La próxima cumbre de los BRICS se celebrará en Kazán, Rusia, entre el 22 y el 24 de octubre de 2024. En esta cumbre, se reunirán los líderes de los países del bloque BRICS, que ahora incluye a Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, y a partir de 2024, también integrará a Argentina, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos. Esta reunión es vista como un evento clave para discutir temas de relevancia global y fortalecer la cooperación económica entre estos países, además de abordar desafíos multilaterales.
En un mundo cada vez más fragmentado y multipolar, el grupo de países conocido como BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— emerge como un bloque con creciente influencia en la política y la economía global, y está comenzando a desafiar seriamente el viejo orden unipolar liderado por Estados Unidos y sus aliados, al tiempo de articular una narrativa alternativa que redefinirá las reglas del juego en la gobernanza mundial.
La ampliación del grupo no solo refuerza su peso económico, representando ya más del 40% de la población mundial y aproximadamente una cuarta parte del PIB global, sino que también diversifica su base geopolítica, geoeconómica y cultural, en el que se destacan iniciativas como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA), lo que demuestran un esfuerzo concertado por crear alternativas a instituciones tradicionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que han sido criticadas por su sesgo hacia los intereses de las naciones desarrolladas.
Y como habría de suponer, la respuesta de Occidente no ha sido indiferente, ya que Estados Unidos y sus aliados han comenzado a adaptar sus estrategias para enfrentar el creciente desafío que representa el ascenso de los BRICS, con iniciativas como la revitalización de alianzas desgastadas como el G7, el fortalecimiento de asociaciones estratégicas en la región del Indo-Pacífico, la expansión de la OTAN, así como el incremento en el gasto de defensa en Europa, lo que reflejan un intento por contener la influencia de China y, por extensión, del grupo BRICS.
Nerviosismo de occidente
De ahí que el nerviosismo de occidente no es para menos, ya que tradicionales aliados de Estados Unidos, y otros que son miembros de la OTAN, se han incorporado al BRICS, como son los casos de Arabia Saudí, Egipto, Irán y Turquía., muchos de los cuales vienen haciendo transacciones comerciales en sus respectivas monedas, desde hace un buen tiempo.
“Con todo lo anterior, el proceso de desdolarización del mundo se extiende con velocidad, y los propios países de los BRICS hablan públicamente o bien, como es el caso de Brasil o Sudáfrica, de crear una moneda nueva para la transacción de operaciones a nivel mundial, o bien, en el caso de Rusia, de una cesta de monedas nacionales de los BRICS.
“En definitiva, se trataría de iniciar un proceso que orientado a formalizar lo que está sucediendo, ya en la práctica en el continente asiático, dónde las operaciones comerciales se están cerrando en las monedas nacionales entre las partes involucradas respectivas”, reseñan medio internacionales.
El expedito camino de Venezuela
La inclusión de la República Bolivariana de Venezuela en las conversaciones del grupo BRICS marca un desarrollo significativo en la evolución del bloque como entidad política y económica, lo que deja claramente establecido que el interés de Venezuela en unirse a esta coalición, junto con la reciente inclusión de nuevos miembros como Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, refleja un esfuerzo concertado por parte del Sur Global para fortalecer su peso político y económico.
Para Venezuela, que ha enfrentado sanciones económicas y presiones diplomáticas por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, la integración en el BRICS representa una oportunidad estratégica para buscar apoyo económico y político en una plataforma que desafía la estructura de poder occidental dominante, cuya economía ha sido severamente afectada por las sanciones internacionales, por lo que el acceso a estos mecanismos financieros podría ofrecer un alivio significativo y una oportunidad para revitalizar su economía.
En definitiva, lo que estamos presenciando no es solo una reconfiguración del mapa económico y político mundial, sino un desafío directo a las estructuras de poder que han dominado el mundo durante décadas, por lo que el BRICS, con Venezuela como parte de este nuevo bloque, no solo busca un asiento en la mesa de las grandes potencias, sino que también pretende rediseñar esa misma mesa, con una visión más inclusiva y justa para todos los países.