La ascensión de Leonel Fernández al poder en 1996 es la primera y, quizá, única vez hasta ahora, que un político dominicano ha acompañado su acceso a la presidencia de la República de tantos signos sociopolíticos. El acto de toma de posesión fue una revisión del pasado y una apertura de la agenda del porvenir a muy largo plazo.
En otras culturas, verbigracia, Europa y Estados Unidos, es usual que un presidente se apoye en referentes de otros lideres y otros presidentes de la República que le antecedieron, citándolos en su discurso de juramentación.
Pero, en nuestro país no. Los lideres políticos dominicanos son mezquinos en relación con la historia y los ejemplos del pasado. Carecen de generosidad y nobleza. Son avaros en solo atenerse a sus propios méritos. Eso se explica también por la falta de arraigo democrático y de cultura política democrática en nuestra sociedad.
En ese sentido, no se requiere que ser partidario de Fernández para reconocerle que tras los liderazgos de los tres grandes lideres del pasado de nuestra era democracia — Bosch, Balaguer y Peña Gómez — él es hoy el líder político de mayor consistencia y sostenibilidad en el tiempo.
En el país han existido y hoy existen otros lideres políticos y otros expresidentes de la República. Sin embargo, como figuras que trasciendan el momento que les ha tocado protagonizar todavía es prematuro prever su permanencia en el tiempo.
Fernández ha podido mantenerse como protagonista de primer orden en el escenario político dominicano luego de ocupar la presidencia de la República por tres periodos(1996-2000,2004-2008,2008-2012) y ser el líder principal de dos de los partidos mayoritarios ; antes Partido de la Liberación Dominicana; actualmente, Fuerza del Pueblo, fundado por él en las circunstancias reseñadas en esta nota de Wikimedia:
“Luego de unos reñidos resultados y en medio de acusaciones de fraude electoral en las elecciones primarias de octubre de 2019, Leonel Fernández renunció a la presidencia y militancia del Partido de la Liberación Dominicana. Posteriormente un partido político ya establecido llamado "Partido de los Trabajadores Dominicanos" lo acogió y accedió a cambiar el nombre e imagen del mismo para pasar a llamarse "Fuerza del Pueblo."
Fernández inició su liderazgo en 1996 encarnando la nueva generación que relevó políticamente a los tres grandes líderes que hasta entonces protagonizaban la política dominicana: Bosch, Balaguer y Peña Gómez. Ese presidente asume ese relevo como una herencia y un compromiso.
En su discurso de juramentación como presidente de la República el 16 de agosto de 1996, recupera la referencia a esos tres líderes, como el antecedente que prepara y valida, en el proceso democrático dominicano, su arribo al poder.
En primer lugar, él se sitúa en la continuidad de Bosch y Balaguer, dos grandes líderes y dos ex presidentes de la República, a quienes directamente debe la oportunidad de llegar a la Presidencia al aliarse en las elecciones de año contra Peña Gómez .
“Cuando se examine en forma desapasionada esa etapa turbulenta de nuestra historia, y se cuestionen cómo fue posible la supervivencia de nuestro sistema político, aún en ausencia de tradiciones, valores e instituciones democráticas, la respuesta, invariablemente tendrá que ser una sola.
“La democracia pudo sobrevivir porque contó con el privilegio de la presencia de los JB: Joaquín Balaguer y Juan Bosch.
“El doctor Joaquín Balaguer desde el poder, y el profesor Juan Bosch desde la oposición, fueron las dos figuras que les proporcionaron sentido de equilibrio y de estabilidad al sistema político en la República Dominicana”.
“Otras sociedades latinoamericanas tuvieron la fortuna de haber podido contar con personalidades electrizantes del mundo de la política, como fueron los casos del presidente Rómulo Betancourt en Venezuela; Víctor Raúl Haya de la Torre, Perú; José Figueres, en Costa Rica, y Luis Muñoz Marín, en Puerto Rico.
