El populismo está en boga. El mundo ha visto cómo muchos políticos han tomado el poder en base a la mentira, la manipulación y a un populismo exacerbado que, ante todo, promete imposibles.
En República Dominicana hemos visto surgir una nueva vertiente del populismo, el estomacal. Este tipo de populismo ofrece a la población un espejismo basado en el pasado, y apela al votante que piensa más con el estómago que con el cerebro.
Leonel Fernández, sin argumentos sólidos para pedir el voto de los ciudadanos conscientes, recurre a la patraña de la comparación de los precios de décadas atrás. Y promete comida barata. Pero sus argumentos se caen por su propio peso: el mundo siempre ha tenido crisis inflacionarias producidas por diversos factores. En los últimos cuatro años se han conjugado la pandemia del Covid, la guerra de Rusia y Ucrania y otros conflictos que han impactado hacia arriba los precios de los productos de consumo masivo.
En nuestro país, la inflación ha sido combatida efectivamente por el gobierno que encabeza el presidente Abinader y en la actualidad tenemos una taza de inflación bastante controlada. No ha sucedido como en otros países cuyos precios han sido imposibles de controlar. Además, los muchos programas sociales del Gobierno han logrado mitigar el impacto negativo en las poblaciones más desposeídas.
Pero para un populista estomacal como Leonel Fernández cualquier argumento es válido para tratar de atraer a un votante que lo ve como un ente del pasado; un caudillo desfasado que se ha quedado sin argumentos.
En medio de todas las dificultades, nuestro país ha crecido económicamente; ha avanzado como nunca antes en la lucha contra la corrupción y la impunidad; el presidente y su equipo manejaron de manera excepcional la pandemia del Covid; esta gestión gubernamental ha realizado grandes inversiones en transporte masivo como el teleférico y la ampliación del metro en Los alcarrizos; recuperó el turismo en tiempo récord y tiene el gran logro de traer más de diez millones de turistas; inició del despegue del proyecto turístico de Pedernales; hay una fuerte inversión en agua potable y vivienda; las reservas en dólares más altas de nuestra historia; y la inversión extranjera más alta de América Latina. Para este año se pondrán en funcionamiento grandes obras de gran impacto, como la Presa de Montegrande, el teleférico de Santiago y el monorriel. Y por todo el país se nota la inversión pública, a pesar del discursito destemplado de la oposición que alega que este Gobierno no ha hecho nada.
Ante un gobierno honesto y con muchos logros tangibles e intangibles, un gobernante fracasado como Leonel Fernández se ve obligado a recurrir a la demagogia barata, que es lo que hace un político cuando miente con temas como los precios de los artículos de consumo básico.
Hace casi treinta años que el padre de la Generación Canalla llegó al poder; fue aquella generación que saqueó el país de manera inmisericorde y prostituyó el andamiaje judicial para garantizarse impunidad. Un país que tenga que retornar a este tipo de liderazgo debe revisarse profundamente. Porque, ¿Qué soluciones nuevas puede traer un caudillo en cuyos mandatos todos los males del país se agudizaron? Ningunas.
Por suerte, el populismo estomacal de Leonel Fernández no tiene ni tendrá la acogida que él espera porque esta sociedad no tiene nada que buscar mirando a un pasado que no tiene nada nuevo que decirnos.