La aparición de la píldora en la década de los 50 del pasado siglo, creada por 2 hombres, constituyó un antes y un después en el empoderamiento femenino. Defendida por el feminismo liberal, lo que también hizo fue centrar la responsabilidad de la reproducción en las mujeres.

Se considera, cínicamente, que las mujeres, al ser quienes cargan con el embarazo, deben tener mayor responsabilidad en evitarlo. Esto tiene su verdad, incluyendo el hecho de que los hombres (muchas veces) se desentienden del cuidado de los hijos, cuando no de la manutención.

Sin embargo, soportar los efectos secundarios de la píldora y demás métodos hormonales, que son bastantes, tampoco ha sido justo para nuestra salud física y emocional. El caso de Essure (Bayer) lo demuestra perfectamente. En España se conformó una asociación, que cuenta con más de 800 miembras (“las locas del muelle”), para demandar reparación por los graves daños causados por el dispositivo y que Bayer asuma los costos médicos. A una paciente incluso le tuvieron que remover las trompas de Falopio, quedando restos que requieren de otra cirugía por riesgo de perforación.

Cuesta demasiado ser mujer. Es absurdo, encima de todo, que hoy algunos médicos demanden el consentimiento de la pareja para realizar una esterilización voluntaria, o para interrumpir un embarazo donde es permitido.

Hay que precisar que las investigaciones sobre anticonceptivos masculinos iniciaron antes que los estudios para la píldora femenina, alrededor de 1939. ¿Por qué han parado? Por los efectos secundarios, que resultan ser mucho más insignificantes que los de las mujeres.

Es por esto por lo que a la “tecnología de la reproducción” no le interesa invertir en este mercado: las ganancias no serían muy altas. Es más rentable satisfacer a quienes tienen la demanda.

Judith Wajcman, profesora emérita de sociología del London School of Economics, señala a las biotecnologías como dispositivos de poder que construyen el significado de los cuerpos de las mujeres. Se trata, en este caso, de un control programado que no despoja de la capacidad reproductiva puesto que es esencial al patriarcado y a su sistema económico.

Cuesta demasiado ser mujer. Es absurdo, encima de todo, que hoy algunos médicos demanden el consentimiento de la pareja para realizar una esterilización voluntaria, o para interrumpir un embarazo donde es permitido. De hecho, en Uruguay una jueza elevó una acción de inconstitucionalidad contra la ley de aborto bajo el argumento de que un padre tiene derecho a proteger la vida del hijo en común, lo que sentaría un peligroso precedente para el país y la región.

No olvidemos nunca que “nuestro cuerpo es un campo de batalla”.