-Porque: “No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría”.
-El amigo debe ser como el dinero: antes de necesitarlo, es necesario saber su valor”. Sócrates.
Algo me hizo recordar la conducta de aquellos que pretenden almorzar con un estofado de conejo sin tener en cuenta que primero hay que cazarlo. Así mismo nos encontramos con la ya costumbre de que cualquiera puede, dentro de este desmadre de “creadores de contenido” y sobre todo de políticos, crear todo un escenario espurio y lleno de anacronismos absurdos, sin ningún sentido de delicadeza o pureza moral alguna. Es en este tipo de ambiente engañoso a que nos tienen acostumbrados y en eso vivimos día a día.
Pero, a pesar de esta triste realidad, yo sí le tomo la palabra al presidente de la república. Yo apuesto por creerle, no sin hacer un gran esfuerzo, de que, en los próximos años, haciendo uso del poder con que hoy cuenta -aunque es difícil después de dos años controlar la fidelidad de estos “onorables”, para la real adecuación de tantas leyes que se reviertan para el beneficio de las grandes mayorías y no para el manejo de los partidos y las organizaciones políticas parasitarias, que subsisten gracias a las negociaciones de aposento que hacen con los primeros. Esto, sin dejar de lado la revisión sobre la legalidad de muchos sindicatos, que en realidad solo son, compañías por acciones.
Hoy, muchos asuntos en apariencia disconexo, aunque solo en apariencia, comparten nuestro diario vivir, entre los que podemos citar; el negocio de los empresarios “sindicalistas”, millonarios todos, en base a utilizar como carne de cañón a sus afiliados, todo con el fin de presionar al Estado y obtener sus beneficios e intereses muy personales, sin que aparezca fórmula alguna para ponerle coto a esa turbia manipulación. Esto ha sido así y ya, hasta los encontramos en la cima de los “onorables”, intocables e inmutables.
Por igual nos encontramos con los “sindicatos” de los pobres tigueres barriales -perdón- quise decir motoconchista, que se apropian de cualquier esquina para establecerse como base para su particular interés y no aparece autoridad alguna que frene este abuso, ya que, después, hasta comprar terrenos para hacerle sus paradas para su negocio tiene que hacer el Estado. Es tal el nivel de manipulación con las autoridades, que siquiera las placas de los motores quieren utilizar -al igual que ya lo hicieron los choferes de carros públicos-, y, donde el desprecio por las leyes de tráfico establecidas no tiene parangón alguno.
Son estos pobres tigueres -perdón- motoconchistas, los que zigzaguean entre los vehículos sin importarles ni recibir ningún tipo de sanción por los miles de accidentes y daños a terceros que producen cada momento, cada día, sin consecuencia alguna. En tanto esto sucede, pareciese ser que solo nos resta recoger lo que a diario se nos ofrece sin muchas esperanzas de que mañana se producirá algún tipo de cambio real. Esta parece ser la lógica en el comportamiento político de muchos funcionarios que no saben cómo quitarse el traje de políticos para convertirse en servidores del pueblo.
Vivir a lo Carpe Diem, parece ser la constante de las autoridades ante estos males, sin osar ponerle un freno al caos barrial que se está produciendo ya a nivel nacional. Es cual, si fuese una plaga maldita, con el desparpajo de hasta querer presentarla como un atractivo Turístico y vaya usted a ver de qué tipo se trata, que La calle 42, un culto a la indecencia, al mal gusto, al irrespeto por las leyes, al blindaje barrial y a la más vil depravación humana, no le importara a nadie, ya que nadie ve el cómo se ha convertido esto en una peste que ha infectado una gran parte de esta sociedad, ya que, los principios que sustentaban esta, hace tiempo fueron infectados.
Y todo continuara igual, si las culturas que hasta ahora ha llevado a cabo el Estado, y, algunos funcionarios aventajados en el clientelismo político no cambian, el mañana -que parece no importarles a los políticos-, será negro, no solo para algunos, si no, para todos. Entiéndase bien, para todos. Así será. ¡Sí señor!