En la parte más baja del Parque de las Praderas, donde están las canchas de tenis, baloncesto y balonmano, justo donde el camino -por llamarle de alguna manera- dobla hacia la izquierda y bien pegado a su borde, hay una alcantarilla de dos cuerpos, no muy grandes, de unos 80 centímetros cada uno de ancho y una profundidad de sesenta o setenta centímetros, que debe estar allí desde cinco siglos antes de la llegada del señor Colón. Una de sus tapas se fue rompiendo pedazo a pedazo hasta quedar sin ella mostrando al público sus vergüenzas cloacales interiores. La verdad es que no es muy peligrosa pues es bien visible, pero si un niño travieso se sale del camino correteando puede caer en ella y lastimarse. Pero por qué taparla si nunca ha sucedido nada, siguiendo la lógica del mínimo esfuerzo municipal tan frecuente en nuestro país.

Hace dos o tres años en dicho parque varios asaltantes atracaron de un fuetazo y al por mayor a varias familias que allí celebraban muy alegremente un cumpleaños, hecho que causó un gran temor entre los residentes cercanos y asimismo un escándalo pues los principales medios nacionales se hicieron eco de la noticia. Al día siguiente, o al otro, como era de esperarse, aparecieron las más altas autoridades del Ayuntamiento aquel que, según un famoso comunicador radial, lo era nada menos que ¨de las Américas¨ acompañada de una brigada de más de una docena de empleados.

Después de unas arengas ¨calmatorias¨ llenas de promesas y gestos aspaventosos sobre seguridad y cuidado del parque con los vecinos que acudieron al lugar a escucharlos, la brigada comenzó febrilmente a trabajar de abajo arriba y de arriba abajo dejando ese tramo totalmente limpio y ordenado, y ¡por fin! se ocuparon de la tapa ausente de la alcantarilla. ¿Y sabe usted lo que hicieron? Una solución digna de ser emulada por las autoridades alemanas que de seguro jamás tendrán tanta creatividad para resolver problemas semejantes. Pues cogieron una goma de carro usada y la pusieron encima como una nueva tapa… y santo remedio, así el hueco se reducía solo al ancho de la misma y por lo tanto con un diámetro algo menor ¿No es genial? ¿No es de una ecología reciclable digna de admirar?

Claro que al poco tiempo la goma también desapareció porque, aunque usada y desechada, todavía daba para tomarse un par de frías y estamos en un patio muy caluroso, y así el hueco de la alcantarilla volvió a su desnudez inicial, y seguirá por los siglos de los siglos, sin el Amén final, como un pequeño, pero representativo monumento a la dejadez municipal.

Pero aún hay más. En la calle 27 Oeste también de Las Praderas esquina al Cul de Sac 4, por donde acaba el parque en su zona más occidental, hay una pequeña estación subterránea de electricidad de un metro y medio de larga por otro tanto de ancha y de unos dos metros o lago más de profundidad. Está cubierta por tres losas de cemento de cincuenta centímetros cada una, y la del medio se ha roto dejando, está sí, un peligroso hueco pues si alguien cae en esa trampa de osos pude quedar muy mal parado…si es que puede parase.

Así lleva ya muchos días y según parece seguirá por muchos más, tal vez hasta que vuelva un nuevo Colón o salga en los periódicos la noticia de que un pobre señor o señora que pasaba de noche por ahí…ya no volverá a pasar. Claro que tampoco hay que preocuparse mucho pues algún alma samaritana o un avezado funcionario municipal ha colocado dos débiles y ya bastante secas ramitas de arbusto de una pulgada de gruesas  que asoman unos sesenta o setenta centímetros, y por añadidura dos pedazos de un cuarto de bloc a los lados como eficaz aviso de peligro a los transeúntes.

Otra genial idea, aunque no original pues las ramas aparecen en muchas alcantarillas sin tapa, que los ingenieros alemanes de seguro acabarán copiando y aprovechándose así sin pagar derechos de autor de nuestras originales y geniales tecnologías. Sistema más natural, barato, rápido y eficaz imposible. Para que luego digan de nuestro subsesarrollo. ¡Con lo que los alemanes tiene que aprender de nosotros!