Nació en Unijica, municipio de Los Hidalgos, Puerto Plata, el 9 de noviembre de 1910. Siendo una niñita perdió a su madre y a la edad de tres años, también a su padre, por eso no pudo tener casi vivencias con ellos, teniendo en consecuencia una adolescencia plena de precariedades y de trabajos, unas veces voluntarios y otras como pequeña comerciante desempeñando labores tales como recogedora de cacao ratonero en la propiedad de su tía Olimpia, como también, despalillar hojas restantes y no comerciales de las plántulas de tabaco, para luego venderlas a los intermediarios.

Con la finalidad de obtener recursos para su proyecto de comprar una finca ganadera, aprendió de su tía el oficio de sastre y a los 15 años, empezó a reunir fondos, para posteriormente comprar por etapas la finca denominada La Vereda, situada en Belloso, Municipio de La Isabela, en ese entonces de Luperón, Puerto Plata. En su empeño de sobrevivir y hacerse de un pequeño capital, para ella no había días feriados, trabajando denodadamente, para ayudar a su tía Olimpia que la había adoptado y a quien trataba como su madre. Su meta inmediata era consolidar su pequeño patrimonio, lo cual le proporcionaría la independencia, de la cual siempre se sintió orgullosa. Como la porción de terreno que inicialmente adquirió estaba en estado de abandono, inició la limpieza y su mantenimiento a la vez que adquirió unas cuantas reses, lo cual requería sembrar pastos y proporcionarles agua. Esta finca, en su momento de mayor producción, tuvo una ganadería de doble propósito consistente en unas 1,200 cabezas, y las lecheras proveían alrededor de 900 botellas, lo que le permitía seguir adquiriendo terrenos aledaños. En el proceso de estabilización de la propiedad de La Vereda, conoció a quien después sería su esposo, un próspero comerciante español, que había adquirido una finca cafetera y cacaotera, ubicada en el paraje El Rejón en las estribaciones de la Cordillera Septentrional.

Se llamaba Antonio Martínez Llano, quien había emigrado desde Asturias a Cuba y en el año 1920 se trasladó a Puerto Plata. Don Antonio, como se le conocía, al no tener experiencia para manejar una finca con esos cultivos que demandaban experiencia y dedicación, le pidió a su esposa que se encargará del mantenimiento y desarrollo de ambos cultivos. Esta finca en su momento constituyó la fuente principal de trabajo para los habitantes de El Mamey. Pero la suerte no la acompañó, apenas duró 8 años de casada, cuando un cáncer de pulmón le tronchó la vida a su compañero, a los 55 años. Éste procreó tres hijos, José Antonio, Esperanza y María, quedando viuda a los 28 años con sus hijos de 6, 3 y 2 años. Esta desgracia no la amilanó, pero no se volvió a casar, volcando entonces sus esfuerzos hacia la crianza de sus vástagos a la vez que regenteaba las fincas.

Al hacerse cargo de la finca de El Rejón, notó que la misma tenía una gran cantidad de árboles improductivos y sin valor comercial, entonces, procedió a solicitar un permiso con la finalidad de eliminar malezas e inició la siembra de cafetos en la parte más alta y cacao la parte inferior. Para llevar a cabo esta enorme acción, contó con la participación de 60 expertos, que se convirtieron en los medianeros permanentes a quienes les asignó parcelas en las cuales sembraron árboles frutales y víveres para su sustento. Al correr del tiempo se convirtió en la finca modelo de la región.

El 29 de agosto de 1937, nació su primogénito al cual puso de nombre José Antonio. Este no fue el primer hijo de su consorte que previamente había procreado tres, de nombre Antonio, Silvia y Lucia. Después del nacimiento, Don Antonio decidió mudar desde La Boca a El Mamey, su tienda almacén lo cual le permitía estar más cerca de sus sembradíos de cafetos y cacao y a la vez de su esposa. Eran los tiempos de concho primo y muchas veces él auxiliado por Pola, tuvo que enfrentar revólver en mano, a los salteadores que merodeaban la zona que se dedicaban a robar y al pillaje de los establecimientos comerciales más prósperos. Don Antonio era un comerciante nato con una visión de los negocios difícilmente igualada en aquellos tiempos. Ya en su lecho de muerte, a todos los comerciantes que le vinieron a visitar, estando los países involucrados en la 2da. Guerra Mundial, les aconsejaba de comprar tabaco, ya que ese producto era la panacea que suministraban a los soldados del ejército de los países en guerra. No se equivocó, ya que el tabaco era el aliciente para acompañar a los soldados en sus vidas de privaciones. Don Antonio falleció el 7 de septiembre de 1943, pocos días de su llegada desde Cuba, donde su esposa lo llevó para realizar la operación del pulmón, ya que en esa época ese país contaba con los mejores galenos de la zona. Entonces su Viuda se dedicó en cuerpo y alma al trabajo y al cuidado de sus hijos, poniendo a producir, tanto la finca de El Rejón, como la de La Vereda, para lo cual contaba con un vigoroso mulo que no paraba de estar en movimiento.

