¿Qué leen los docentes dominicanos? Esta pregunta no es anecdótica ni meramente informativa. Las personas razonamos y comprendemos el mundo a partir de las experiencias previas y dentro de las mismas están nuestras lecturas.

Imaginemos un profesor de Literatura con deficiencias lectoras, ha leído pocos clásicos y tampoco ha estudiado textos sobre estructura ni estilo literario. ¿Cómo puede guiar a sus estudiantes en la interpretación de una novela sin ir más allá de una simple conversación sobre gustos personales? ¿Podrá interactuar trascendiendo las meras descripciones de sentido común y evaluar con criterios razonables la calidad de la novela?

O imaginemos a un profesor de Historia con deficiencias de lectura. ¿Cómo puede fijar una postura fundamentada sobre un debate determinado si no ha leído sobre el objeto de discusión?

Estas interrogantes emergen de los preocupantes resultados de un estudio publicado por las investigadoras Berenice Pacheco-Salazar y Cristina Amiarma-Espaillat sobre los hábitos lectores de los docentes dominicanos y que confirman otros hallazgos similares sobre las deficiencias lectoras de los docentes en nuestro país. (https://revistas.isfodosu.edu.do/index.php/recie/article/view/601/462).

Uno de los resultados más preocupantes de estos estudios es el alto porcentaje de profesores que no leen textos relativos a su área profesional. Como consecuencia, estos docentes carecen de suficientes insumos para construir marcos conceptuales, comprender textos complejos, discutir sobre un tópico con un cierto nivel de abstracción, o formular correctamente los problemas a partir de los cuales el estudiantado debe reflexionar.

Una de las funciones fundamentales de un docente es el servir de enlace con la tradición. La persona que tiene como responsabilidad enseñar está llamada a presentar, formular, replantear y cuestionar los discursos que han ido conformando nuestros imaginarios del mundo.

Al mismo tiempo, el docente está llamado a propiciar espacios de deliberativos que permitan crear hábitos de pensamiento para generar conocimiento y formas de vida democrática.

Además, el docente debe ser un guía u orientador dentro de un mundo saturado de información. Evitando el adoctrinamiento, debe dar señales, criterios que propicien la discriminación entre conocimiento y superstición; información y bulo informativo.

Estas funciones no pueden realizarlas individuos carentes de recursos cognitivos y estos están indisolublemente vinculados con la formación previa, la cual, si bien no se adquiere solo a través de las lecturas, están imperiosamente relacionadas con ellas.