Con motivo del aniversario de los asesinatos de Manolo Tavares Justo, junto a 14 de sus compañeros de guerrilla, del dirigente revolucionario Homero Hernández y del coronel de abril, Francisco Alberto Caamaño Deño, volvió a saltar a la opinión pública, y por enésima vez planteada, la creación de una Comisión de la Verdad.
Pero también ese mismo planteamiento se ha puesto de manifiesto en varias de las entrevistas que el periodista Fausto Rosario, director de Acento, ha venido haciendo a personalidades que han sido y son dirigente de izquierda, con el propósito de reconstruir la historia de ese movimiento en la República Dominicana.
Oportuno es saludar y destacar el extraordinario aporte que el colega Fausto Rosario hace al pueblo dominicano, a las presentes y futuras generaciones, con las que se rescatan trascendentales episodios, y hasta anécdotas de gran valor históricos, expresada por los propios protagonistas y por historiadores, que de otras maneras pudieron quedarse en el anonimato, o conocida de manera dispersa, y no sistematizadas, como lo ha logrado el destacado comunicador.
Verdad entumecida
En dos entregas anteriores he tratado el tema, en uno destacando la importancia de la creación de una Comisión de la Verdad, que descentraría asesinatos horrendos que han quedado impune, y que solo a través de una instancia como esta pudieran hacer justicia, de manera que los autores intelectuales y materiales, aun cuando gran parte de ellos están muertos.
Y en otro trabajo establecía que esta propuesta, que con justa y sobrada razón histórica, viene apareciendo de manera cíclica desde hace décadas, pero que parecería que aspiración se ha conducido con una visión que podrían calificar de limitada, ya que su reiterado clamor se percibe como una demanda que solamente estaría dirigida al Estado, como la más alta instancia jurídico-política de la Nación.
De ahí que me haya atrevido a recordar que especialistas recomiendan que la creación de una Comisión de la Verdad debe ser una propuesta fundamentalmente asumida, dirigida y orientada hacia los organizaciones políticas, sociales y personas más identificadas y comprometidos con esas aspiraciones más sentidas, nobles y justas causas de la sociedad.
Vale decir, las organizaciones promotoras y defensoras de los derechos humanos, los partidos progresistas y de izquierda, los familiares de las víctimas, los que sufrieron las torturares y cárceles, así como todas las personas que se sientan comprometidos con esa demanda de justicia entumecida desde hace más de 60 años.
Crimen de lesa humanidad
Los asesinato, torturas y vejámenes que denigran la dignidad humana, por su naturaleza, son calificados como delito de lesa humanidad, no prescriben, aun cuando en los múltiples y horrendos casos como los sucedidos en la República Dominicana, hayan permanecido impunes por más de 60 años, según lo establecen organismos internacionales competentes como la Corte Penal Internacional.
Como “cosas no se aclaran nunca con el olvido ni con el silencio”, es tiempo ya de que la propuesta de creación de una Comisión de la Verdad se haga una realidad, y que no sea solamente un recuerdo en la conmemoración de trascedentes fechas heroicas, como el tiranicidio del 30 de mayo de 1961, el 14 de junio de 1959, los brutales asesinato de las hermanas Mirabal, del coronel Caamaño, de Manolo, de Homero Hernández, entre otros ochos horrendos que estremecieron la consciencia nacional.
La creación de una Comisión de la Verdad, como las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, tendría extraordinaria misión histórica desentrañar los abominables asesinatos, torturas y los cientos de acto inhumano que atentaron contra la integridad física y mental de los miles de personas que sufrieron los más viles y crueles desmanes, y son hechos que están ahí, presente en la consciencia ciudadana, esperando por justicia.