Colombia vuelve a estar en los titulares a nivel mundial. Hubo épocas recientes en que los relatos noticiosos concentraban su atención en la inseguridad ciudadana causada básicamente por el narcotráfico. Ahora el foco de atención lo constituye Gustavo Petro, electo como primer presidente izquierdista de toda la historia, superando a las tradicionales corrientes liberales y conservadoras que dominaron el poder político en prácticamente toda la vida republicana. Petro ha declarado que sus prioridades son la búsqueda de la paz y la mitigación de la desigualdad.

 

Para tratar de identificar algunas de las posibles causas que han propiciado la conformación de la actual situación político social podríamos analizar algunos conflictos entre notorios dirigentes del pasado.

 

Laureano Gómez, considerado como el arquetipo de los políticos colombianos de extrema derecha fue uno de los ciudadanos más relevantes de Colombia en el Siglo XX. Brillante y siempre controversial, mantuvo pugnas no solo con sus sempiternos rivales del liberalismo, sino que también confrontó a sus conmilitones del ala conservadora incluyendo al sólido intelectual e impoluto hombre de estado Marco Fidel Suárez.

 

A Laureano le endilgaron múltiples sobrenombres laudatorios y también apodos incriminatorios.  En momentos cumbres de su vida sus amigos y seguidores le llamaron “El Tribuno del Siglo XX”, “Hombre Tempestad.”  “…a quien solo se podía amar u odiar”. En cambio, algunos rivales, incluyendo al mártir Jorge Eliécer Gaitán lo llamaron “El Monstruo”.

 

Por coincidencia, siendo canciller de Colombia Laureano presidió la Conferencia Panamericana de Bogotá que se desarrolló paralelamente con el “Bogotazo” provocado por el asesinato de Gaitán. Siendo testigo de esa convulsión García Márquez, relató como periodista que Laureano se refugió en la Escuela Militar y desde allí telefoneó al presidente Ospina para que no negociara con los sublevados y los aplastara, como de hecho sucedió, entronizándose la violencia por décadas.

 

Después de un exilio de 14 meses en España regresó a Colombia para lanzarse como candidato a la presidencia de la república con un discurso histórico en que comparó a los liberales con el basilisco de la mitología griega, mitad reptil, mitad gallo que, según un santo español, nació de un huevo de gallina empollado por un sapo que mataba con su mirada y su aliento pútrido.

 

Laureano señaló: “Nuestro basilisco camina con pies de confusión y de ingenuidad, con piernas de atropello y de violencia, con un pecho de ira, con un inmenso estomago oligárquico , con brazos masónicos y con una diminuta pequeña cabeza comunista, pero que es la cabeza; y así tenemos que el fenómeno mayor que ha ocurrido en los últimos tiempos, el 19 de abril” … fecha del Bogotazo “… fue un fenómeno típicamente comunista ejecutado por el basilisco, la pequeña e imperceptible lo dispuso y el cuerpo lo llevó a cabo para vergüenza nacional”.

 

Ese discurso lo ayudó para llegar a la presidencia y le ganó el mote peyorativo de “el basilisco”. Ni ese ni otros apodos lo irritaron tanto como uno que le encajaron en sus inicios políticos.

 

En 1944 siendo Laureano miembro de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores el congreso discutió el Tratado para establecer los límites con Ecuador. Laureano atacó acremente la propuesta sometida por el canciller, Marco Fidel Suárez, el político colombiano con más profunda formación lingüística. También arremetió contra la persona del canciller y concluyó diciendo que el ministro pretendía “que votemos este tratado como si fuésemos ovejos”. Marco Fidel lo corrigió: “No existen los ovejos”. “¿Cómo que no?” preguntó Laureano, “¿y el macho de la oveja?”… “ese se llama carnero” , contestó Marco Fidel poniendo en evidencia su erudición.

 

Laureano fue sarcásticamente apodado “el ovejo” por muchos años y luego ese alias se fue pronunciando “ sotto voce” en la medida en que aumentaba su poder político, pero nunca olvidó lo que entendió como una humillación infligida ante toda la nación. El resentimiento lo guardó por muchos años y esperó a que Marco Fidel Suárez llegara a la Presidencia para montar una conspiración que lo derrocó, acusando vilmente de indigno al presidente más pulcro  e ilustrado de toda la historia de Colombia: Marco Fidel Suárez .

 

Esa gran nación cometió ese pecado mortal contra sí misma y  aunque nuevas generaciones, como acto de contrición  hayan intentado mostrar arrepentimiento  por esa vileza, la culpa todavía no ha sido expiada.