A comienzos de agosto,  el general José Miguel Soto Jiménez me pidió que le diera su opinión sobre un texto que ya entonces era el borrador final del libro que hoy se pone en circulación. Atendí de inmediato su petición porque la lectura de todo escrito de este oficial e intelectual de primer orden, resulta grato por la amenidad de su prosa, la originalidad de sus temas y la pulcritud con que aborda cada proyecto en que se embarca, con la estricta disciplina y honradez del buen soldado.

Y me permito llamarlo soldado porque el legendario Patton solía llamarse de esa manera, por entender que el rango  de general se obtiene con años de servicio y lo otro provenía de la entrega a un compromiso con la patria. De manera pues que Soto Jiménez es un soldado de la historia. Y este nuevo libro lo confirma. Soto Jiménez es miembro de la Academia de la Historia, una condición que se ha ganado con justicia y con ingente laboriosidad.

El protagonista de esta noche  es uno de los escritores dominicanos más fecundo y culto, incansable trabajador de la historia militar y política del país. Esta noche pone en nuestras manos una obra de incalculable valor sobre nuestro acontecer  reciente, que generará una importante discusión acerca del expresidente Joaquín Balaguer.

Su nuevo texto titulado, “El Doctor. Aproximación a un personaje premeditadamente indescifrable”,  es un retrato amplio y objetivo de la personalidad del líder reformista, fallecido el 14 de julio del 2002, y una radiografía  de la sociedad dominicana de hoy y de la que el personaje biografiado gobernó por 22 años, que siguen siendo la misma.

Pero sobre todo, es un libro que hacía falta, porque aborda con seriedad el ambiente político de esos años, el prolongado tránsito de Balaguer por el poder, que el tiempo y el enfriamiento de las pasiones han ido situando en su justa perspectiva y dimensión.

Soto Jiménez penetra en su texto casi todas las facetas del exmandatario, en especial su excepcional condición de tribuno, haciendo referencia, en su comparación con otros grandes oradores como Eugenio Deschamps, la influencia que este tuvo sobre Balaguer citando específicamente como ejemplo el discurso de bienvenida a Máximo Gómez, en la que, según afirma, se encuentra “la raigambre retórica de Joaquín Balaguer en sus discursos”.

Tenido por sus adversarios como un títere de la política imperial de Estados Unidos, Soto Jiménez aborda este aspecto de las presidencias de Balaguer,  resaltando su decisión en la etapa casi final de sus gobiernos  de emprender un acercamiento a Cuba y  la adopción de otras importantes acciones que desafiaron el poder norteamericano.

Este nuevo libro de Soto Jiménez es un valioso aporte al estudio de una de las personalidades más influyentes de nuestra vida política, examinándolo desde una óptica objetiva que demuestra una vez  más el valor de la pluma de este gran militar y juicioso escritor e historiador.

De alguna manera queda claro en las páginas de este libro que Balaguer, el calumniado, fue en cierto modo una víctima de su tiempo. Le tocó gobernar a un país lleno de problemas, de enormes desigualdades, en medio de la Guerra Fría. Sin pretender justificar muchas de sus decisiones más cuestionadas por los políticos de su tiempo, es justo analizar con sobriedad que algunas de ellas difícilmente podían haber sido evitadas.

Asumió su primera verdadera presidencia en julio de 1966 con fuerzas de ocupación en el territorio nacional y un ejército dividido, recién terminada una guerra civil que costó más de 5,000 vidas, y una economía sin capacidad para atender los requerimientos de una sociedad que reclamaba más de lo que ella misma producía o generaba.

Se le criticó, y aún resuenan esos ecos en el circo de la política nacional, su legado de irrespeto a los derechos humanos. Pero se olvida e ignora, adrede por supuesto, que un clima de respeto a las libertades ciudadanas no se crea mediante leyes y decretos, porque la democracia y  la observancia y garantía de esos derechos son el fruto de años de respeto a las leyes y el absoluto cumplimiento por los ciudadanos de sus deberes. Y es así, porque la democracia solo funciona cuando alcanza el rango de un hábito diario de respeto ciudadano a la Constitución y las leyes, dimensión que estamos  muy lejos de haber alcanzado para desgracia de nuestra generación y las que ya pujan por ocupar nuestro lugar.

Sin que pretenda con lo dicho reivindicar su gestión de 22 años, sí es justo reconocer que redujo la pobreza, ensanchó la economía, amplió la clase media, protegió el medio ambiente y creó las bases del desarrollo de la democracia bajo la cual vivimos, imperfecta si se quiere, pero lo relativamente fuerte hoy para inspirar en el ánimo nacional la fuerza suficiente para intentar, cuando la terquedad y el miedo a nuestro propio potencial que nos paraliza lo permitan, el gran salto al porvenir al que aspiramos y tenemos derecho.

Obviamente, “El Doctor” con la mayúscula que el autor describe y titula este libro, no fue un santo, ni nada que se le parezca a un demonio. Fue un realista que tuvo la capacidad de conocer sus límites y el alcance de ellos en las circunstancias distintas y difíciles en las que gobernó.

Fue un gran constructor y la herencia material en el ámbito de la infraestructura física, presas, carreteras, escuelas, hospitales, y muchas otras obras, no tenía ni tiene parangón. Se le acusa todavía de haber sido un ultraderechista recalcitrante, pero en medio de la confrontación Este-Oeste, legalizó las actividades de los partidos  de ideología comunista, que le combatían con fiereza, inició el proceso parcial de reanudación de relaciones con Cuba en el apogeo de la revolución castrista, amplió nexos con naciones del bloque oriental europeo y propuso e hizo aprobar leyes agrarias que otras naciones latinoamericanas todavía no han siquiera intentado, que atacaron fieramente un sistema de explotación rural casi esclavista.

El fantasma de la corrupción persigue años después de su muerte, la legitimidad de sus gobiernos. Pero aun cuando la imputación tiene bases, y como bien recrea Soto Jiménez en esta obra, el Doctor solía admitirla y justificarse diciendo que ella “ se detenía a las puertas de su despacho”. Obviamente una defensa pírrica y cínica tal vez, si sus sucesores que tanto la usaron para incriminarlo moralmente no lo superaran  abrumadoramente en esa área de la debilidad democrática dominicana.

No creo que esta obra intente ser una defensa a ultranza de Balaguer. Lo que sí permite ver una lectura sin prejuicio de este magnífico ensayo, es su importancia como base para un estudio de la figura política más importante y trascendente de la historia dominicana de la segunda mitad del siglo pasado.

Como historiador me atrevo asegurar que las páginas de este libro, serán de mucha utilidad para el conocimiento y comprensión de una de las etapas más interesante y menos estudiada del pasado reciente dominicano. Y como escritor les aseguro que sus páginas contienen un volumen enorme de datos bien escritos, con estricto respeto a los hechos narrados con el sello de la probada honradez intelectual del autor.

Mis felicitaciones sinceras al admirado amigo Soto Jiménez por la acogida que tendrá este nuevo producto de su fértil imaginación y enorme capacidad de trabajo. Muchas gracias.

Texto del periodista y escritor Miguel Guerrero, Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Historia, leído en la puesta en circulación del libro “El Doctor”,  del general José Miguel Soto Jiménez, el miércoles 28 de septiembre de 2022, en la Universidad del Caribe.