Mis ojos se desplazaban al principio de forma desordenada, y después más sosegada, en una especie de viaje interior. Un viaje que inicia centrando la atención al observar los llamativos azulejos que abarcan todas las posibilidades geométricas, y despertando la curiosidad por comprender los maravillosos epigramas imbricados en ricas ornamentaciones de yeso; la cuidada iluminación y la musicalidad constante de la “plata fundida” (metáfora del poeta nazarí para referirse al agua) son propicias para entrar en estado meditativo, conectando con algo interior que empuja en movimiento ascendente la cabeza para mirar el cielo raso, y en ese momento sentirme agradecida por poder vivir una experiencia tan sublime.
Así viví las visitas al Salón de Comares y a la Sala de las Dos Hermanas que paso a describir a continuación.
Accedimos al Salón de Comares desde el Patio de los Arrayanes, que fue el salón del trono de los sultanes nazaríes y cuyo techo es de gran valor simbólico y artístico. Su construcción se realizó durante el reinado de Yusif I entre 1333 y 1354 y se encuentra ubicado en la Torre de Comares, la de mayor elevación de la Alhambra.
El techo del Salón de Comares es artesonado fabricado en roble, de forma cúbica con decoraciones policromadas de distintas maderas y dorado.
Los profesores Fernández-Puertas, Bermúez, y Cabanelas Rodríguez, afirman que el techo de Comares representa la escatología del Islam, con los siete cielos a los que el alma del creyente irá, de acuerdo con sus méritos, e irá ascendiendo hasta alcanzar el octavo, que es el Paraíso o el trono de Dios, representado por una cúpula central.
Los estudiosos han determinado que este techo se ha inspirado en versículos del Corán que revelan la soberanía de Alá, pues se ha encontrado en una banda epigráfica en una pared de dicho salón, traducción al castellano aportada por el Patronato de la Alhambra, la Sura nº 67 del Corán, llamada “del Reino” o “del Señorío”, que transcribimos a continuación:
“¡Bendito sea Aquél en cuya mano está el dominio!
Es omnipotente.
Es Quien ha creado la muerte y la vida para probaros,
para ver quién de vosotros es el que mejor se porta.
Es el Poderoso, el Indulgente.
Es Quien ha creado los siete cielos superpuestos.
No ves ninguna contradicción en la creación del Compasivo.
¡Mira otra vez! ¿Adviertes alguna falla?
Luego, mira otras dos veces: tu mirada volverá a ti cansada, agotada.
Hemos engalanado el cielo más bajo con luminares,
de los que hemos hecho proyectiles contra los demonios
y hemos preparado para ellos el castigo del fuego de la gehena… “
El Patio de los Leones anticipó el ingreso a la Sala de las Dos Hermanas, cuyo suelo pavimentado en mármol, posee una fuente pequeña a ras del suelo, que conduce el agua por un canal hasta el Patio de los Leones, cuyo minimalismo imprime mayor elegancia al profuso decorado del resto de elementos de la sala.
El zócalo en las paredes de esta sala son azulejos espejados que resultan en una composición de cintas de variados colores que se entrelazan para formar un laberinto hipnótico.
Encima de los azulejos las paredes están recubiertas por completo de elaborados epigramas y figuras decorativas, entre los cuales se ha podido traducir un exquisito poema de Ibn Zamrak que describe la sala y su el cielo raso.
Decidí que el mejor homenaje al completo arte de los Palacios Nazaríes de la Alhambra es concluir esta entrega transcribiendo una traducción de dicho poema y algunas fotos propias intercaladas.
Poema de la sala de Dos Hermanas
«Jardín yo soy que la belleza adorna:
sabrá mi ser si mi hermosura miras.
Por Mohamed, mi rey, a par me pongo
de lo más noble que será y ha sido.
Obra sublime, la fortuna quiere que a todo momento sobrepase.
¡Cuánto recreo aquí para los ojos!
Sus anhelos el noble aquí renueva.
Las Pléyades les sirven de amuleto;
la brisa la defiende con su magia.
Sin par luce una cúpula brillante,
de hermosuras patente y escondidas.
Rendido de Géminis la mano;
viene con ella a conversar la Luna.
Incrustarse los astros allí quieren,
sin más girar en la celeste rueda,
y en ambos patios aguardar sumisos,
y servirle a porfía como esclavas:
No es maravilla que los astros yerren
y el señalado límite traspasen,
para servir a mi señor dispuestas,
que quien sirve al glorioso gloria alcanza.
El pórtico es tan bello, que el palacio
con la celeste bóveda compite.
Con tan bello tisú lo aderezaste,
que olvido pones del telar del Yemen.
¡Cuántos arcos se elevan en su cima,
sobre las columnas por la luz ornadas,
como esferas celestes que voltean
sobre el pilar luciente de la aurora!”
Las columnas en todo son tan bellas,
que en lenguas, corredora, anda su fama:
lanza el mármol su clara luz, que invade
la negra esquina que tiznó la sombra;
irisan sus reflejos, y dirías
son, a pesar de su tamaño, perlas.
Jamás vimos jardín más floreciente,
de cosecha más dulce y más aroma.
Por permiso del juez de la hermosura
paga, doble, el impuesto en alcázar más excelso,
de contornos más claros y espaciosos.
Jamás dos monedas,
pues si, al alba, del céfiro en las manos
deja dracmas de luz, que bastarían,
tira luego en lo espeso, entre los troncos,
dobles de oro de sol, que lo engalanan.
(Le enlaza el parentesco a la victoria:
Sólo el Rey este linaje cede.)» Ibn Zamrak.