Recientemente el Senado de la República convirtió en ley el proyecto que crea un Régimen de Incentivos Fiscales a la Aviación Comercial Nacional y el mismo fue devuelto al congreso por el poder ejecutivo, que explica en una comunicación enviada de que “ la pieza aprobada extiende a operadores aéreos nacionales e internacionales con establecimiento en el país que se dedican al transporte de pasajeros, carga o correo nacional o internacionales y al conjunto de actividades vinculadas a la explotación comercial de rutas de aeronaves civiles para el transporte interno o internacional de pasajeros en la República Dominicana”.

Sin embargo, indica que el anteproyecto de ley enviado al senado se circunscribía a “crear un régimen de incentivos fiscales” para vuelos comerciales internacionales de pasajeros, operados por aerolíneas nacionales o extranjeras establecidas de manera permanente en el país y continúa señalando que ello podría “afectar la proyección de las recaudaciones fiscales”, contrario a la propuesta original.

Aunque desconocemos el alcance de esta ley, habíamos indicado en un artículo anterior que este anteproyecto de ley, tal como había sido enviado al senado al analizar y ponderar los incentivos que se proyectaban en el mismo, no representaba diferencias apreciables que pudiesen incentivar verdaderamente el desarrollo de la aviación nacional. Hay que recordar y tener muy en cuenta que la aviación comercial es una actividad muy compleja, de mucha competencia a nivel internacional, de alta sensibilidad a los costos operacionales, sutil a variables incontrolables exógenas a las proyecciones que se realizan de los resultados que se esperan, muy exigente en cuanto a los estándares de seguridad por la propia razón de que están en juego las vidas de seres humanos, entre otros factores.

Hemos escuchado voces de varios sectores que han hecho diferentes señalamientos en torno a este proyecto, como es el caso de la Asociación Nacional de Líneas Aéreas, que manifestó entre otras cosas que los precios de los pasajes aéreos eran elevados principalmente por la cantidad de impuestos que se cargan a los boletos aéreos, lo cual es una verdad irrefutable.

Lamentablemente en nuestro país, los gobiernos que hemos tenido y tendremos por muchos años más, son y serán eminentemente fiscalistas, porque esa es una postura mucho más fácil de manejar, que implica menos profundidad en sus actuaciones, menos capacidades de sus funcionarios, menos visión de futuro y en general menos retos que siembren metas que nos lleven a alcanzar un desarrollo integral que se derrame sobre la mayoría de sus ciudadanos.

Lo que también es una verdad irrefutable es el asunto del costo de los combustibles, como el factor de mayor peso en las operaciones de vuelos de las aeronaves y lo que representa una gran desventaja para las líneas aéreas nacionales, temas que hemos tratado en múltiples ocasiones y que también cae en el plano fiscalista de nuestros gobiernos.

No entendemos cuáles son las razones por las que a los combustibles de los aviones no se le da un trato al igual que en muchos países de la región y del mundo, que sitúen a nuestras líneas aéreas en igualdad de competencia con las que operan en el mercado internacional y ello viene desde la década del 1980, en el que el gobierno de entonces de manera transitoria triplicó los precios de estos y con algunas variaciones, hoy día estamos entre los países que pagamos los precios más elevados de toda la región. Estas medidas transitorias se convierten en permanentes por costumbre y pasan gobiernos tras gobiernos y cada uno se hace de la vista gorda como dice el pueblo.

Tampoco entendemos por qué sectores industriales del país gozan de grandes exenciones impositivas para la adquisición de los combustibles, lo cual contrasta si hacemos un parangón entre la aviación comercial y estos sectores, en cuanto a sus beneficios y derrames positivos que cada uno produce y además en sus complejidades.

Las ejecuciones se miden por los resultados y en el caso del sector de la aviación comercial, los resultados están ahí, una aviación nacional que mantiene un nivel de participación en este mercado inferior al 3%, pese a muchas iniciativas que se han verificado en el país que no logran salir airosas porque les es imposible competir con las líneas aéreas de otros países. Lo que se plantea en este caso no son subsidios, son ajustes de precios acordes a un sector que tiene su mayor competencia en el mercado internacional y que tal como se indicó desde que el avión despega de tierra dominicana, ya está en desventaja con sus similares internacionales.

Hay que recordar, además, que todos sabemos que la conectividad aérea es directamente proporcional al flujo de pasajeros de un país, que busca como el nuestro cada día en alcanzar nuevas metas de crecimiento.