progresiva, el general Estrella comenzó a apropiarse de gran parte de sus tierras y las que finalmente les quedaron no podía laborarlas debido a que este lo requería casi a diario, junto a sus hijos, para trabajar como prestatario en beneficio particular de quien precisamente lo estaba desposeyendo.

En 1937 el señor Liz quedó despojado por completo de sus predios, desligado de sus conucos, las reses de ordeño quedaron en el camino hasta que finalmente le llegó un requerimiento conminatorio para el desalojo absoluto en pocas horas. Las familias desposeídas emigraron a los suburbios de la ciudad de Santiago, donde se convirtieron en “parias y pordioseros”. (6) El 29 de noviembre la Alcaldía de la segunda circunscripción ordenó el inmediato desalojo del señor Estrella y la reposición del señor Liz. Lo mismo ocurrió con todos los afectados por desposesión.

Por salarios no pagados el general Estrella fue demandado por los jornaleros Narciso Erasmo Peña por $22.50, Manuel Segura por $54.60, Juan Fernández por $11.00 e Ignacio Fernández por $10.80, de la sección de La Herradura.

El harem del José Estrella en La Herradura

Al igual que el propio dictador Trujillo y sus hermanos, el general Estrella y su grupo se entregaron al secuestro y violación de mujeres, sobre todo de menores de edad. La “justicia independiente” de Santiago condenó a seis meses de prisión y 100 pesos de multa a Gerardo Núñez, ex ingeniero práctico del servicio de Riego y protegido del general Estrella, por sustracción y gravidez de la menor Guillermina Milena Madera, hija de Ramón Antonia Madera, agricultor nativo de Ámina.

“Las hermanas Mercedes, Eduviges y Ana Rodríguez, con sus respectivas hijas Enilda, Arquidamia y Josefina, procreadas con el general José Estrella, el “sátiro de La Herradura”. Las dos primeras, de dos años, nacieron con apenas 5 días de diferencia. La tercera tiene 3 años.

 

Uno de los casos que mayor resonancia en este “juicio” fue el de las humildes e indefensas hermanas Mercedes, Eduviges y Ana Rodríguez, nativas de Mao, de 18, 19 y 20 años respectivamente, quienes fueron seducidas con artimañas por el general Estrella que las encerró por cuatro años en su finca de La Herradura, las obligó a convivir maritalmente y las embarazó casi de forma simultánea.

Debido a que para la fecha había perimido la acción pública para procesar judicialmente al pérfido personaje por sustracción, secuestro y gravidez de menores, las hermanas Rodríguez intentaron una acción judicial en demanda de pensión alimenticia y manutención de acuerdo con la ley 1051. Cuando sucedió el secuestro, su madre, impotente y desvalida, que contaba a la sazón con 55 años, le reclamó al general Estrella la liberación de sus hijas y este con su habitual sonrisa le contestó: “Vieja, no se mueva, estése quieta, que usted sabe que yo soy muy malo”. (7)

Asimismo, en mayo de 1939, el general Estrella sustrajo de la casa materna a la menor Dalila Mercedes Genao, hija de la señora Mercedes Genao, de la sección Peñuela de Esperanza, con idénticos embelecos que las anteriores. Primero la llevó a La Herradura y luego a su campamento de Ámina donde la mantuvo enclaustrada por varios meses.

Las demandas judiciales no cesaban y el 29 de noviembre el general Estrella recibió cuatro sometimientos más por violación de la ley 1051 en perjuicio de cuatro menores procreadas con las señoras Mercedes Rodríguez, Anita Rodríguez, Eduviges Rodríguez y Amantina Reyes quienes se querellaron para conseguir una pensión alimentaria en favor de las menores. (8)

Con el general Estrella en el calabozo, en Santiago se realizaron diversas actividades de “reafirmación política” tales como una misa por la salud de Trujillo, la un acto grandilocuente para anunciar la expulsión del Partido Dominicano de los involucrados en el asesinato de Martínez Reyna, un mitin en La Herradura que “tuvo un interés especial” por haber sido este el escenario de las “actividades punibles” del ex comisionado Estrella, además de otras actividades de este género en Puerto Plata y La Vega.

El juicio contra el general Estrella se convirtió en un espectáculo ofrecido por Trujillo a los santiagueros, ávidos de que se impusiera una fuerte condena a este temible personaje cuyas fechorías eran de dominio público. Consciente de que saldría ileso de todas las acusaciones formularon contra él reveló, que hubiera matado a José F. Roca, aunque se hubiera metido en una iglesia: “Yo lo mandé a matar y todo lo que ocurrió en San José de las Matas fui yo que lo ordené”. Cuando Mercedes Roca de Tozana, hermana de la víctima, le preguntó al general Estrella sobre su hermano, este le respondió fríamente: “Doña guarde luto por ese hombre”.

En la audiencia final el juicio el abogado Eduardo Sánchez Cabral arremetió contra el general Estrella. Lo acusó de ser un “tránsfuga” que perteneció a todos los partidos, una “espada mercenaria” que estuvo con todos los bandos, un analfabeto sin concepto de las instituciones ni de la ley del Estado, sin convicciones cívicas ni morales, carente del concepto de respeto a la ley, el “amo temido de todos” que vivía entre las fruiciones del poder y del boato, quien no tuvo nunca un rasgo de generosidad ni de altivez. Lo tachó como un “monstruo”, un “criminal nato”, incapaz de reforma, y, por lo tanto, indigno de piedad. El jurado lo condenó a 20 años de trabajos públicos por el asesinato de Roca. (9)

Como es archiconocido, el 14 marzo de 1941 el juez Huberto Bogaert declaró prescrito el crimen de Martínez Reyna, lo que se sabía desde el inicio de los apresamientos. Desde la fortaleza Ozama donde se hallaba recluido, autorizado por Trujillo, el 3 de junio de 1941 el general Estrella remitió una carta al Lic. Porfirio Herrera, presidente del Senado, en la que solicitaba amnistía para él y los demás inculpados de otros crímenes, los cuales calificaba de “políticos”. Fue indultado el 16 de agosto de 1941.

Referencias

(1) La cuadrilla de sicarios la integraban: Juan Camilo, Juan Francisco Arias (Quico), Mateo Salcedo, Antonio García Bania (Toño), Onofre Torres, Martín Pérez, Francisco Antonio Veras (Pichilín) y Nicolas de Peña, Luis Novo (Lithgow), Tomás Estrella (hijo del general Estrella), José Sánchez Espinal (Juse) y Juan Marcelino (Sillén), quienes luego fueron expulsados de las filas del Partido Dominicano.

(2) B. Vega, Trujillo y las fuerzas armadas norteamericanas, Santo Domingo, 1992, p. 244.

(3) Los discursos fueron reproducidos por La Información, 5 de noviembre de 1940. Participaron también como oradores el Lic. José R. Cordero Infante (Pilino), Lic. Pericles A. Franco, Ramón Vila Piola, Anselmo Copello, Andrés Cordero, Lic. Juan Tomás Lithgow, Lic. Eduardo Sánchez Cabral, Lic. Agustín Acevedo, Augusto Vega, entre otros.

(4) La Información, 4 de noviembre de 1940.

(5) Piero Espinal Estévez, Crónicas de San José de las Matas, tomo II, Santo Domingo, 2016, también a Abigaíl Cruz Infante, Hombres de Trujillo, Santo Domingo, 2018.

(6) Editorial de La Información, 28 de noviembre de 1940.

(7) La Nación, 23 de noviembre de 1940.

(8) La Nación, 25 de noviembre de 1940.

(9) La Información, 20 de diciembre de 1940.