Debido a su carácter riguroso y visionario, en tres años, ambas propiedades se convirtieron en auto-suficientes. Un año antes de morir su esposo, éste había llevado a El Mamey un mecánico de nombre Rafael “Fello” Esquea, quien había hecho la instalación de un beneficio para despulpar, secar y descascarar el café cosechado en El Rejón. El problema principal, la falta de energía eléctrica, la solucionó con la compra de dos motores diesel y un dínamo que les permitía accionar de noche. Don Antonio había planificado llevar a sus tres hijos a España para que fueran bautizados por sus padres. La mala fortuna le acompañó al iniciarse la guerra española en 1939 y cuando pensó cumpliría sus deseos, estalló la 2da. Guerra Mundial, quedando trunco ese anhelo, el cual fue cumplido por su esposa en el año 1946, en donde internó a los tres vástagos, por espacio de cuatro años en un colegio de Oviedo, capital de Asturias.

Posteriormente, a las hembras las envió a un colegio de Montreal, Canadá, para que aprendieran francés y al varón a Toronto para que aprendiera el inglés. La Viuda Pola no tuvo la oportunidad en su niñez de asistir regularmente a la escuela y solo pudo cumplir sus estudios hasta el 4to. de primaria. Esto no la amilanó para ser una administradora y también llevar las negociaciones de la compra y venta, tanto de ganado como de café y cacao. Al poco tiempo del fallecimiento de su esposo, un antiguo empleado y el hijo mayor de su esposo llamado Antonín impugnaron el testamento que había dejado su esposo y en actitud amenazante le exigían bienes a los cuales no tenían derechos. Ella se valió del abogado que utilizaba su esposo para tratar de resolver la controversia. Sin embargo, ellos continuaron amenazándola. Estando sola y con tres hijos menores y el acoso del hijo de su fallecido esposo y el exempleado, optó por solicitar y obtener la licencia y porte de armas, convirtiéndose en la primera mujer en lograr dicho permiso. Desde ese día, montada en su mulo, portaba en su cintura un revólver y también un machete, lo cual le permitía en caso necesario, enfrentar a sus enemigos.

En una ocasión, se presentó un estío en el Municipio de La Isabela confrontando los ganaderos grandes problemas para el mantenimiento de sus reses. En uno de los recorridos que efectuaba en La Vereda, notó que le habían cercenado una empalizada y alrededor para que fueran bautizados por sus padres. Entonces, bien temprano en la mañana, acudió al lugar y se encontró con tres hombres que habían roto la empalizada e introdujeron treinta reses. Entonces, espoleó el mulo y revólver en mano, los conminó a llevar el ganado al puesto policial y allí, después de que los invasores se arrepintieron y prometieron no volver hacerlo, pidió que los liberaran y, además, no cobrarles los daños como se estilaba en esos casos.

La tragedia que le aconteció cuando su hijo José Antonio, en el patio de la casa, al buscar naranjas se clavó una espina y por temor no se lo informó. Cuando ella procedió a sacarla, había contraído una grave enfermedad que era de difícil curación: el terrible tétano. Enseguida indagó y le informaron que un curandero llamado Billín Cotes de Río Verde, en La Vega, trataba con aparente éxito esa enfermedad. Hacia allá se dirigió y estuvo tres meses cuidando y administrando pociones de medicina casera, hasta que éste se mejoró y pudo volver a El Mamey. En 1945 ocurrió en la provincia de Puerto Plata una implacable sequía. Ella había comprado con fines de engorde 500 becerros que empezaron a enflaquecer rápidamente. En su afán por saber dónde podría llevarlos, el señor Juancito Rodríguez se brindó para que los llevara a su finca en Jima, La Vega. En enero de 1946, Juancito se declaró enemigo de Trujillo y se fue del país. Enseguida, cuatreros y aprovechados procedieron a invadir las grandes propiedades de Juancito. Ella solo atinó por sugerencia de venderle todo a Virgilio Trujillo, el hermano mayor del dictador. Se convino en que si había un faltante, se le devolvería lo pagado.

