Mis momentos libres en esta histórica ciudad de Roma, como embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede en la Ciudad del Vaticano, me han servido para reflexionar bajo un modelo filosófico existencial sobre la Fe en que me bauticé y que reconfirmé desde niño en el seno de una familia de profunda fe cristiana.

Me he concentrado en libros que tratan de personajes contemporáneos de Jesús o al menos de su época, entre los cuales se destacan mis favoritos. El evangelista San Lucas y el Apóstol que conoció a Jesús resucitado con quien compartió momentos especiales a raíz de su conversión.

Detrás de las huellas de Jesús me fui en abril del 2018 hacia Israel donde me involucré en una selectiva misión de mujeres cristianas practicantes de países latinoamericanos que partió desde Miami. Fue un viaje eminentemente rico en vivencias de Jesús navegando en el mar de Galilea, visita al Monte de los Olivos, Nazaret, Jericó, el Montes Calvario, el cenáculo, el santo sepulcro, el monte tabor, el punto de la ascensión del Señor, la vía dolorosa, etc. Todo eso me encendió un deseo de tocar y palpar con más profundidad los lugares por donde vivió Jesús.

Luego de mi experiencia en Roma, con las lecturas que han llegado a mis manos, empezó una especial admiración por Pablo de Tarso la que me obligó a hacer 2 viajes a Grecia: uno cultural, que complementaba mi formación grecolatina en mis estudios filosóficos y literarios que obtuve en mi primera juventud, y otra centrada en los hechos de los Apóstoles y en las cartas de Pablo sobre todo en Corinto viejo, Filipo Macedonia Tesalónica y Atenas por supuesto. De ahí me vino una admiración ferviente por el Apóstol del nuevo Mundo (en aquella época más allá del mundo judío de Jerusalén y su entorno).

Mi conclusión es que nuestra salvación es histórica. Lo que caracteriza al cristianismo, y lo diferencia de otras religiones, es precisamente que, para nuestra Fe, Dios entró en el tiempo y el espacio, aun estando siempre más allá de ellos. Dios se hizo hombre, tierra, humus… por eso el hecho histórico de la encarnación de Dios en la persona de Jesús es una pieza central de nuestra Fe y explica toda la grandeza a que fue elevada la humanidad luego de ese acontecimiento que debe despertar una permanente admiración y conmoción en todo cristiano a través de su vida.