“En la República Dominicana hemos disfrutado de la oportunidad de haber contado no sólo con dos grandes líderes políticos de multitudes, como lo han sido el profesor Juan Bosch y el Dr. Joaquín Balaguer, sino, además de dos excepcionales figuras intelectuales que han sabido influir poderosamente en el pensamiento y en la conducta de sus connacionales”.
En segundo lugar, Fernández recupera los aportes de su adversario político del momento, a quien ganó las elecciones, reconociéndole los méritos sobresalientes como líder joven, en comparación con Bosch y Balaguer.
“Para mayor fortuna nuestra aún, hemos podido contar también con la presencia de otra vigorosa personalidad, perteneciente a una generación más joven que la de los dos maestros antes mencionados, pero que sin duda ha hecho aportes importantes al desarrollo de nuestro sistema democrático.
“Se trata del Dr. José Francisco Peña Gómez".
Ahora, esos tres lideres reunidos en su estima son el aval de la democracia dominicana, hasta entonces, y de la posibilidad de su propio liderazgo en la continuidad del orden establecido y preservado por ellos.
“En distintos momentos y bajo circunstancias adversas, estos tres hombres, comandando las tres principales fuerzas políticas del país, han sido la garantía de que la democracia dominicana no haya colapsado y de que el caos no se haya extendido como una mancha de aceite por todo el cuerpo social de la República Dominicana".
En tercer lugar, basándose en los aportes y las imágenes de aquellos líderes, Fernández planta su figura en la historia y en el futuro, como representante de una generación que se siente obligada a gobernar, fruto de la herencia recibida y por las circunstancias.
Él asume el reto, haciéndose acompañar de las virtudes que, según él, nunca faltaron a aquellos hombres: ecuanimidad, sacrificio y gran prudencia.
“Eso no quiere decir, en modo alguno, que desdeñamos la magnitud de la obra que nos aguarda. Sabemos que lo que tenemos por delante requiere de mucha ecuanimidad, enormes sacrificios y de gran prudencia.
“Vamos a afrontar el reto, que no es tan sólo mío, sino de nuestro partido y de mi generación. Siento que el pueblo cifra muchas esperanzas en lo que hará nuestro gobierno. Y no lo defraudaremos.
“Estamos obligados a gobernar como Dios manda, por lo que en esta hora suprema de mi existencia suplico a Dios Todopoderoso que al igual que al Rey Salomón nos ilumine y nos provea de la sabiduría requerida para guiar a la República Dominicana por el Nuevo Camino.
En ese acto y discurso de juramentación resurgió con nuevo estilo, la imagen del “nunca antes”, habitual en los discursos de juramentación. Nunca por la excepcional circunstancias de sustituir a la vieja generación. Nunca antes, también, dado por “el devenir de la historia”, que, en cierta medida, lo señaló a él como presidente, como representante de la nueva generación.
“La circunstancia en que nos tocará ejercer el poder en la República Dominicana, nos viene impuesta por el devenir de la historia”.
Ese cliché “nunca antes”, que significa la ruptura con la vieja generación de caudillos, es al mismo tiempo el espacio donde surge en el discurso de Fernández el ideologema “progreso”, como gran desafío del momento.
“El desafío al que nos enfrentamos como nación es el de cómo asimilamos esos cambios a nuestras estructuras económicas, sociales y políticas sin que ello represente una amenaza a nuestra supervivencia como sociedad, sino por el contrario, un estímulo al progreso y a la modernización”.
Plantear el progreso y la modernización como gran desafío convierte esa primera palabra, sobre todo, en la idea básica de ese discurso, y en la orientación ideológica y política principal del “Gobierno del Nuevo Camino”, que se iniciaba con el acto de juramentación de 1996.
Antes, en 1993, cuando era candidato vicepresidencial acompañando a Juan Bosch, líder del Partido de la Liberación Dominicana y candidato a la presidencia de la República en las elecciones de 1994, el ideologema enarbolado por Fernández era el del “cambio”.
En su discurso de proclamación a la candidatura vicepresidencial, el 7 de octubre de 1993, afirma Fernández: “Una idea mágica se esparce por el mundo: la idea de cambio.”