Sin embargo, una vez cuando se le preguntó, expresó: “arrié unos cuantos más”. En el año 1946, cumplió el deseo de su marido de llevar su prole a España para que la familia los conociera. Viajando hacia New York, al avión de la Pan American se le incendió un motor y tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en Las Bahamas. Este incidente hizo que desde New York ella cambiara el vuelo para hacer una travesía en un buque transatlántico. Sus hijos permanecieron cuatro años en colegios en Asturias. Ella se compró un Renault 4 x 4 y que trajo al país, siendo el primer carro de ese tipo, el cual, por su pequeñez con el motor en la parte trasera, era motivo de comentarios en donde quiera que se presentaba. La Viuda tenía intenciones de inscribir a su hijo mayor en un colegio en Bayona, Francia, porque quería que aprendiera el francés a lo cual él no estaba de acuerdo porque quería retornar a Santo Domingo. Afortunadamente para él, en junio de 1950 estalló la guerra de Corea y ella pensando que esa conflagración podría extenderse, decidió regresar con sus hijos al país. Como ella no pudo estudiar, volcó sus ansias de saber hacia sus hijos y en el año 1952, envió a sus hijas a estudiar a Montreal y al varón a Toronto.

Por todas las vicisitudes que pasó a raíz de la muerte de su esposo, se propuso que su hijo estudiara para abogado. Es así como entra en la facultad de derecho en el 1955. Después de la graduación, quiso que iniciara la carrera de derecho internacional, para lo cual fue inscrito en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de la Universidad de París, donde se graduó en el año 1960. En el año 1957, un árabe salvadoreño le sugirió a Trujillo establecer una maquiladora de algodón para lo cual se necesitaba amplios terrenos llanos. Este señor, apoyándose en Trujillo, obligó a la familia Benz en Belloso, La Isabela, a venderle 30,000 tareas al precio vil de un peso por tarea.

La finca de La Vereda quedaba frente a la comprada por Gadala María que así se llamaba el turco. Cuando le abordó con la propuesta de pagarle un peso por tarea, dijo que no, que pagaba en la Cédula 15 pesos por tarea y que no la vendía por menos. El árabe insistió que era para “Él Jefe” y ella no se amilanó y le contestó: “Si la quieren la pueden ocupar, pero yo no entrego el título. Esto posteriormente para Ella tuvo graves consecuencias. En las festividades de Santa Ana en 1957, al terminar el baile, María Rojas en El Mamey invitaba a un puerco asado. Teníamos un jeep Land Rover y se acomodaron 3 delante y la viuda con sus dos hijas y dos primas en la parte trasera. José Antonio era el conductor. En la sierra conocida como Puerto de Los Hidalgos, uno de los dos que venían delante, involuntariamente empujó la palanca del 4×4 y el vehículo chocó contra la montaña y con el impacto cayó en el precipicio, teniendo como resultado, piernas y brazos rotos, salvando todos milagrosamente la vida.

Al enterarse Gadala María del accidente, se las ingenió para que pasaran causa en Puerto Plata. Este le había informado que la conductora era la viuda que conducía borracha. Ninguno de los accidentados puso querella, pero, no obstante, al afirmar que quien conducía era José Antonio, el Juez sobornado por el señor María, condenó a la Viuda a tres años de cárcel. Enseguida procedió a que la condujeran a la cárcel de mujeres, no obstante tener el brazo izquierdo roto. Pasó sin inmutarse y tampoco quejarse tres meses de cárcel, uno en Puerto Plata y dos en Santiago, hasta que fue indultada.

La viuda desde pequeña tenía vocación por el comercio a gran escala. A esos fines, en 1963, constituyó una compañía por acciones con el nombre de Antonio Martínez Llano Sucs., C. por A. (AMALLANO) en honor de su fallecido esposo. El fin era constituirse en exportadora de no solo el café y el cacao producido en El Rejón, sino también comprado para lo cual poseía una recua de 110 mulos. Al no hablar inglés, las exportaciones fueron mínimas hasta que su hijo mayor regresó de Francia en 1966. Entonces iniciamos en gran escala las exportaciones de café y cacao para los Estados Unidos y de café para Europa llegando a ser el primer exportador hacia dicho continente.

Se introdujo por vez primera el café tipo Juncalito. La viuda en El Mamey manejaba unos 20 empleados que hacían las labores de despulpado, lavado, secado y descascarado en el caso del café y fermentación, secado y limpieza en el cacao. En 1979, al país llegó un técnico de la FAO de apellido Allison, quien visitó el beneficiado ubicado en El Rejón y la convenció para que fermentara el cacao. Se hicieron cajones fermentadores y vino al país, el representante de Agronegocios de la Hershey Foods Corporation con la encomienda de comprar todo el cacao así fermentado, al cual denominamos Hispaniola. Por tanto, AMALLANO se constituyó en el primer exportador de ese tipo de cacao que ha tenido una acogida favorable en el mundo del cacao. AMALLANO tuvo que pasar muchas vicisitudes en la época que existieron las denominadas cuotas cafeteras.

