Franklin, esa tormenta tropical con rara trayectoria, para quien así lo escoge, ofrece algunas lecciones que nos ayudan a comprender y hasta a sobreponernos a la compleja etapa en que nos ha tocado vivir.
Desde las primeras informaciones relacionadas con Franklin, la diversidad ha caracterizado las actitudes de nuestra gente en torno al fenómeno natural. Tenemos gente que sigue “en Belén con los pastores”. Hay quienes se desesperan y comienzan a actuar bajo el desenfoque que eso produce. Están quienes tienen como “deporte” la extravagancia y las actuaciones arriesgadas. Y no falta quien se mantiene al asecho, en actitud de sacar provecho a la primera oportunidad.
Desde medios tradicionales hasta diversas redes sociales han mostrado ese amplio abanico de acciones. A pesar del llamado oficial, mucha gente escogió acciones que van desde simplemente bañarse bajo lluvia hasta consumir alcohol y bailar al ritmo del Dembow al aire libre. Otros escogieron desde montar bicicletas hasta hacer maniobras en vehículos 4×4.
En medio de ese variopinto panorama sobran las “informaciones” que ofrece cada “sabelotodo”, especie muy abundante en la actualidad, que “le entra” a cualquier tema, aunque no conozca “ni jota” sobre el mismo. Por supuesto, también están quienes realmente cuentan con información verdadera y útil para la ocasión. El problema estriba en la dificultad que evidencia la inmensa mayoría para establecer la diferencia entre unos y otros.
Por ello resulta sumamente útil recordar que cada acción nuestra tiene como origen un mensaje que, aunque no logremos identificarlo con facilidad, incidió en nuestra capacidad para entender y nos movió hasta lograr concreción.
Vista esa manera de proceder, resulta de altísimo valor y hasta se vuelve urgente aprovechar el paso de la tormenta Franklin para aprender a gestionar los mensajes que marcan el rumbo a nuestras acciones y a lo que habremos de afrontar como consecuencias.
En tiempos marcados por tanta desinformación, algunas preguntas y sus posibles respuestas resultan de alto valor para identificar esas “vías de escape” que nos llevan a errar en situaciones en las que nuestras actuaciones debieran contar con el más alto nivel de racionalidad.
Cuando te quieres enterar de algo, ¿dedicas tiempo para verificar las fuentes de los mensajes que te llegan? Asegúrate de obtener información de fuentes confiables y verificadas. Busca fuentes reconocidas y contrasta la información con diversas fuentes para que puedas lograr una idea completa, precisa, real y útil antes de actuar.
¿Eres de quienes creen lo primero que les llega o consultas fuentes oficiales? Las fuentes oficiales, como los sitios web de agencias gubernamentales o de organizaciones internacionales, suelen proporcionar información confiable y actualizada. Verifica siempre la fuente antes de creer en una noticia. Y todavía más, cuando una de esas fuentes te ofrece información que luego resulta falsa, ponla en observación, y si vuelve a hacerlo mándala a “lista negra”.
¿Evalúas la credibilidad de la fuente? Aunque es un proceso que puede requerir cierto nivel de especialización, ahora existen muchas vías y abundantes recursos para investigar la reputación y la credibilidad de las fuentes antes de confiar en su información. Busca señales de objetividad, transparencia y profesionalismo.
¿Te dejas embaucar fácilmente o te consideras una persona escéptica? No creas en todo lo que lees o escuchas, ni siquiera en todo lo que ves. Antes se recomendaba ser como Santo Tomás: ver para creer. Pero cada vez hay más recursos para engañar. Despierta tu sentido crítico y cuestiona la información antes de aceptarla como verdadera. Examina los sesgos potenciales y busca evidencia que respalde cada mensaje que te llega.
¿Te quedas con lo primero o te animas a confirmar? Confirma, preferiblemente con fuentes creíbles conocidas. Si encuentras información que te genera dudas, busca la opinión de expertos en el tema. Los profesionales capacitados pueden proporcionarte información precisa y ayudarte a comprender mejor los hechos.
¿Te fijas en las fechas? Igual que con los medicamentos y alimentos perecederos, la revisión de las fechas es fundamental antes de dar crédito a los mensajes. Hay gente, desde ingenua hasta perversa, dedicada a “sacar del baúl” información vieja. Para evitar engaños, verifica las fechas. Asegúrate de que la información sea actual y relevante. Las noticias desactualizadas o información obsoleta pueden llevar a malentendidos y confusiones.
Finalmente, ¿eres de esa gente que “le da pa’llá” y comparte todo lo que le llega? ¡Cuidado! Es posible que lo hagas con la mejor intención, pero hay gente perversa detrás de eso. Evita que te usen. Verifica bien antes de compartir lo que te llega. Por más disfrazado de noticia o información que esté un mensaje, lo más aconsejable es verificar su veracidad. Así se logra poner freno a la desinformación.
En tus manos está actuar para bien o para mal.