Nada está perdido si tenemos el valor de proclamar

que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo”

Julio Cortázar. Rayuela. Capitulo 71

 

Al terminar febrero bien podemos revisar las metas que nos propusimos al inicio del año. Esto nos permite ver si estamos dando pequeños pasos en la dirección en la que se supone que queremos ir. Yo, por ejemplo, me propuse leer novelas otra vez. Para recuperar la lectura solo por placer acudí, a modo de “calentamiento”, a una vieja conocida que había disfrutado hacía muchos años: Rayuela, de Julio Cortázar.

Dicho de manera muy simple, Rayuela parece contar la historia de Horacio Oliveira, un hombre en búsqueda de autenticidad y sentido, y La Maga, el personaje femenino que marca la historia más por sus ausencias que por su presencia. Es una novela que a veces resulta difícil de leer. Lo había olvidado hasta que la retomé, porque está llena de referencias culturales, políticas y filosóficas de su tiempo. Sin embargo, Rayuela puede disfrutarse como un juego en el que se sigue una historia de forma lineal, leyendo los capítulos “imprescindibles” en el orden sugerido o leyendo en un orden no convencional esos mismos capítulos junto a otros aparentemente “prescindibles”.

Ese segundo libro que Cortázar propone con los capítulos opcionales tiene mucho que ofrecer, incluso más que solo la lectura lineal de los capítulos indispensables, puesto que transmite al lector la idea de que también la vida puede ser explorada y experimentada de diferentes maneras.

Ocurre con bastante frecuencia —y sin que nos demos cuenta—, que miramos el mundo que nos rodea creyendo que tenemos las claves necesarias para entender qué es el éxito: para muchos, una vida familiar y profesional más o menos satisfactoria y con comodidades. Sin embargo, como ocurre con Rayuela, cuando solo se sigue el camino predecible hacia el éxito, nos podemos quedar también con un sentido incompleto de la propia existencia.

El voluntariado aparece muchas veces como los capítulos que puedes ignorar de Rayuela, que, al acogerlos, permiten una experiencia distinta, más completa y genuina de la vida, al dar una perspectiva más amplia desde la cual mirar la realidad que nos rodea, explicarla e imaginar su transformación con más acierto.

Los capítulos opcionales de Rayuela ofrecen nuevos lugares desde los cuales pensar la vida de Horacio Oliveira y desde ahí, la vida del lector. Asimismo, el voluntariado permite resituar a quien lo realiza en un espacio social desde el cual puede pensar su modo de relacionarse con los otros, hermanarse con aquellos a los que sirve y recrear un mundo mas humano.

¿Es indispensable hacerse voluntario de alguna causa para conseguirlo? No. Lo que resulta imprescindible es buscar maneras de intervenir en la sociedad buscando el bien común. Los procesos electorales dan una pista bastante confiable sobre la necesidad de que cada vez más personas con valores éticos se hagan lugar en la sociedad para contribuir desde distintos sectores en la construcción de un proyecto de nación que permita a todas las personas vivir dignamente, con sus derechos plenamente respetados.

Sin embargo, al bien común solo podemos llegar deliberando junto con otros y eso requiere de espacios en los que se puedan reunir las personas en igualdad, de forma tal que a pesar de las diferencias puedan relacionarse fraternalmente. No obstante, en la sociedad que hemos estado construyendo, eso resulta casi impensable. Pero bueno, “nada está perdido si tenemos el valor de proclamar que todo está perdido y que hay que empezar de nuevo”.

El voluntariado ofrece la posibilidad de, sin darlo todo por perdido, empezar a crear un mundo nuevo en el que partamos de un pensamiento común: que una sociedad no es buena, ni justa, si le ofrece a los más pobres como único medio legal de escapar de la pobreza más indigna, el talento deportivo o artístico extraordinario o la habilidad para hacer música urbana o cantar reguetón.

El voluntariado es una ayuda importante para comprenderlo, que nos permite además de conocer mejor la realidad social en la que vivimos, buscar caminos de fraternidad y convivencia en nuestra sociedad y solucionar conflictos basándonos en la ética, la justicia y el bien común, aunque esa no sea la “lectura convencional” del éxito para la cual se nos educa.

Nuestra sociedad necesita encontrar la forma de recuperar la esperanza de que a través de las políticas públicas podemos tener un mejor país, ese que hemos cantado y celebrado en este Mes de la Patria a punto de terminar. Desde el servicio gratuito y desinteresado contribuimos a la construcción de la democracia, es cierto, pero aún nos queda mucho por hacer para que las políticas públicas puedan ser, finalmente, lugar de esperanza para las personas. Y, como dice Cortázar en Rayuela, “probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”.