Un sistema educativo basado sólo en reglas, con una estructura jerárquica vertical (desde arriba hacia abajo) no promueve el desarrollo de competencias ni obtiene los aprendizajes esperados.

Tampoco presta atención a las personas, ni a la interacción, ni al debate, ni a la observación, ni a la escucha, ni a la reflexión, ni a la innovación; sino que atiende primero a los papeles, a las estadísticas, a los números, a los informes y a los llenados de fichas que se les exigen a los docentes y directivos de la escuela.

Formularios que deben ser aplicados de inmediato, con fiscalización y supervisión casi militarista, para ser entregados a la jefatura distrital o regional, y de ahí a la sede de la jefatura mayor; pasando al segundo plano, el acompañamiento al docente en su espacio áulico, relacionado con lo didáctico y lo pedagógico, con el proceso de enseñanza y aprendizaje como tal.

Esto lleva a que docentes y equipos de gestión de la escuela, tengan que asumir igual nivel de improvisación que el MINERD, y también conlleva a que una parte importante del tiempo laboral y hasta extralaboral tenga que emplearse atendiendo a las exigencias de un instrumento tras otro, como si lo más importante fuera registrar información, sea esta oportuna o no.

Cuando se convoca a reuniones, grupos pedagógicos y talleres o jornadas de capacitación, parecería que lo más importante fuese el trámite de la constancia de un acta, la lista de firmas o las fotografías para las redes sociales, y no la formación integral, ni el contenido a tratar o los conocimientos que el docente pueda construir en dichos espacios.

Se asume, entonces, que es esta una de las razones por las que el día a día en la escuela transcurre en un ambiente de rigidez, que ha convertido al sistema educativo en un modelo técnico-burocrático, en contradicción con lo que establece el currículo dominicano, cuando se afirma que el mismo es abierto, participativo y flexible. Es la llamada juridificación de la que habla Jürgen Habermas en su teoría de la comunicación y las relaciones.

Seguimos precisando de una creatividad y de una mayor autonomía en la enseñanza y el aprendizaje (Antonio Bolívar, 2012). Anhelando un sistema educativo de un modelo dialógico, horizontal, coherente, con atención a lo humano, a los sujetos; en el que se promueva el respeto antes que la denigración; la planificación antes que la improvisación, y la motivación antes que la represión. En el que la autoridad educativa se considere como orientadora y acompañante de procesos, más que fiscalizadora.