Escribir como lanzar una piedra en el estanque. Los sonidos son secos, salpicantes. También son bien solitarios esos sonidos de tus pensamientos.
La gran mayoría de mis amigos del alma ha estado asumiendo la costumbre de desaparecer, de dejarme solo con mis palabras, de no permitirme más madrugadas de paseos, tragos, gritos a veces. De todos mis amigos más cercanos, solo me quedan dos o tres que tomarán alguna pastilla acabada en "tan" y que apenas los podré ver algún fin de semana si no es que alguien los pesca y se los llevan a Jarabacoa o los pone a pedalear hasta San Cristóbal.
Tus palabras siempre buscan otras palabras: ecos, rebotes. Tus pensamientos buscan enliarse más o desenliarse todo lo posible. A veces cansa el estar divagando, pero cansa más la sensación de cultura del monólogo a la que vamos accediendo. De repente salen verdades de tu cabeza como bien podría pincharse algún tubo de la bicicleta.
Pienso en la avalancha de noticias-basuras, de noticias-tristes, y no puedo más que compensarlas con algún buen libro de poesía.
La prensa nos va lanzando rostros grises, palabras oxidadas, frases que se repiten como en una sala de torturas y lo peor de lo peor: la mayoría de los candidatos.
Siempre me he cuestionado por las razones que pueden esgrimir aquellos que quieren representarte en el congreso, en el mismísimo gobierno. ¿Por qué crees que puedes y debes hablar por mí? ¿Me has preguntado qué me deseo? ¿Me has oído? ¿De dónde sacan los candidatos que sus propuestas son las medidas más convenientes para mi vida, mi salud, mi bienestar?
Tengo muchas elecciones donde no voto. La última vez voté por Bosch y ya todos sabemos el desastre de unas elecciones amañadas. Ahora estamos ante el umbral de cuatro años más y me pregunto sobre la calidad de esos que seguramente hablarán por mí desde los canales de televisión y el mismísimo congreso. ¿Me preguntarán? ¿Me consultarán?
Lo siento por una serie de amistades queridas, pero lo siento, no puedo votar por lo "más de lo mismo". No puedo alegrarme con que fulanito gane, porque sé que esas campanas "no sonarán por mí".
Me gustaría encontrar candidatos que se preocuparan por librerías, por centros culturales -y no solo en la Ciudad Colonial-, que lean buenos libros y no solo materiales de autoayuda o tal vez el último hit de Isabel Allende.
Soñaría con ir a una lectura de poesía en Santo Domingo oriental y no comprobar toda la basura que sus autoridades te lanzaron y seguramente te lanzarán.
Sería deseable gente simple, y no que detrás de cada diputado o senador hayan cuatro yipetas, dos amantes, ocho celulares, pechos alados y zombies tratando de encontrar sus puntos débiles como si fueran switches para ordenarte.
Tengo consciente que antes y después, que siempre hemos estado solos y que la belleza o fealdad depende de nosotros.
Sé que vendrán y al final, como diría el filósofo argentino Sandro de América, "la vida sigue igual".