Que antes de todas estas reivindicaciones las mujeres estaban mucho mejor y más seguras, es lo que se pregona desde este movimiento conservador que surge en las redes sociales hace más de 10 años y que cada vez gana más adeptas, sobre todo jóvenes.
#tradwife es un hashtag con más de 150 millones de menciones y vistas en Instagram y TikTok, redes en las que pasa la mayor parte de su tiempo la generación Z. Las influencers más notorias hacen crítica al feminismo radical y al no binarismo, se la pasan mostrando recetas de cocina, consejos de limpieza y para la crianza de los hijos, así como formas de aumentar el VMS, o mejor dicho “valor en el mercado sexual”. Demasiado retorcido y distópico, lo sé.
El perfil de la trad-wife, o esposa tradicional, es el de una ama de casa que prefiere cuidar a sus hijos y a su marido sin priorizar su desarrollo profesional o un trabajo remunerado. Su principal cometido en la vida es preservar el concepto de la familia heteronormativa, con crías saludables (mientras más, mejor) y un “buen” marido que provea todo cuanto materialmente necesiten. Son, por lo general, mujeres religiosas que se oponen a las posturas feministas y que creen en el determinismo biológico.
Dicho movimiento, con ramificaciones políticas, es columna importante del autoritarismo nostálgico de la extrema derecha que cada día tiene mayor fuerza. La cosmovisión que comparten de la sociedad es muy similar: las mujeres hoy están considerablemente insatisfechas en relación a décadas pasadas porque ahora tienen que ser exitosas como sea, no tienen tiempo para tener y criar una familia, y trabajan doble jornada (dentro y fuera del hogar). Recordemos las declaraciones de J.D. Vance, candidato a la Vicepresidencia de Trump, y posible aliado del famoso Proyecto 2025[1].
Todo esto, en cierto modo, podría venir a consecuencia de las respuestas organizadas y vindicativas (red-pilled) de parte de muchos hombres ante lo que consideran una pérdida irreversible de sus privilegios, dado el auge de campañas como #metoo, agregándole una alta dosis de supremacía blanca. Sin menoscabar, claro, la influencia de las iglesias cristianas.
No podemos decir que no hay agencia en ellas, pues están muy claras en lo que quieren y por qué, además de ser un acto político, pero, ¿a qué es que estos grupos le tienen tanto miedo en realidad?
Para mí es un oscurantismo al que nunca debemos regresar.
[1] https://www.project2025.org/policy/