Nos conocimos en una situación especial: Ano 1961; primera visita de la Comision de la OEA, después del ajusticiamiento de Trujillo. Nos encontrábamos, uno al lado del otro, en las pedregosas pendientes del terraplén que conformaba la muralla sur de la entrada del puente Radhamés (TODAVIA CONSERVABA ESE NOMBRE), en la entrada de la capital. Detrás: un enorme caserío de casas de cartón y madera, uno de los tantos barrios pobres de la capital de la época.
Una multitud esperaba la comitiva de la OEA para expresarle lo que era el clamor popular central de aquel momento histórico: la exigencia de la salida del país de los Trujillo, de Balaguer (presidente títere), de las hordas militares del régimen descabezado el 30 de mayo de 1960, asi como la libertad de los presos políticos.
Al momento, ya yo era miembro del Comité Central del Movimiento Revolucionario 14 de Junio y Narciso uno de los jóvenes universitarios que conformarían, en breve, aquella histórica y combativa organización estudiantil que se llamaría “FRAGUA”.
Nos unía el masivo y creciente COMBATE contra los remanentes del régimen trujillista y nuestra juvenil lucha por los ideales de un cambio revolucionario en el país
De SÚBITO se aparecieron los tenebrosos “cepillos” de los aparatos represivos del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) del régimen y un carro Morris, verde claro y oscuro, de donde salió el CRIMINAL capitán Cesar Rodriguez Villeta, del SIM y de la aviación, quien en el acto blandió su arma y ametralló a la multitud que se encontraba, matando en el acto a uno de los protestantes, quien respondía al nombre de Doctor Estrella Liz, e hiriendo a un sinnúmero más de aquella compacta masa de hombres y mujeres del pueblo que allí nos habíamos ubicado en actitud desafiante.
Le recordé a Narciso, al abrazarlo calurosamente en ocasión del masivo y emotivo homenaje que la pasada noche del 28 de noviembre le rindieron en el paraninfo sus familiares y compañeros,quienes se dieron cita en la Facultad de Economía de la UASD, para felicitarlo en suS 80 años, En una entusiast fiesta, plena de testimonios, cantos, poesía y presentes.
Narro este episodio donde Narciso y yo, hombro con hombro, nos confundimos con aquella multitud desafiante, y donde nos conocimos por primera vez, porque desde ese día, hasta la fecha, cada uno en su trinchera y defendiendo la misma causa, con sus propias interpretaciones e iniciativas, Narciso y yo hemos transitado por los mismos senderos de aquellos y aquellas, a quienes los males que sufre nuestro pueblo y los pueblos del mundo, nos hermanan en la mejor forma en que los verdaderos revolucionarios y revolucionarias expresamos los sentimientos, determinación y constancia a que nos conduce el abrazo con las mejores causas de la humanidad y nuestro pueblo.
¡Felicitaciones Narciso……! Seguro estoy de que los caminos de la lucha, no solo nos han unido en multitud de situaciones, sino que así será hasta el fin de nuestro tránsito por el país que nos vio nacer.!