La idea de progreso — enarbolada por Leonel Fernández en su discurso de toma de posesión de 1996 como lema y fundamento de la gestión que iniciaba como presidente de la República — implicaba abocarse a asumir los nuevos retos planteados por la globalización, las tics , más la creciente pobreza en todo el mundo con todas sus secuelas.
Ese es el universo y la historia de los inicios de su gobierno y que en adelante Fernández cuenta en sus discursos de los demás períodos en que gobernó .Esa es la narrativa que asume, autodefiniéndose como líder moderno.
He aquí su autorretrato: soy un líder moderno, un iluminista, un soñador, un progresista, un utopista, como los había antes; pero soy también, un líder pragmático con “la cabeza sobre las nubes y los pies sobre la tierra”.
Esa es la propia imagen que Fernández expone en un discurso del año 2000:
“No escapa a mi atención el hecho de que algunos dirán que estoy soñando. Que no soy más que un iluso. Que en medio de una tanda de apagones, de precariedades y de falta de oportunidades para muchos de nuestros conciudadanos, no estoy percibiendo con claridad los problemas esenciales del país. Creo, sin embargo, que el líder moderno es aquel que tiene la cabeza sobre las nubes y los pies sobre la tierra. Es aquel que tiene la visión, la pasión y la voluntad de convertir lo imposible en realidades”.
Su credo del progreso y su filosofía se expresan en esa imagen. Imagen en la que se declara un iluso, un gran soñador, pero también un líder realista. Un realista es aquel que cree en milagros, afirma Fernández valiéndose de David Ben-Gurión para comunicar el sentido más general y filosófico de su idea de progreso y de su perfil como líder moderno.
“Como ha dicho Ben Gurion, ese paladín de las luchas del pueblo de Israel, el hombre para ser verdaderamente realista tiene que creer en milagros. Y ese, señores y señores, es mi credo. Tal, mi filosofía. Con ella aspiro a contagiarlos, para que entre todos construyamos una nueva y mejor República Dominicana”.
En el 2004, Fernández ascendió nueva vez al poder. Durante los cuatro años que duró en la oposición fue fortaleciendo el ideologema del progreso. “Vuelve el progreso” fue su gran enseña en la campaña electoral para las elecciones de 2004.
En el discurso de juramentación, el 16 de agosto de ese año, repitió el mismo reto del progreso, pero en una situación de crisis que le compelía a hacer más enfático el proclamar la vuelta del progreso, reviviendo retrospectivamente las luces de los logros de su gestión anterior, cuando con el Nuevo Camino, él inició la ruta del progreso.
La imagen del líder moderno se complacía en recordar esos logros frutos del progreso; pero se apenaba al contemplar el retroceso, el atraso, enemigo del progreso.
“Estoy plenamente consciente de que asumo mi rol de candidato presidencial del PLD y de futuro presidente de la República, en un momento particularmente difícil de la vida nacional”.
Había una crisis económica durante el gobierno de Hipólito Mejía. Esa crisis es la que el 16 de agosto de 2004 lleva a Fernández a declarar la gravedad de la situación que le sirve de reto a su gobierno.
En ese discurso, el presidente de la República construye un escenario privilegiado para la validación de su investidura: apoyo del 60 % del electorado; la crítica situación del país, “la crisis más aguda y severa de todos los tiempos”; obstáculos, peligros en acecho; pero, por suerte, un hombre con una gestión anterior que dio “progreso y bienestar” al pueblo, y que, en esta nueva ocasión, traerá al país “un futuro luminoso”:
“Con el respaldo de casi 60 % del electorado recibido en el pasado certamen, asumo hoy, por segunda vez, el inmenso honor y la gran distinción de colocar sobre mi pecho la enseña tricolor. Lo hago consciente de la gravedad de mis responsabilidades y del momento delicado que vive la nación.
“No escapa a mi conocimiento que nuestro país atraviesa en la actualidad por una de sus crisis más agudas y severas de todos los tiempos. Que nuestro pueblo sufre. Se siente desprotegido y frustrado, pero al mismo tiempo esperanzado e ilusionado de que, con la gestión del gobierno que hoy se inicia, empezará a trillar nuevamente por senderos de estabilidad, de progreso y de bienestar.”
“Quien os dirige la palabra se compromete solemnemente, en este momento crucial de nuestra historia, a aportar lo mejor de sí mismo, así como de todos los integrantes del equipo de gobierno, para que el pueblo dominicano asegure su derecho a la alimentación, al empleo, a la educación, a la salud, a una vida moderna y civilizada. En fin, a una vida digna, decorosa y decente. Reconozco que no será tarea fácil. Muchos peligros nos acechan. Muchos obstáculos se entreponen a nuestro camino. Momentos difíciles nos esperan. Acomodarse en la silla presidencial será como caminar sobre un campo minado o sentarse sobre un fogón encendido.”
“Sin embargo, que nadie se equivoque o llame a engaño. Así como a lo largo de nuestra historia hemos salido triunfantes en muchos momentos aciagos y de gran pesadumbre, también ahora el pueblo dominicano, en base al sudor de su trabajo, su capacidad de sacrificio, la confianza en sí mismo y la fe en Dios, vencerá esta crisis, la derrotará, la sofocará, la destrozará, al tiempo que marchará erguido y orgulloso hacia la construcción de un futuro más luminoso.”
“Entre las diversas voces que se han levantado para sugerir soluciones al drama de la economía nacional, hay algunas que se inclinan por una disminución de los impuestos como forma de reactivación del crecimiento. Respeto esas ideas, pero no las comparto, pues el próximo gobierno no podrá elaborar su plan de acción para combatir la actual crisis extrayendo sus ideas del mundo ficticio de Alicia en el País de las Maravillas, o del universo mágico de Harry Potter. Advertimos que carecemos de los dones divinos para hacer milagros. En estos momentos de eclipse de la vida nacional, resulta más que apropiado evocar la frase inolvidable de aquel gran genio de la política británica, Winston Churchill, quien para vencer a las huestes nazis sólo ofrecía a su pueblo “sangre, sudor y lágrimas”.
En ese discurso se concentran todas las imágenes atractivas del ideologema progreso, que, en su segundo mandato de gobierno Fernández adopta sin vacilación ni confusión alguna: vida moderna, civilizada, digna, decorosa, decente, futuro luminoso. Esas imágenes se apoyan en un eje de contrastes: Crisis vs. progreso y bienestar. Progreso en 1996-2000, crisis en 2000-2004, y progreso nueva vez en 2004-2008, en: derecho, alimentación, empleo, educación, salud, modernización, crecimiento económico, etc.
Esas imágenes y esas propuestas de gobierno son las armas del progreso que esgrimirá Fernández durante el período 2004-2008,pero cambiando de consigna como de caballo.
En ese cuatrienio el progreso prometido y revestido del lenguaje del líder moderno galopa, paradójicamente, en los ijares de un viejo dominicanismo del hablar popular: “E’ pa’lante que vamos”.