Sin embargo, dada los cuidados y exigencias de ella, nuestro cacao alcanzó una prima de diez centavos de dólar por libra, lo cual permitió que el nombre de Hispaniola se conociera a nivel internacional. La compañía AMALLANO siguió extendiéndose y hubo necesidad de construir un gran almacén en donde se instalaron los diferentes equipos para preparación, tanto de café como de cacao, ambos productos destinados al mercado exterior. Los impuestos a los productos tradicionales acogotaban a los productores, pero en el gobierno de Jorge Blanco, además de la Ley 199 que imponía un impuesto escalonado de por sí muy fuerte, éste desoyendo al sector productor, lo gravó con un Recargo Cambiario de un 36% adicional, cosa que rebosó la copa.

Entonces, los productores crearon una asociación que se denominó Asociación de Cosecheros de Productos Tradicionales de Exportación (APROTEX), recayendo la presidencia en su hijo José Antonio. Empezamos una campaña tendente a que el Gobierno Central nos redujera o eliminara los impuestos, si deseaba que las exportaciones y la producción crecieran, ya que con los mismos estaba anquilosada. Una de las más grandes manifestaciones públicas que hicimos, fue la de juntar burros, mulos, caballos y coches para realizar un desfile por toda la avenida George Washington, subir por la calle Pasteur y depositar en el Banco Central un burro viejo al cual llamamos el “Economita” ya que la consigna era, que el que sugirió ese Recargo Cambiario, era un burro. Me había roto una pierna y por lo tanto tuve que realizar el desfile en un coche al lado de Mamá que aparte de participar en persona, proporcionó 6 burros, 4 mulos y además, varios aparejos que fueron utilizados en este desfile tan original, que hasta ocupo primera página en periódicos argentinos. Cuando Gadala María intentó despojarla de la finca La Vereda, Ella inició la compra de una propiedad en el Haras, Santo Domingo Norte, que tenía salida cerca de Villa Mella y por el otro lado en Sierra Prieta. Ese era su pasión en prepararla como lo había hecho con las de Puerto Plata.

Se levantaba a las 5:00 A.M. y ya a las 6:30 estaba impartiendo órdenes en dicha finca que tenía una extensión de casi 7,000 tareas; pero cuando ella la compró por parcelas, era una sábana improductiva que en poco tiempo fue sembrada de pasto. Un incidente que demostró el valor de Ella, ya en la adultez, tuvo lugar cuando cambió su revólver 38 de cañón largo por un pequeño revólver calibre 32, el cual portaba en su cartera. Resulta, que una mañana saliendo de la casa luego de abrir el portón, un jovencito por detrás con un cuchillo le amenazó diciéndole “deme todo lo que tiene en la cartera”. Ella, con una calma olímpica, le sacó el revólver y le dijo apuntándole: “esto es lo que yo tengo”. El mozalbete entró en pánico y salió disparado buscando calle abajo. Para una persona con deficiencia escolar, tuvo el privilegio de que en el libro sobre Los ricos en Dominicana de Bernardo Vega, fuese incluida como una de las que más capital mediano autónomo propio tenía, algo que jamás pensó que ocurriría.

En El Rejón, fruto del incremento de siembra, tanto de café como de cacao, los almacenes quedaban pequeños, por lo cual, ella se propuso ampliarlos y como era su costumbre, dirigir los trabajos personalmente. En febrero 2002, comenzó la ampliación de un almacén iniciando los trabajos a las 6:30 A.M., cuentan los trabajadores, que como alrededor de las 8:00 am del 9 de febrero se sintió mal y expresó que iba a la cocina a tomar agua. Al no regresar, los trabajadores alrededor de las 10:00 AM fueron a la cocina y la encontraron tirada en el piso. Llamaron a un sobrino que vivía en El Mamey quien la recogió y la llevó a donde el Dr. Salomón Jorge de Santiago en donde laboraba su amigo el Dr. Cantisano quien ejerció durante muchos años en El Mamey. Había sufrido un ataque al corazón y ella era tan fuerte, que se había montado en un mulo a los 90 años y resistió denodadamente. Al creer que Cedimat en Santo Domingo estaba mejor equipada, la trasladamos hasta la capital y a pesar del estado de gravedad en el que se encontraba, resistió cinco días hasta que en una sesión de diálisis sucumbió. Murió a los 91 años, el día 15 de febrero de 2002, del modo que siempre decía, ya que ella deseaba “pasar a la otra vida trabajando”.

Post Data: Lupa Plural, publica este domingo un texto autoría de José Antonio Martínez Rojas, hermano de Esperanza y de María Martínez Rojas. El educado productor agrícola escribió la historia de Doña Pola. Recordó a su padre Don José, un inmigrante español. Incrementó los trabajos de la madre. Apoyó la familia, y promovió sus actividades comerciales.