Cada cierto tiempo me llegan libros que provocan en mí una grata sensación, especialmente cuando estos relatan la vida de personas cuyas hazañas buscan la transformación de las personas. Esta novela, de la autora inglesa Marianne Cronin y cuenta la historia de amistad que surge entre dos mujeres que se encuentran en el taller de arte del hospital, donde literalmente esperan la muerte.
Por medio de su relación deciden dejar una marca en el mundo y en las vidas de quienes las rodearon. Más que una dramática historia de la frivolidad de una sala de hospital, sus protagonistas la transforman en un fascinante pasaje de dolor y resiliencia que nos invita a reflexionar de cómo debemos vivir en este plano llamado vida; fuera de la extenuante prisa con la que todos pretendemos vivir.
El libro, aunque, ofrece detalles de la agonía que se experimenta en los hospitales; ambas lo convierten en un espacio para rememorar sueños inconclusos y anécdotas ya vividas, siendo el salón de arte el escenario donde evocarán experiencias vividas que muestran sobre la sorprendente capacidad humana de sobreponerse.
Ante cualquier adversidad que se le presente, con mucha fuerza de voluntad y optimismo. Mientras dibujan, se van entretejiendo historias de vida, resiliencia y compasión que nos adentran a la humanidad de los personajes y la necesidad de abrazar el dolor desde la empatía. Donde Cronin convierte el libro en una conmovedora historia de transformación personal. Margot y Lenin hacen un hermoso recorrido de sus vidas.
Cuyas anécdotas van envolviendo al lector en una espiral magnífica para que donde no existan las palabras, surjan las imágenes. En estos tiempos, donde las personas pierden tanto tiempo en banalidades, esta pieza de la literatura moderna nos ofrece un texto cargado de dramatismo, pero al mismo tiempo desarrolla.
En el lector la sensibilidad necesaria para replantearse la manera como desea vivir. Nos llama no solo a reflexionar de cuáles – al final- son los aspectos que deben ser importantes en cada ser humano, siempre y cuando exista la oportunidad al cambio, impactando en las vidas de los demás y es lo que nos ofrece esta sencilla y conmovedora novela de esta escritora. Comprender que cada día es un regalo, mientras vemos historias de como las personas han perdido la capacidad de conectar con otros, deshumanizando hasta los aspectos más triviales de las conversaciones.
La novela reafirma que indiscutiblemente la vida no es fácil, pero estas dos mujeres enseñan que existen dos aspectos ciertos en la vida de todo ser vivo, que son el pasado que ya no se puede cambiar y el presente como lo único cierto. Y que las limitaciones un producto de la imaginación; que es donde se gesta la fuerza de voluntad de cada individuo.
Ambas mostraron tener más en común que aquello que las diferenciaba. Lenin con la impaciencia de una joven de diecisiete años y Margot que con ochenta y tres entiende que lo ha vivido todo. Cada una llego a la vida de la otra para sembrar la semilla de la empatía, que solo se experimenta desde la comprensión entre ellas.
La pieza literaria, ofrece la esperanza como el vehículo que nos invita al recorrido en tiempos de tanta incertidumbre humana a nivel global, deleitándonos con una historia simple, pero majestuosamente bien contada. En lo personal, nos lleva a vivir conscientes que la vida es un vehículo de autoconocimiento que nos ofrece un sin número de opciones que nos lleva a transitar un camino de aprendizaje, resistencia, positivismo y de mucha fuerza interior.