Tradicionalmente estamos habituados a pensar que los cambios sociopolíticos son productos de las luchas de clases, de la vanguardia revolucionaria, de las capacidades estratégicas de los líderes y las élites políticas que tienen el poder del Estado y controlan los partidos políticos.

Con el marxismo, aprendimos a pensar como ley universal, que la historia de la humanidad es la historia de las luchas de clases, que los cambios en la sociedad capitalista son el resultado de los conflictos entre la burguesía y el proletariado. El pensamiento liberal nos enseñó a creer también de manera universal que, los cambios vienen de las voluntades de los líderes, de esos individuos extraordinarios que tienen la capacidad de seducir las grandes masas y, producir grandes transformaciones políticas.

Sin pretender subestimar estas interpretaciones políticas, reconociendo el carácter contingente de los cambios sociopolíticos, me propongo destacar, con los casos más recientes del país que, en las últimas décadas, los agentes que están produciendo las grandes transformaciones son los nuevos movimientos sociales.

En la década del noventa, producto de los déficits tecnológicos y la incapacidad de competir en un capitalismo financiero global liderado por los Estados Unidos, vimos los que  nadie esperaba que fue la caída del bloque socialista. De manera que  pasamos de un mundo bipolar, capitalismo vs., socialismo, a la hegemonía del pensamiento neoliberal.

Con la hegemonía de la ideología neoliberal, pasamos de las luchas emancipatorias, a la política de la gobernabilidad.  La práctica política perdió todo su contenido moral, orientada por los valores de la solidaridad, la igualdad y la búsqueda de la justicia social en el espacio público. En el mejor de los casos, la actividad política se convirtió en gerencia, en el manejo de información para la toma de decisiones y eficientizar los recursos públicos.

Con el predominio de la visión tecnocrática neoliberal, la práctica política perdió su aura, su encanto, como actividad trascendental organizada por principios ideológicos y morales de una sociedad buena y justa que vaya más allá de los intereses grupales e individuales.

Las instituciones partidarias pasaron a ser instrumento, medio de canalización, de producción y reproducción del poder de los líderes políticos y las demandas de reconocimiento, de movilidad social y de puestos públicos de sus militantes y allegados. Los partidos se han convertido en estructura burocrática centralizada, franquicias orientadas a la reproducción del poder e influencia en la población, para controlar el Estado y la administración pública.

En ese sentido, la democracia neoliberal en el país y la región, está atravesando una profunda crisis de legitimación social que, procede de dos frentes, por un lado, de la debilidad de intervención social de los poderes públicos, debido a la desigual competencia de la globalización de los mercados y, los déficits fiscales de los Estados nacionales y, por el otro, de la burocratización, centralización y corporativismo del sistema de partidos.

En ese sentido, que cada día más, los poderes públicos del Estado y los partidos se alejan de los intereses y necesidades de los sectores populares de la sociedad dominicana. La solidaridad, las luchas por la igualdad de las minorías, la política de reconocimiento de la diversidad, las responsabilidades por los otros han pasado a un segundo plano, digamos que se ha hecho ambivalentes, confusas o han desaparecidos.

Con los déficits de intervención social de los poderes públicos del Estado dominicano y, el deterioro progresivo de la capacidad de organización y movilización de los sindicatos, exceptuando la ADP y el CMD,  han sido las organizaciones de la sociedad civil y, en particular los movimientos sociales, los que han asumidos las luchas por la solidaridad, la igualdad, la equidad, la justicia social y la participación política de los ciudadanos.

En nuestro país se produjo desde la década del noventa la emergencia de varias expresiones de nuevos movimientos sociales;  como fueron los casos de los movimientos ambientalistas: las luchas contra la cementera, por la defensa del Parque Nacional los Haitises y en contra de la explotación minera de loma Miranda, que hizo posible la protección y preservación de esos valiosos recursos naturales.

Rápidamente surgieron las luchas por el 4% para la educación preuniversitaria, dando origen a la Coalición por una Educación Digna (CED). La demanda del 4% para educación, encontró el apoyo de una diversidad de organizaciones de la sociedad civil: empresariales, religiosas, políticas, feministas, ambientalistas y, animadores de los medios de comunicación, que hicieron posible una de las mayores conquista sociales que ha obtenido la población dominicana en la última década: la asignación del 4% del presupuesto nacional para el sistema de educación público, preuniversitario.

A las luchas por los derechos a una educación digna y la protección del medio ambiente, se unieron las frecuentes luchas de los sectores populares para denunciar el abandono y las condiciones de los barrios populares. Los conflictos coyunturales y los déficits de intervención del Estado en los barrios populares, dieron origen a las protestas, a la aparición de nuevos movimiento de jóvenes, organizados a partir del auge de las redes sociales: como fueron la Revuelta, Toy Jarto (Estoy Harto),  Foro Social Alternativo, Juventud Caribe  y Revolución 65.

Las luchas de los movimientos ambientalistas, populares, feministas, juveniles, el uso imaginativo y creativo de las redes sociales, la experiencia de diálogo y, participación en la CED  del 4% para una educación digna, se constituyeron en experiencias organizativas y antecedentes fundamentales en el desarrollo y evolución de los dos movimientos cívico-ciudadanos, más importantes y significativos de las últimas décadas; como los fueron Marcha Verde y la plaza de la Bandera. Ambos movimientos, hicieron posible salir de un período de gobierno caracterizado por el auge de la corrupción y poner fin a la indignante y generalizada impunidad que reinaba en el país.

Con las luchas de estos nuevos movimientos sociales se han producido en la sociedad dominicana los cambios sociopolíticos más importantes, profundos y significativos de las últimas décadas. Se han mejorado las habilidades organizativa de la sociedad civil, se ha incrementado la capacidad de comunicación y el uso creativo de los medios de comunicación y las redes sociales y, se ha demostrado la importancia de los movimientos sociales en las luchas por las conquistas y reivindicaciones sociales de los sectores populares.