La gente se reúne para verlos volar. Hace unos cuantos años, causaron un gran furor entre grandes y chicos. En meses recientes, me dicen que los usan en la frontera para vigilar a los haitianos. Los nacionales vecinos intentan cruzar y se apostan allí a la espera de un descuido para penetrar en la zona.
En los primeros años, se trataba de un aviso: los más modernos, casi una tribu urbana, tendrían los drones. Con gran dominio del aparato, los pondrían a volar para poner fotos en las redes sociales. Estas fotos se tomarían en cualquier lugar: en un bosque, una carretera o cualquier esquina interesante. Con un control remoto adecuado, volaban ante el ojo avizor de cualquier transeúnte. Con el adecuado desembolso en una tienda de tecnología, volverían a animar las tardes del Mirador, o del Jardín Botánico.
En los últimos años, la gente se sorprende: Jeff Bezos, el dueño de Amazon (de una parte de Amazon), tiene claro que quiere que los drones lleven los pedidos a las casas. Los internautas harán los pedidos y a él le corresponderá llevarlos –a los drones manejados por él, por sus empleados–, hasta el punto que todo quede bien: “sí, señor: llegaron temprano”. “Fueron rápidos”. “Parecen helicópteros”, dirán algunos con entusiasmo.
Justo entonces, podemos decir que Bezos logrará hacer que nos asombremos. A su manera, es lo que hace ahora otro empresario: Elon Musk. Este tiene una empresa llamada Neuralink que ha insertado microchips en el cerebro de monos y ha pasado ya a experimentar con humanos. Algunos de esos monos han muerto. Musk hace apenas unos días, dijo que podría darle luz a todos los Estados Unidos, con solamente unos cuantos millones de hectáreas forradas de paneles solares, eso sí: el área que cubrirían sería del tamaño de un gran estado.
Y así vamos en el hoy: en el Mirador, ese tipo pone a volar su dron como hacen también, según los videos publicados, las fuerzas armadas apostadas en la frontera. La pregunta es importante: “nos pertenece la frontera?” Un estratega nacional diría que hay un lado haitiano y un lado dominicano, lo mismo que ocurre con México y Estados Unidos (y nos aclararía que violentarla es un asunto de seguridad nacional). Me decía alguien a quien le dije que fulano de tal se había “plantado” en los Estados Unidos: “¿ya le pagó al coyote?”
El coyote ni más ni menos es esa persona que te cruza. Se han visto túneles que las fuerzas armadas norteamericanas detectan y cierran. Parecen topos aquellos que, en la vasta noche, intentan introducirse en territorio norteamericano. Aquí la frontera “se pasa a pie”, como diría Freddy Prestol Castillo. Alguien no se ha hecho una pregunta sistémica: ¿penetran los haitianos en la madrugada o en plena noche?
Nadie ha escrito la historia de los coyotes dominicanos, esos que vienen entrando a muchos haitianos por una paga singular. Me detuve en un colmado dominicano y alguien me dijo que ese era “el colmado de los haitianos”. Media docena de nacionales vecinos estaban allí, a la espera de noticias sobre un trabajo, ya lejos de su patria. Haití siempre está en problemas. Desde la muerte de Jovenel, las cosas están mas caóticas.
Según muestran las fílmicas, los drones los usamos ahora para monitorear lo que ocurre en la frontera. No se trata entonces de lo mismo que hacen en el Botánico (en el Jardín Botánico), animar a los demás. ¿Se le ha ocurrido a alguien ir al zoológico y poner un dron con una cámara integrada para grabar lo que hacen los animales? ¿Hay hipopótamos en el zoológico? ¿Qué nos cuesta mantenerlos? Hemos tirado fotografías como en la revista National Geographic?
En la frontera está claro que serán efectivos: pueden mostrar el trasiego de animales y cosas. Los haitianos penetran en la noche, pero también de día como muestra ese video no tirado –no filmado–, por un dron. Hay que preguntar a las fuerzas armadas si los que tienen son manejados de noche, si pueden hacer vuelos nocturnos. Los drones que salen en esa fílmica no son baratos: parecen helicópteros pequeños. De hecho, al parecer esa tecnología se basa en esa misma lógica. ¿Cuánto pueden volar y qué tiempo? ¿Cuál es la altura a la que pueden levantarse? ¿Cuál es el costo de cada uno? ¿Puede ser utilizado uno de estos drones para fines de esparcimiento de la gente en el Jardín Botánico? ¿Los drones con cámaras integradas son realmente caros?
Está claro que un dron tendrá que llevar a la puerta de una casa en Michigan, digamos todo lo que se ha pedido. Bezos ha dicho que hay una logística para hacerlo: se trata de tener una sucursal física de Amazon en cada barrio, en cada lugar; el tiempo de vuelo para llegar a las zonas, a las casas, tiene que ajustarse a la capacidad de vuelo. Ya se han hecho los primeros experimentos con resultados exitosos.
En el caso de la frontera, tenemos otro asunto: los drones militares tienen una función de vigilancia. Los videos que “andan” en la red que nos dicen que los haitianos entran como si se tratara de una estampida, corroboran la intención de las autoridades de construir la verja fronteriza.
He ido al mercado binacional: millares de haitianos y dominicanos se aglomeran allí para vender cosas. La gente se anima. Sin drones, venden lo que sea: zapatos, perfumes, vestidos, huevos, comestibles y ron haitiano.
La gente no sabe la experiencia interesante que representa ir a ese mercado. Ahí no hay drones que los vigilen. Se trata de entender la dinámica del comercio de cada día. Como muestran los aficionados en el Mirador del Sur y en el Botánico, sus drones tienen un nivel de vuelo que no permite largas distancias. En cambio, desde una torre de control o desde un campamento de vigilantes fronterizos, se oye el comentario de alguien que mira el vuelo de uno de estos artefactos: “ese va rápido”.