«Desconfiad de los hombres que se pasan toda la vida hablando de su justicia. No es solo miel lo que falta en sus almas; no olvidéis que, para ser fariseos, únicamente les falta poder». -Friedrich Nietzsche-.

Del expresidente, y ahora dueño de la franquicia que otrora pertenecía a un exsenador del sur profundo, solo queda el residuo de un liderazgo construido “a costilla” de la ignorancia en que fuimos sumergidos por el viejo zorro de la Máximo Gómez 25 y ampliado por éste, que juega a la pérdida de memoria de aquellos que vivimos sus mandatos en los que construyó un Estado pantomima. Un energúmeno que a falta de un diagnóstico psiquiátrico que determine su patrón repetitivo de conducta inadecuada, aflora su incomprensión sobre el contexto y la dinámica social de la República Dominicana de hoy.

Ciertamente, queda ya muy poco de aquella magia discursiva de conceptualizaciones vacías y de comparaciones inexistentes, con la que, aprovechándose de la brecha digital y la escasez de información ultramarina, mintió olímpicamente y engañó sin reparos a los dominicanos de buena voluntad, que confiaron en la propuesta de «Un nuevo camino» que solo sus acólitos pudieron transitar, arrasando todo lo que encontraron a su paso. Tres veces, este pueblo incauto puso en sus manos la administración y ejecución del Presupuesto Nacional, sin que haya realizado una sola acción destinada a reducir los márgenes de pobreza e inmovilismo incrementados por él y su sucesor en detrimento de los hijos de “Machepa”.

Su megalomanía no le permite diferenciar el proceso de adecentamiento de las instituciones públicas llevado a cabo por el gobierno que encabeza Luis Abinader, atrofiadas y desarticuladas para beneficiar a sus condiscípulos con el hurto y la malversación de los fondos destinados por ley a la mejora de las condiciones de los dominicanos. Reniega por ello, los avances en la descentralización de los poderes como mecanismo de preservación del ordenamiento constitucional y le teme, a no tener mecanismos con los que pueda desacreditar una gestión a todas luces diferente a las de los gobiernos morados.

Sus referentes en la dirección del Estado guardan relación con el montaje de una estructura delincuencial dirigida por los hilos de un titiritero acorazado con el solio presidencial, cuyos fines de lucro, encaminado al enriquecimiento cuestionable y repudiado por muchos años, con lo que, mantuvieron a través de los medios de comunicación al servicio de sus apetencias carroñeras, en un sopor profundo a una sociedad hambrienta de justicia social. No asocia, como lo demuestra en cada comparecencia, la ejecución pública de los recursos a la ética y transparencia, como la viene realizando la nueva administración.

No tiene idea de los procesos establecidos por el Cambio en busca de soluciones que conlleven al conjunto social de Duarte y Luperón. A salir paulatinamente del atraso al que fuimos sometidos por el desvío intencional del erario a cuentas de sus funcionarios, familiares y amantes. Le falta la memoria y lo invade la arrogancia de siempre, con la que se acostumbró a descalificar a los disidentes que ven una manera indiferente de enfrentar los grandes males heredados y prohijados por su gestión. Le faltan demasiadas cosas para comprender la dimensión de las ejecutorias de Abinader, y, concuerdo con Nietzsche cuando expresa: “Hay hombres que les falta todo, a excepción de algo que tienen en exceso” … Narcisismo.

A la narrativa de la política actual, la acompaña un conjunto de acciones propias del liderazgo de la nueva generación. Y, el actual inquilino de la México con Delgado es la genuina representación del cambio que se requiere en pos de llevar programas estatales que impactan a la gente en todo el andamiaje social dominicano.