Señor Fernández, el problema de Venezuela no es un problema que deban resolver los venezolanos. Les concierne a todos los latinoamericanos, caribeños, norteamericanos, europeos y más allá.
Latinoamérica no puede pasar por alto el vulgar fraude cometido en Venezuela por ese dictador de pacotillas llamado Nicolás Maduro y del cual usted fue testigo.
Siempre supuse que su presencia en esas elecciones como “observador” me parecía sospechosa.
Usted, que se vende como un intelectual, ¿no recuerda que fue la presión de decenas de países, especialmente de Venezuela, lo que permitió el derrocamiento de Trujillo? ¿No recuerda las sanciones de la OEA que aislaron la dictadura y que fueron promovidas por Venezuela, después del atentado trujillista contra el presidente Rómulo Betancourt?
Los dominicanos, en su gran mayoría, están indignados al ver como un insecto en el poder se burla de todo un pueblo y de usted mismo como observador de esas elecciones.
Al llegar al país, usted señor Fernández, en vez de proclamar el fraude cometido en Venezuela y exigir el reconteo de las actas con observadores internacionales, como propuso el presidente Abinader y los presidentes de más de 15 países de la región, simplemente declara QUE EL PROBLEMA DE VENEZUELA LO DEBEN RESOLVER LOS VENEZOLANOS.
Esa declaración vergonzosa, proviniendo de usted, mancha nuestra reputación como país líder en la defensa de la democracia.
Hay que sacar a Maduro del poder, sea como sea, y la presión para hacerlo debe provenir del pueblo venezolano, pero también de los países democráticos de nuestra sufrida región, aislando a ese transgresor y su grupo de ladrones y mafiosos que lo acompaña. Esa gente debe pagar con prisión perpetua las atrocidades que han cometido en Venezuela.
La OEA y la ONU, que han sido poco efectiva para lidiar con estas situaciones y siempre las votaciones son fracturadas por países como Cuba y Nicaragua en Latinoamérica y Rusia y China cuando se trata del Consejo de Seguridad, deben por lo menos expresar por amplia mayoría su apoyo a la lucha de los venezolanos para derrocar al régimen madurista, y países como Republica Dominicana, Argentina, Costa Rica, Panamá, Colombia, Perú, Uruguay y Chile, entre otros, romper relaciones diplomáticas con esa dictadura. México, Brasil, Canadá y Estados Unidos deben hacer lo mismo.
Los pueblos son los que más sufren las consecuencias de ese aislamiento, pero ese apoyo internacional es un estímulo para que los venezolanos sigan luchando en las calles por el derrocamiento de un régimen dictatorial.
Recuerdo en la Guerra de abril del 1965 como nos llenaba de orgullo ver en la prensa que millones de personas protestaban en todo el mundo contra la invasión extranjera y en apoyo a nuestra lucha por la libertad.