Nadie pensó que los sistemas de salud a nivel global podían caer en la incertidumbre extrema y sin saber qué hacer. Con la covid-19 nadie en el mundo se sentía seguro, salvo uno que otro tonto, idiotizados por las teorías negacionistas y conspirativas.
La paz mental y emocional del ciudadano desapareció de golpe. Todo se derrumbó dentro de Cid y dentro de ti.
Reportes de prensa desde los Estados Unidos mostraban un escenario sombrío. Observar en la pantalla de la televisión cómo se trasladaban los cadáveres en camiones sellados en New York, era desolador. Podían verse cuerpos momificados, envueltos en bolsas plásticas para ser enterrarlos en fosas comunes.
Si eso sucedió en New York, la capital comercial del mundo, qué fue en un país pobre y sin dolientes como el nuestro, murmuraba la gente en sus casas.
Nadie tenía una solución viable y creíble capaz de devolver el sosiego, prendiendo la llama de la esperanza a la población.
Pero los estadounidenses son sabios al elegir a sus gobernantes. Se cuidan siempre de que —cuando menos el presidente— sea un ser superdotado.
Es el caso de Donald Trump, quien se trasmutó en médico y recetó a los ciudadanos —no solo de EEUU sino a los de todo el mundo— tomar una dosis de cloro diario para evitar la Covid-19. Algo que muchos ardientemente desearon que hiciera él mismo. Al no hacerlo, nos brinda la prueba irrefutable de que abundan los charlatanes en esta tierra, pero escasean los pendejos.
El aumento creciente de la pobreza
El impacto de la pandemia de la COVID-19 sobre la pobreza mundial ha sido significativo. Los países de Latino América comienzan a sentir las consecuencias, identificando aquí y allí brotes de crisis económicas.
World Vision, ONG internacional que trabaja con niños en situación de pobreza a nivel mundial, estimó que la pandemia aumentará la pobreza en los próximos años. Cree que afectará en especial a los países en desarrollo o del Tercer Mundo.
La ONU por su lado, estima que alrededor de 689 millones de personas en el mundo se encuentran en situación de pobreza extrema. El pronóstico —de hacerse real— podría revertir 20 años de progreso en la reducción del hambre y la mejora de la salud de millones de niños en todo el mundo, según World Vision.
La vacuna contra enfermedades contagiosas y letales
Con tal de atender la emergencia de la COVID-19, se descuidó la vacunación a millones de personas que padecen enfermedades letales y contagiosas en el mundo.
En Colombia más de 26 millones de personas corren riesgo de contraer enfermedades infecto-contagiosas. El peligro se debe a la reducción de la cobertura de vacunas que ocasionan los sistemas sanitarios saturados por la Covid-19, nos advierte la CEPAL.
La sobre atención a la Covid, además, trajo un aumento del contagio de otras enfermedades como el dengue y la gripe común, ya que fueron relegadas a un segundo plano.
La violencia doméstica
El confinamiento multiplicó el roce entre los integrantes de las familias debido a que se pasaban todo el día bajo el mismo techo, dando vueltas como perros mordiéndose las colas. Ésta situación excepcional generó y podría seguir generando el crecimiento de la violencia contra niñas, niños y adolescentes.
La CEPAL estima que “el deterioro progresivo de los factores socioeconómicos en la última década ha reducido elementos esenciales de protección y puede generar un incremento aún más marcado de la violencia (…) debido al confinamiento”.
El deterioro progresivo de las economías familiares y nacionales, por la crisis que desató la pandemia pone en riesgo el presente y el futuro de la niñez. Les dificulta aprovechar las oportunidades del entorno debido a la violencia, vaticina la CEPAL.
Por todo ello, la pandemia se llevó la tranquilidad sociopolítica relativa. Se llevó la mediana estabilidad económica, responsable del crecimiento sostenido del PIB en varios países de Latinoamérica y el Caribe. Se llevó la capacidad de prever el futuro para hacer planes coherentes.
Solo nos trajo dolor, lágrimas y el sentimiento leve e insoportable de lo frágil de la vida en este mundo.