Los más recientes acontecimientos que se han suscitado en el plano geopolítico y geoeconómico entre Rusia y China, no solo con la reconfiguración del orden mundial a través de la ampliación de la membresía de los países del bloque BRICS de economías emergentes que componen Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, sino por el hecho de que parte de esos países, específicamente China, India y Rusia, están realizando transacciones comerciales con la adquisición de crudo en yuan, y no en dólar estadounidense, lo que lleva a muchos a pensar que el fin de la hegemonía del dólar estadounidense como moneda de reserva mundial ha llegado a su fin.

Para entender de manera más holística este fenómeno, debemos partir de la clasificación que realiza el geopolitólogo mexicano Alfredo Jalife-Rahme sobre la desdolarización. El doctor Jalife la divide en tres vertientes: desdolarización comercial, desdolarización con revaluación del dólar (financiera) y la desdolarización de la divisa de reserva.

Vamos a iniciar analizando qué está sucediendo con la desdolarización comercial. A pesar de que en el corto plazo se percibe un proceso de decadencia del uso del dólar estadounidense en el comercio global, no solo por el conflicto geopolítico y geoeconómico entre China y los Estados Unidos, sino que otros países emergentes han iniciado a comercializar en otras divisas (yuan) como es el caso de India y Arabia Saudita. De acuerdo con el Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés), cerca del 50% del comercio global se realiza en dólares estadounidenses, lo cual muestra una merma considerable en comparación con décadas anteriores. Este es el único frente del proceso de desdolarización que muestra una merma considerable del dólar estadounidense.

En cuanto a la desdolarización financiera, esta no muestra señales de ocurrir ni en el corto ni largo plazo. De acuerdo con el Banco Internacional de Pagos, cerca del 90% de las transacciones globales de monedas se realizan en dólares estadounidenses. De igual manera, según datos de la Reserva Federal de Nueva York, cerca del 58% de las transacciones financieras globales son realizadas en dólares estadounidenses, en 2014 esta cifra representaba un 63%. Esto es un claro indicativo de que el mercado bursátil estadounidense es el de mayor liquidez del mundo, por lo que resulta muy difícil que el dólar estadounidense pierda su hegemonía en este frente.

En cuanto a la desdolarización de la divisa de reserva, este fenómeno aún no presenta una fragmentación importante, ya que según el Fondo Monetario Internacional (FMI), cerca del 60% de las monedas de reserva que poseen los bancos centrales del mundo están denominadas en dólares estadounidenses, en comparación con el 70% que era a principios de los años 2000. Por tal razón, vemos como una discusión extemporánea inferir que estamos en la antesala del fin del dominio del dólar estadounidense, ya que dicha aseveración carece de cualquier fundamento lógico con la realidad de las finanzas internacionales y del papel que juega el dólar estadounidense como ancla en el orden geoeconómico. Las economías como China, que tienen superávit comercial, necesitan una demanda basada en dólares estadounidenses para compensar su propio consumo débil y sus altas tasas de ahorro.

El sistema financiero mundial se basa en la estabilidad del dólar y el gran déficit comercial que tiene Estados Unidos. En esencia, los Estados Unidos exportan la estabilidad del dólar estadounidense a cambio de bienes y servicios a un precio más barato y mejoran el bienestar de sus ciudadanos. En cambio, las principales economías comerciales obtienen una moneda que es más sólida que la que poseen: piensen por un minuto en el yuan (China), que depende de la profundidad de los mercados de liquidez global basados en el dólar estadounidense para mantener el régimen monetario de ese país. Esa dependencia, a su vez, refuerza la hegemonía del dólar estadounidense.

China es un ejemplo de ello. Para que China, que representa el 2.7% de las reservas monetarias mundiales, se convierta en una verdadera moneda de reserva, tendría que liberalizar el yuan. Tal relajación resultaría en una disminución de la capacidad de los reguladores financieros para controlar el crédito, renunciando a cualquier control de su cuenta de capital y cuenta corriente. Por consiguiente, China tendría que estar dispuesta a modificar su sistema económico para que su economía desempeñe el mismo papel que la de los Estados Unidos. Dados los arreglos políticos actuales de China, eso no sucederá, y el dólar estadounidense seguirá siendo dominante al menos en el mediano plazo.

Además, con demasiada frecuencia se descarta el poder blando de los Estados Unidos. El estado de derecho, la inversión extranjera directa, con la notable excepción de China y Rusia, así como el apoyo del dólar al orden basado en reglas, refuerzan el poder económico y financiero de los Estados Unidos.

Lo que sí puede dar al traste con la pérdida del dominio del dólar estadounidense es la álgida situación política que vive el país, que puede resquebrajar los cánones institucionales que sustentan su sistema económico y político, así como las instituciones satélites que han sustentado el sistema financiero global, inicien una cruzada en contra de la economía estadounidense (agencias calificadoras de riesgos) y el problema de la deuda de ese país que sobrepasa los US$ 32 billones, algo que dejaría en calzones al dólar estadounidense como moneda de reserva mundial, que reforzado en una reconfiguración geopolítica cambien las reglas de juego a largo plazo. Y, finalmente, un proceso de desglobalización de la economía mundial y más regionalización en bloques como ocurrió antes de la Primera Guerra Mundial, esto sin dudas decretaría el fin del dominio del dólar estadounidense. Mientras todo eso ocurre tras bastidores, el billete verde es el principal jugador en la cancha de la economía global.