Todo comenzó como una lucha de poder entre una estrella del tenis desafiantemente sin vacunar y un primer ministro que buscaba una distracción. Distracción de sus propios errores preelectorales en algo de más peso: una postura pública a favor de las regulaciones pandémicas y el bien común. Y el pecador de momento es Novak Djokovic.

Australia, orgullosa “nación deportiva” donde el primer Grand Slam de tenis del año comienza el lunes, vaciló de Djokovic durante más de una semana. A los australianos no les gustó mucho el modo en que su gobierno canceló sumariamente la visa de Djokovic en el aeropuerto. Después de toda la obediencia al confinamiento y a las campañas de vacunas, tampoco estaban contentos con el esfuerzo del atleta famoso. Por escabullirse en el país mientras eludía un mandato de vacunación contra la covid.

Pero luego se dieron una serie de extraordinarias revelaciones que prácticamente despejaron cualquier ambivalencia popular.

Djokovic admitió que no se había aislado el mes pasado cuando al parecer sospechaba —y luego confirmó— que tenía covid. Y culpó a su agente por una declaración falsa presentada en un documento migratorio que advertía que cualquier error acarrearía severas penas.

Así, los líderes de Australia decidieron que era suficiente. El viernes, el ministro de Inmigración del país canceló la visa de Djokovic por segunda vez. Lo que ponía en serias dudas su intento de alcanzar su vigésimo primer Grand Slam, un récord. Si Djokovic, el tenista mejor posicionado del deporte masculino, no logra recurrir con éxito la decisión en la corte, será detenido y deportado antes de competir.

Djokovic buscó jugar según sus propias reglas. Primero admitió que había entregado un formulario de ingreso en el aeropuerto. Ahí indicaba que no había hecho viajes internacionales en los 14 días previos a su llegada a Melbourne. De hecho, había estado viajando en avión entre su natal Serbia y España durante ese periodo. (Dijo que la declaración errónea fue un “error humano” de su agente).

El cuento empieza el 14 de diciembre cuando, según consta en una fotografía, acudió a un partido de baloncesto en Belgrado, la capital serbia. Allí se le vio con alguien que más tarde daría positivo a covid. El 16 de diciembre, según una declaración jurada que sus abogados presentaron en un juzgado federal australiano se sometió a una prueba PCR. La misma le fue devuelta con resultado positivo esa noche a las 8.

Al día siguiente, antes de recibir el resultado, dijo, se hizo una prueba rápida de antígenos que dio negativo. Entonces acudió a una ceremonia de tenis de menores en Belgrado, donde una fotografía lo muestra posando sin mascarilla cerca de unos niños.

Más tarde ese día, 17 de diciembre, Djokovic dice que se enteró del resultado positivo de su prueba PCR. Pero no procedió a ponerse en aislamiento durante 14 días, como requiere el gobierno de Serbia. Al día siguiente, el 18 de diciembre, realizó una entrevista periodística y una sesión fotográfica en su centro de tenis en Belgrado. Más tarde dijo que sabía que tenía covid, y dijo que haber hecho la entrevista había sido un “error de juicio”. Pero que se había sentido “obligado” a hacerlo.

Los periodistas involucrados dicen que nunca se les dijo que Djokovic había dado positivo.

Muchos australianos vieron deshonestidad y desprecio por los demás en las acciones de Djokovic. Por eso, al final, se molestaron y mucho.

La pregunta que muchos se han formulado es la siguiente ¿Con tantas personas dando positivos en Australia representa un atleta tanta amenaza?

Quizá no, pero las reglas son para todos.