En el verano de 1930, Chic Young, un talentoso dibujante tenía ya diez años haciendo historietas cómicas para periódicos norteamericanos. Es decir, él tenía una ocupación similar a la que hoy día es ser influencer en redes. Disgustado con la remuneración que percibía, lanzó un nuevo personaje sobre el que tenía mayor propiedad tanto en términos editoriales como económicos.

Al tratarse de una experiencia que se correspondía con lo que había ido observando en los felices años veinte (“the roaring twenties”), él empezó a dibujar historietas basadas en las experiencias de una joven mujer a la que le gustaba ir a bailar (una flapper) y que tenía un novio muy rico, heredero de una gran fortuna. El personaje fue sumamente popular desde el inicio, pero según iba avanzando la Gran Depresión económica de los Estados Unidos, Young se fue dando cuenta de que esa situación tenía poco que ver con la realidad de muchos de sus compatriotas así que empezó a tejer una historia donde el novio de la flapper se marchaba a un largo viaje a Europa y ella se quedaba viviendo con cierta precariedad en Estados Unidos. El público seguía interesado en los dibujitos, pero echaba de menos al novio. Esto se supo porque, en antecedente a los likes y las reacciones en línea de hoy, en EEUU era habitual que la lectoría escribiera a periódicos y revistas dando su opinión.

El punto es que el dibujante y guionista de la tira cómica, siguiendo el interés de la gente, concibió un desarrollo donde el novio regresaba, los protagonistas se casaban y, para hacerlos más potables a la realidad sociológica, los padres les pagaban la luna de miel, pero luego les retiraban ayuda económica esperando que ellos ganaran su propio sustento. Esta historia se desarrolló en tiempo real con el título de “Blondie” en inglés y de “Lorenzo y Pepita” en español.  Cuando yo empecé a leer esa tira cómica en las últimas páginas del periódico “El Caribe” a mediados de los años setenta no sospechaba un pasado tan complejo.

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Young continuador Blondie.

Lo mismo le debe estar pasando a mucha gente con la relación entre Donald Trump y la pegajosa canción “YMCA” que él uso en las campañas presidenciales de los años 2020 y 2024. Tal vez mucha gente ignora la historia tras bastidores de esta canción. En 1969 hubo una severa represión en el bar Stonewall, situado en el Greenwich Village, de la ciudad de Nueva York.  Al año siguiente se celebró el primer desfile “de la liberación”, convertido después en lo que se han llamado “Gay pride parades”. Progresivamente también surgieron demostraciones a favor de la aceptación de otras formas de sexualidad más allá de la heterosexualidad monogámica, incluyendo consejos sobre cómo ubicar pareja en lo que antes era el submundo gay.  En esa línea, a finales de los setenta, a dos franceses (pied-noirs, para mayor precisión) se les ocurrió formar un grupo con vocalistas y frentes de orquesta que respondieran a estética popular entre los hombres homosexuales[1] y que interpretaran canciones que ofrecieran información sobre dónde ligar, disponibles para que todos, sin importar origen y ocupación, las cantaran y se sintieran parte del mundo alegre (gay, en inglés).  Los títulos de muchos éxitos son bastante específicos: “Go West”, “In the Navy”, “YMCA”, “San Francisco”.

Un Donald Trump de treinta años bailaba esas canciones con mucha felicidad en Studio 54 y otros bares de moda de la época, del mismo modo que en América Latina cantábamos Mediterráneo de Serrat sin tener idea de lo que era la genista ni la parca, pero todos sintiendo la emoción de estar cerca de ese mar.  Igualmente, en los mítines y en las fiestas de celebración de la victoria, a Trump no se le ocurría mejor ritmo para despertar el entusiasmo colectivo que recurrir a esas felices y bien concebidas melodías de su propia juventud, cuando todavía no había caído en bancarrota ni se había divorciado varias veces. La calidad, la capacidad de conectar y el profesionalismo en la elaboración de esas canciones se impusieron sobre cualquier prejuicio sobre la orientación sexual.  Al principio, Trump tuvo problemas porque no pagaba las regalías musicales por usarlas, pero eventualmente llegó a un arreglo fuera de las cortes con Victor Mills, el primer vocalista contratado por los dos franceses (ahora fallecidos), que además es autor o coautor de los grandes éxitos del inicio de esta banda y heredero de todos los derechos de autor de esa música.

Dean Young, continuador por más de treinta años de las historias de “Lorenzo y Pepita”, dijo en una entrevista que se mantenía leyendo periódicos y revistas de manera que los asuntos tratados en la tira cómica continuarán siendo relevantes para la sociedad. Ojalá los cuatro años de esta presidencia también mantengan ese interés de parte de los dirigentes y lleven consigo el símbolo de creatividad, capacidad de trabajo, capacidad de exigir sus derechos, respeto a la diversidad, alegría y crecimiento económico que ha caracterizado a estas dos iniciativas.

[1] La traducción del anuncio buscando miembros para el grupo decía algo como: “Se buscan machos que sepan cantar, bailar y que tengan bigote”. La palabra macho se publicaba directamente en español en el original.