El pasado fin de semana en los EE. UU. el país alcanzó otro hito bochornoso en lo tocante al nivel de violencia que allí se experimenta. Resulta que en tan solo 90 minutos el domingo tres de diciembre por la tarde dos llamadas de emergencia a la línea conocida como 911, una en el estado de Texas y la otra en Washington, reportaban sendos tiroteos, que para ser más específicos representaban el trigésimo octavo y trigésimo noveno incidente con un saldo de 4 o más víctimas fatales.  Es decir, el número más alto de fatalidades en cualquier año desde el 2006.

Y claro, a pesar de lo trágico y escandaloso que representa este récord, el mismo no habrá de generar un malestar general, ni tampoco un renovado esfuerzo por parte de los legisladores, y activistas por redoblar los esfuerzos en aras de legislar a favor de leyes específicas que detengan u aminoren la tenencia de armas en Norteamérica.  Este nefasto aumento es potenciado hoy por un sinnúmero de causas entre las cuales sobresalen la fácil disponibilidad de las armas a una población cada vez más violenta. Un total de 43 millones de armas fueron vendidas en entre el 2020-2021de acuerdo con datos suministrados por el Washington Post. Durante el año 2022, 48,000 personas murieron a causa de heridas de bala de acuerdo con datos provenientes del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades. Esto es al menos 132 muertes diarias.

 

Mas de la mitad de dichas víctimas fueron autoinfligidas en suicidios.  En el mismo año, 647 tiroteos masivos se perpetraron en todo el territorio estadounidense. Otros estudios indican que alrededor de 4.6 millones de niños viven en hogares en donde existen armas cargadas y no aseguradas en cajas de seguridad.  También se ha indicado que en el país existen 20 millones de rifles de asalto AR 15 en manos privadas.  Aún más, otro reporte de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, agencia federal, indico que en el periodo de cinco años que concluyó en diciembre de 2021, más de un millón de armas de fuego fueron robadas a ciudadanos estadunidenses.

 

El norteamericano se está armando hasta los dientes, nos dicen los expertos.  El creciente miedo, la incertidumbre ante la polarización social, la retórica incendiaria de los políticos, el malestar socioeconómico en vastos segmentos poblacionales; el despliegue en los medios de incidentes de violencia, desobediencia civil, los enfrentamientos con las autoridades en donde la presencia de armas, y víctimas mortales, o simplemente el temor paranoico hacia el otro que bien pudiese estar armado y ser violento ha disparado este alocado frenesí de compras de armas. Tras la matanza ocurrida en la escuela Sandy Hook en el 2012 y otros notorios tiroteos, el cierre global tras la pandemia, las protestas callejeras tras la muerte de George Floyd y los tumultos generados tras el 6 de enero del 2021 en la toma del Capitolio; también se enumeran como episodios claves en el empuje de este auge sin precedentes en las compras de armas a nivel individual.

 

Este desorden imperante en Norteamérica en la venta al público de armas no tan solo afecta a los EE. UU. Recientemente, El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, en unas declaraciones reconoció que más de un 70 por ciento de las armas utilizadas por el crimen organizado en México son de fabricación estadunidense.  Dicha admisión publica, se enlaza con otra declaración similar formulada por el mandatario estadounidense Joe Biden, quien también el pasado mes de junio confeso que el tráfico de armas resta autoridad moral a su gobierno al este ventilar asuntos de carácter binacional con México como por ejemplo el trasiego de fentanilo, y otros asuntos fronterizos como el flujo imparable de armas hacia México y la migración irregular.

Quizás el lector recuerde que, durante el gobierno de Donald Trump, este pago el apoyo brindado por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) eliminando o flexibilizando las regulaciones existentes en materia de exportación de armas en nuestro hemisferio con inmediatas ganancias para las firmas u consorcios destinadas a la venta de estas.  De hecho, La Oficina de Contabilidad General, agencia de investigaciones para el Congreso, (GAO por sus siglas en inglés) ha revelado que el país no precisa de información y análisis de las redes de tráfico de armas de fuego en México y Centroamérica.  Esta carencia la interpretamos como parte de una negligencia cómplice destinada a favorecer la ignorancia sobre el tema por un lado y las leoninas ganancias de la industria de armamentos en EEUU.  Dichas revelaciones deberían alarmar a nuestros países en el continente, particularmente al nuestro que en estos precisos momentos contamos con nuestro vecino Haití que hoy carece de un estado robusto y esta a merced de grupos delictivos que trafican con armas y drogas.

 

Por todo lo dicho, resulta evidente que es tiempo ya de pasar de acciones reactivas, hasta cosméticas a la prevención y el despliegue de un plan integral de combate al tráfico ilícito de armas, y de políticas públicas eficaces que aminoren la proliferación de estas en manos particulares. Es menester que de inmediato las autoridades gubernamentales en los Estados Unidos abandonen la política del cinismo y evalúen responsablemente los costos de la testarudez asociados con el gran numero de armas en manos privadas y la secuela de actos violentos que día a día enfrenta la nación.  En tal sentido, aplaudimos el proyecto de ley anunciado por el diputado federal Joaquín Castro de Texas. Con su proyecto de ley llamado ley de monitoreo de ventas de armas a la región de las Américas, se busca que “el Departamento de Estado aprobara o negara licencias para exportar armas pequeñas, que se establezca un sistema entre agencias para rastrear artefactos de fuego y frenar su tráfico, otorgaría al Congreso la capacidad de rechazar ciertas ventas de arsenales y requeriría un constante monitoreo e informes sobre estas actividades”

 

La propuesta de ley busca “una supervisión firme de las exportaciones de arsenales estadunidenses, crearía nexos entre agencias federales para irrumpir el tráfico en el sector y construiría comunidades más seguras para familias en Estados Unidos y en el hemisferio occidental”

Ojalá pues que dicho proyecto pueda ganar empuje en ambas cámaras, y que los congresistas decidan aunar esfuerzos en aras de legislar a favor de medidas que repetimos sean concretas en lo tocante a la comercialización y porte de armas en EEUU que hoy por hoy encabeza el numero mas alto de homicidios de civiles en lo que hasta ahora a sido un ejercicio funesto de simulación de la clase política, renuente a enfrentar los cuantiosos intereses del lobby armamentista durante años.