Durante dos años consecutivos tuve el humilde honor de asesorar a uno de los abogados más prominentes del país con relación a veinte años de investigación que había realizado con respecto a la política desde los griegos hasta nuestros días. Me refiero al doctor Mario Read Vittini, a quien oí decir que un juez tiene la condición de antropólogo, de etnógrafo y de humanista.En consecuencia, debe buscar el asiento de un hecho con rigor, profesionalidad y paciencia; alejado de las presiones interesadas y los intereses espurios para no contaminar las pruebas del mismo.
Debe ser el juez discreto en sus hallazgos y tratar por todos los medios de no lastimar la dignidad del imputado, porque eso no solo violenta la Ley sino que también atenta contra una sana justicia. En ese contexto, no hay que hacer un análisis psicológico para entender que en el Ministerio Público existe una mano oculta que intenta dañar la reputación del Lic. Lisandro Macarrulla.
Abro un paréntesis, al estilo de Joaquín Balaguer en Tebaida lírica, para indicar, en el presente soliloquio, que la magistrada Mirian Germán Brito queda fuera de toda duda. Ella es la principal heroína de la justicia por su buen desempeño durante más de veinte años sin ser tachada de ningún acto reñido con la ética. Doña Miriam siempre apuesta al triunfo de la razón y pertenece a la escuela de Epicuro, quien llegó a decir que la base del conocimiento es la evidencia de la percepción sensible.
Esta concepción filosófica aplicada al Derecho que se imparte en las universidades a nivel mundial, desdice mucho con relación al caso del Lic. Lisandro Macarrulla, a quien se le han imputado hechos que no han sido comprobados; actuando con premonición, inquina y alevosía, sin ir al fondo de las incidencias. En un sano Estado de derecho todo ciudadano es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Cualquier proceso judicial se cae si no es llevado ante un juez sostenido sobre pruebas irrefutables y sólidas. Y hasta ahora nada de eso se ha hecho en relación al Lic. Lisandro Macarrulla.
Las retaliaciones políticas, los egoísmos y las pasiones airadas se han asociado para sembrar gérmenes emponzoñados. Están ahí, a la vista de todos.
No es tan fácil hallar pruebas en un colosal montón de documentos que sobrepasa los veinte tomos, y cuidado si más, con invenciones a granel. En medio de un folklore de acusaciones vacuas falta mucho por determinar en el caso de la construcción de las cárceles de Las Parras.
Pero había que celebrar al estilo de don Ramón M. del Valle-Inclán, memorable novelista español perteneciente a la generación del 98, quien en unos de sus textos narrativos inventa la figura del “esperpento”, y destaca que toda obra infiltrada de sarcasmo, de profundo sarcasmo, ironía, desdén y odio, acaba por ser una obra inaguantable. Pues eso ha sucedido con el expediente puesto a circular de manera clandestina, como esa película de terror para provocar pesadillas, espantos y miedos y, de paso, lesionar la imagen del primer ministro del Gobierno de Luis Abinader Corona, y con ello armar una tormenta de morbosidad al estilo propio de calumniadores o sicofantas.
Los que investigaron el caso de las cárceles Las Parras pasaron por alto los aspectos fundamentales del citado proyecto. Aspectos que han ido a parar a ríos y cañadas de aguas putrefactas y, como los judíos, han puesto el espejo de cara a la pared en una casa en duelo. Este caso, repito, bien podría titularse de “comedia bufa” al estilo del teatro griego antiguo.
Simplemente, no se explican los argumentos de modo preciso. Por el contrario, el propósito en su primera fase era sorprender al público para que este montara un show mediático. Mientras, por un lado, sectores políticos festejaban, a ritmo de samba y con el whisky más caro, el haber quitado de en medio al hombre que le da estabilidad económica al actual Gobierno como se ha demostrado, y, al mismo tiempo, provocar que la locomotora del progreso y la transparencia, manejada por el presidente Luis Abinader Corona, aun en medio de la peor crisis económica que vive el mundo como consecuencia de la COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania –que ha disparado los precios de los alimentos y los de la materia prima a nivel internacional– tuviese una avería mecánica y quedara varada en medio de la vía.
¡Bárbaros!, actuaron con odios y resentimientos seculares; no pensaron en que la dignidad de cualquier hombre, aquí y allá, debe respetarse, porque así lo consignan los Derechos Universales; ¡no repararon en el sufrimiento de una familia que nunca ha hecho daño a nadie! Que tanto el Lic. Macarrulla como su familia trabajaron duro durante décadas para asegurar su futuro. ¿Qué clase de humanismo se practica en ese Ministerio Público?
Una cosa deben saber los que se escudan en el Ministerio Público: que los ataques irreflexivos en contra del Lic. Lisandro Macarrulla les van a salir muy caros. Sus méritos no van a quedar en el olvido o confinados en el zafacón de la ignominia. Que sepan que a los hombres de bien, por más que traten de empañar su imagen, el tiempo se encarga de restaurar sus daños porque la naturaleza no hace causa ni pacta con el odio.
Nada más oportuno para recordarles a los apóstatas que han tomado por asalto el Ministerio Público que, como francotiradores de las mentiras, con sus acciones maquiavélicas están provocando un volcán en erupción que puede hacer colapsar la esperanza de muchos dominicanos que defienden su independencia debido a que los casos de corrupción, narcotráfico y de otras índoles anteriormente se resolvían en las oficinas de los abogados.
Restar méritos y honestidad al Lic. Lisandro Macarrulla es, evidentemente, un acto de cobardía. Estamos seguros, y conociendo su templanza, de que vencerá el cúmulo de obstáculos que le han puesto en su camino. Pretenden aguijonearlo, ignorando el espíritu de las leyes, y de ese modo coartar su libre albedrío.
Las retaliaciones políticas, los egoísmos y las pasiones airadas se han asociado para sembrar gérmenes emponzoñados. Están ahí, a la vista de todos.
La verdad se encuentra descrita en los libros de Derecho; sin embargo, jueces del pasado y de hoy intentan conculcar derechos y convertirlos en meras abstracciones y en resentimientos que aúpan el linchamiento, ya sea a través de las redes sociales o los mecanismos oscuros de la política.
Hay jueces que les ha dado por soñar imposibles al poner sus togas al servicio de sus apetitos personales e intereses particulares. Tal estado de cosas ha creado un funesto y terrible caciquismo, pasando por alto la dignidad humana de los imputados.
Afirmaba Ernest Renan que “para llegar a una verdad hay que pasar por diez errores”. Ahí se lo dejo como asignatura pendiente.