Como hemos dicho en el artículo precedente, es enorme la cantidad de creencias, metáforas, símbolos y bibliografía que conforman la literatura apocalíptica, los cuales pronostican el final de la historia. El cristianismo, cuyo origen se remonta hacia 2000 años atrás, ya no es una simple agrupación religiosa, sino que con el transcurrir del tiempo, ha observado un crecimiento tan preponderante que sus lineamientos han permeado e influenciado los diferentes estamentos de las sociedades. El proceso de maduración que ha experimentado la religión cristiana es realmente incuestionable. Esa madurez está evidenciada en la expansión cuantitativa y geográfica de su membresía.
Desafortunadamente, en la actualidad, oímos, leemos y vemos diversos actos que causan pena. Los medios de comunicación están desbordados de información que sale de los escondites monásticos, iglesias reformadas y comunidades evangélicas; hechos que deslucen las buenas costumbres, socavan la fe, empañan la esperanza, y acortan las ganas de ser consagrados a las herencias ancestrales.
Esta confesión religiosa, la más numerosa y divulgada, ha madurado; y luego de haber alcanzado el sitial más destacado y alto en la civilización occidental, parece que comienza a dar visos de degeneración.
En este momento histórico, y de manera patética, presumimos ver a los cristianos en deslices de inmoralidad, carencias de fidelidad, secularización, debilidad espiritual, depravación sexual, y muchos otros males que actúan en detrimento del cumplimiento de las vocaciones a las que han sido llamados. Esto viene sucediendo, y son notables las múltiples desviaciones de las premisas dogmáticas, modos litúrgicos, tendencias espirituales, énfasis culticos, devociones privativas y sincretismos con misterios paganos.
El cristianismo sigue siendo la religión más extendida, con más de 2,400 millones de adeptos en 4,200 iglesias autónomas, así como diversas comunidades que auspician este credo, sin embargo, este milenario y super poderoso pueblo místico con presencia e influencia en gran parte del territorio mundial, parece que ha llegado al tiempo de su transformación o natural destino de desvanecimiento.
Tomando esto en consideración, se debe meditar en la declaración de Jesús cuando habló a sus discípulos, quienes habían quedado admirados de los edificios del templo (Mateo 24:2), diciendo: “¿Ven ustedes todo esto? Pues les aseguro que no va a quedar ni una piedra sobre otra. Todo será destruido.” De hecho, el templo fue destruido años después.
Todo lo que existe en el globo terráqueo nace, crece, desaparece o muere. Así ocurre con las frutas, árboles y bosques, animales de todas las especies, incluyendo los seres humanos, los pueblos, las instituciones, comunidades cívicas, naciones, partidos políticos, los imperios; de igual modo, y conforme a las reglas de la naturaleza, ha llegado el tiempo apocalíptico de la transformación y decaimiento del cristianismo.
La religión y las ciencias se entrelazan y tienen coincidencias. Los astrofísicos que estudian los sistemas planetarios y los cuerpos que gravitan en el espacio sideral, están planteando que, como toda cosa existente, el universo se extiende; aunque se conjetura que, en un tiempo no previsible, se congelará.
Puede darse el caso de que todos los hechos cuestionables que están aconteciendo en múltiples lugares e instituciones pertenecientes al cristianismo resulten congelados. Ahora bien, lo que nunca se congelará es la grandeza inescrutable de Dios nuestro Señor, ni el principio insoslayable de que Jesucristo es y será el camino, la verdad y la vida.