En un programa radial, sus tres conductores debatían un tema muy interesante. Elogiaban un comercial, aparentemente surcoreano, en el que se señalaba que unos padres estaban en el proceso de comprar una Tablet para su niño de 5 años y cuando el dependiente se entera de que era para ese niño tan pequeño, les dice que está prohibido, invitándolos a regresar cuando el niño cumpliera 12 años.
Los presentadores estaban de acuerdo en que era lo correcto y señalaron su aceptación a controles que eviten que niños en edades tempranas se vieran impedidos de lograr su desarrollo normal, por estar expuestos prematuramente a estos equipos. Una presentadora disentía de los demás por el hecho de que consideraba que una ley que regulara esto sería una injerencia del Estado en el seno de las familias, ya que señalaba que debía ser responsabilidad exclusiva de los padres. Confieso que me encantó el debate de estas tres personas de mentalidades positivas y con el único interés de aportar luz en esta situación. La cuestión se centró en: ¿es correcto que el Estado tome cartas en una decisión que debiera corresponderle a los padres?
La presentadora que se oponía señalaba lo desagradable que le resultaba que el Estado se entrometiera trazando reglas en la crianza de los hijos, considerándolo de mal gusto y hasta peligroso. Pero los demás resaltaban que como existen muchos padres incapaces de proporcionar una educación adecuada a sus niños, debía garantizarse la formación de estos, ya que en definitiva la sociedad pagaría los “platos rotos” por la deficiencia de sus miembros. Interesante debate y más complejo de lo que parece.
Estos medios digitales diseñados para captar nuestra atención e incluso hacernos adictos a ellos, pueden causar estragos cuando son utilizados tempranamente por los niños, provocándoles deficiencias brutales en el desarrollo. Entre las áreas de desarrollo que podrían afectarse tenemos: la comunicación, personalidad, empatía, vida afectiva, habilidades psicomotoras, control de emociones, manejo de estrés y trabajo en equipo. Al criarse encerrados se afectan también otras áreas como el sistema inmunológico, el nutricional y la inteligencia espacial. Evidentemente estos niños no saben esto y lamentablemente muchos adultos tampoco. Es llamativo el incremento de trastornos del espectro autista, psicosis, neurosis y déficit de atención en niños, pero usualmente evitamos admitir que estamos haciendo algo incorrecto. Es preciso reconocer que el tiempo de relación padres-hijos es actualmente muy reducido y algunos padres con cierto grado de complejo de culpa ven como una solución, el comprar para sus hijos un equipo que “virtualmente” compense este ausentismo. Además, muchos adultos que no son capaces de mantener reglas firmes en el hogar podrían dejarse influir por los berrinches del hijo, el medio social o consejos de algunos que recomiendan complacerlo en todo para evitarle frustraciones.
Pero al aceptar que sea el Estado que dicte normas sobre aspectos como éste, es válido preguntarse: ¿hasta qué punto un gobierno podría interferir con la crianza en las familias? Es comprensible esta preocupación frente a regímenes totalitarios o autocráticos, fascismos, dictaduras, agendas ocultas favoreciendo intereses mezquinos, etc., (lo que debe pensarse antes de elegir malos gobiernos).
La Sociedad tiene que proteger al niño y esto debe hacerlo hasta por encima de los padres si fuera necesario, y de hecho lo hace. Es sabido de padres que prostituyen sus hijos, los exponen a grandes riesgos, los incitan a vicios, los explotan, no les permiten estudiar, etc., en todas esas situaciones las sociedades civilizadas podrían incluso eventualmente quitarles la autoridad parental, para lo que se dispone de instituciones que se hacen cargo de la crianza de los pequeños. Lamentablemente es una solución aceptable pero no ideal. Estos hijos criados sin padres tienen riesgos de padecer trastornos emocionales, deficiencias cognitivas o conductas antisociales. En el perfil de los más famosos asesinos en serie se suelen encontrar historias como éstas.
La sociedad impide que los niños sean sometidos a vicios, peligros y abusos, en ese mismo orden deberá protegerlos de las posibles complicaciones si son expuestos demasiado temprano a los equipos digitales. A la comunidad científica le corresponde establecer la edad recomendable para iniciar el uso de estos dispositivos y a los legisladores, establecer leyes que garanticen un nivel aceptable de protección (tarea muy difícil, entre otras cosas por los intereses económicos que se verían lesionados en caso de establecer esta restricción).
Esta es una amenaza nueva y todavía no estamos tan conscientes de su gravedad, pero cada vez detectamos mayores evidencias de sus posibles daños. Realmente las alteraciones mentales que se incrementan en la humanidad, normalmente dependen de hábitos negativos que asumimos de manera inconsciente. De manera ideal, los padres deberán proteger a sus pequeños, pero toda la sociedad debe garantizar que así sea, por el bien del niño y por el futuro de nuestra especie.
Los adelantos modernos suelen recibirse con exceso de optimismo, pero la experiencia nos permite valorarlos mejor y establecer las regulaciones que permitan utilizarlos con la sabiduría necesaria.