En el quehacer cotidiano del accionar de los gobiernos, incluyendo los municipales y las personas que ocupan posiciones electivas en cualquier ámbito, público o privado, se acepta como estrategia legitima de comunicación política lo que los tratadistas denominan como “campaña permanente”, como un mecanismo, sobre todo de los gobiernos, “para mantener la gente a su lado”.

Empero, esos mismos expertos advierten a los jefes de estado y de gobierno, que “no pueden gobernar la sociedad por episodios, incidentes y erupciones”, lo que, expresado en buen dominicano, significa “cuidarse de actuar como un apagafuegos”.

“La promesa de la campaña electoral debe traducirse en la campaña gubernamental permanente, es decir, el mensaje debe responder y atender las necesidades y expectativas básicas del electorado”, sin manipulación aviesa, “y decir bien, lo que se hace bien”, como recomiendan los tratadistas de Relaciones Públicas.

“Pero si buscaran en el corto y mediano plazo un nuevo cargo de elección popular, le es imprescindible entregar buenos resultados, cumplir con las expectativas ciudadanas para que los logros de su gestión sean la mejor carta de presentación para su próxima postulación”, recomiendan los expertos.

Viendo en perspectivas, resulta fácil advertir que llegado el momento que el elector tendría la decisión en sus manos, el gobierno del presidente Luis Abinader habrá llegado con un débil posicionamiento, lo que es lo mismo que decir, habrá perdido el mito, definido como “la comunicación de tipo simbólico que tiene la función de generar esperanza”.

En otras palabras, habrá perdido la oportunidad de “vincular al ciudadano con el gobierno y hacerlo sentir parte de él es el logro del mito, y esto ocurre cuando el proyecto general de gobierno ha sido apropiado por la ciudadanía, y es sentido como tal”.

Dónde el gobierno perdió “el mito”. Donde el gobierno y su estrategia comunicacional se han ido de bruces, es en su pretensión de posicionar “una verdad” que contrasta con el diario vivir de la población, en la que su afán es hacerle creer que sus condiciones de vida “hace rato que cambiaron” para bien.

Sin embargo, lo que es una verdad axiomática es el grito de la gente por las dificultades que le genera el sostenido incremento de la canasta básica de alimentos, de las medicinas, de los materiales de construcción, el incremento de la factura eléctrica y aumento de los apagones.

A esto se añade el inicio de un año escolar en precarias condiciones nunca vistas, falta de butacas, déficit de aula, alimento deficiente en cantidad y calidad, incremento exponencial de la nómina, con cinco empleados por cada maestro, lo que rompe un récord inédito en el Ministerio de Educación.

Todo esto trae como consecuencia un creciente descontento, promesas incumplidas, escasas o muy pocas realizaciones, y lo peor aún, la proclividad del presidente Abinader de repetir las mismas promesas, pero envueltas en anuncios de paquetes de inversiones, olvidando que muchas de esas obras ya habían sido anunciadas.