El PLD gobernó 20 de los 24 años que transcurrieron entre 1996 y 2020 (los últimos 16 consecutivos), ayudado por tres condiciones fundamentales: 1) la estabilidad macroeconómica y el crecimiento, 2) la unidad en la dirección del partido, y 3) la división de la oposición, primero del PRSC y luego del PRD.
Esas mismas condiciones favorecen ahora al PRM. Cierto, la pandemia hizo un hoyo en la economía del país, y luego la guerra en Ucrania, pero la gente lo ha entendido así.
Para que el poder longevo del PLD se tambaleara, se requirió un escándalo de corrupción de la magnitud de Odebrecht, que, por su carácter internacional, no podía fácilmente encubrirse en la República Dominicana. Además, Estados Unidos estaba decidido a que hubiese consecuencias para algunos beneficiarios de sobornos.
En aquel contexto del 2017, el movimiento Marcha Verde se hizo fuerte no simplemente porque la sociedad dominicana descubriera de repente la corrupción y se indignara, sino también porque sectores de poder apostaron a enfrentar el PLD que llevaba muchos años gobernando (lo mismo ocurrió en Brasil con el Partido de los Trabajadores).
Encumbrado en el poder, el PLD no se percató del riesgo que corría. Se percibía invencible después de tantos años gobernando, pero fue derrotado en el 2020.
El Gobierno enfrenta una oposición peledeísta dividida entre el PLD y la FP, a la que todavía le queda camino por recorrer para sortear sus diferencias.
Desde el triunfo electoral de aquel año, el PRM se beneficia de las condiciones que antes dieron longevidad gubernamental al PLD. Veamos.
Primero, para facilitar la estabilidad macroeconómica, el presidente Luis Abinader ratificó el mismo gobernador del Banco Central y nombró en puestos claves de su gabinete figuras vinculadas al alto empresariado que validan la confianza de las agencias calificadoras y los inversionistas.
A la vez, la alta dependencia de la economía dominicana de Estados Unidos ha asegurado buen flujo de divisas vía remesas, turismo y exportaciones. Así, la economía dominicana ha seguido creciendo y la moneda se ha mantenido relativamente estable a pesar del acelerado endeudamiento pandémico.
La inflación, que antes de la pandemia fue baja, ha sido un problema reciente, pero hasta el momento, no ha generado un descontento social explosivo. Si la inflación se reduce sin producir una recesión, el Gobierno habrá superado un trance económico difícil. Aunque queda pendiente el efecto negativo de la baja inversión pública de capital que se registra actualmente.
Segundo, el PRM, producto de una división del PRD, partido de históricas confrontaciones internas, ha logrado mantener la unidad partidaria, sobre todo, por la conciliación entre el presidente Luis Abinader y el expresidente Hipólito Mejía.
Tercero, el Gobierno enfrenta una oposición peledeísta dividida entre el PLD y la FP, a la que todavía le queda camino por recorrer para sortear sus diferencias. Y fuera del peledeísmo hay un archipiélago de mini partidos que se complacen o se ignoran.
En los próximos meses veremos transfuguismos y alianzas, en tanto el PRM logra aprovechar las debilidades de los opositores para posicionarse electoralmente.
En este contexto, para avanzar, la oposición debe trabajar con inteligencia y eficacia; si no, se la lleva la corriente.