Según se conoce, “el síndrome de Otelo” es un cuadro patológico caracterizado por delirios de infidelidad respecto a la pareja que, por consiguiente, puede acarrear actitudes celotípicas y conductas violentas, mientras que “el síndrome de Romeo y Caperucita Roja” describe a un adulto (hombre o mujer) comportándose como un adolescente en sus relaciones sentimentales y conyugales.
En tal sentido, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que desde que fueron documentados los síndromes de Otelo y Romeo y Julieta, las parejas de todas las edades decidieron buscar ayuda profesional para entender y manejar las conductas erráticas de los integrantes de millones de parejas que residen en los cinco continentes.
De su lado, la Psicología Social y la Neuropsicología han documentado un nuevo síndrome denominado “el síndrome de tarzán”. En tal sentido, las personas afectadas rompen sus relaciones conyugales o sentimentales e, inmediatamente, establecen nuevas relaciones argumento que sienten miedo o temor a estar solas.
Asimismo, los datos documentados sobre el síndrome de tarzán refieren que dicho síndrome afecta, principalmente, a parejas con edades entre 20 y los 35 años; no obstante, dicho síndrome afecta también a parejas integradas por personas de cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta años de edad (Informes de los expertos en psicología social y neuropsicología de la OMS, período 2001-2023).
Como tal, los hallazgos más relevantes de los estudios referidos en el párrafo anterior indican que las personas afectadas por el síndrome de tarzán son incapaces de lidiar con el vacío psicoemocional que les deja la ruptura conyugal, saltando de una relación a otra, tal y como suele hacerlo el personaje de tarzán al saltar de una liana a otra.
También se sabe que el síndrome de tarzán es destructivo y desgarrador en lo sentimental y en lo sexual, ya que las personas que toman la decisión de saltar de sus respectivas relaciones conyugales buscan llenar sus vacío psico-emocionales bajo el concepto “un clavo saca otro clavo”, sin haber enfrentado el dolor que genera una ruptura.
De nuestro lado, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que, el síndrome de tarzán tiene un efecto anestésico, ya que saltar de una relación sentimental a otra, no les permite a las personas revisarse, autocriticarse, aprender y crecer, lo que dificulta la construcción de una identidad sólida y autónoma en materia psicoemocional.
Además los profesionales de la psicología sabemos que, el miedo a la soledad está asociado a la incapacidad que tenemos muchas personas de gestionar el vacío psicoemocional con el que crecimos y nos socializamos en sus respectivos núcleos familiares. Según conocemos, muchas personas somos incapaces de estar solas sentimentalmente, ya que hemos desarrollado nuestras identidades en función de las relaciones con otras personas.
Como tales, uno de los efectos más notorios en las personas afectadas por el síndrome de tarzán consiste en la acumulación de duelos no resueltos, ya que cuando las personas no enfrentan el dolor de sus rupturas, se acumulan emociones negativas que generan un ciclo repetitivo de sufrimientos, lo que da paso al establecimiento de nuevas relaciones conyugales superficiales e insatisfactorias.
De su lado, la Psicología Social y la Neuropsicología saben que, el salto constante de una relación de pareja a otra, genera un impacto negativo en la salud mental de las personas, ya que salir de una relación sentimental o conyugal sin vivir y canalizar el dolor, genera ansiedad, miedo, tristeza, pánico, angustia y depresión, lo que lacera la autoestima del saltador/a.
En tal sentido, aprender a afrontar el duelo tras una ruptura sentimental y/o de pareja, requiere de madurez, autoconocimiento y reflexión crítica y honesta, lo que contribuirá a establecer y a construir vínculos y relaciones de parejas sanas y sólidas.
De nuestro lado, los especialistas en higiene y salud mental sabemos que, el síndrome de tarzán, es un reflejo de la inmadurez psicoemocional de las personas para canalizar, vivir y enfrentar el dolor, el vacío existencial y la soledad.
Por su parte, aprender a reconocer, aceptar y a canalizar el duelo de una ruptura sentimental y/o conyugal, requiere trabajar la autoestima y la identidad personal, ruptura tras ruptura, lo que evita caer en un ciclo de relaciones disfuncionales y superficiales autodestructivas.
Trabajar en la autoindependencia psicoemocional, el autoconocimiento y el control de las emociones, les permite a los seres humanos establecer conexiones sentimentales y conyugales genuinas, honestas y transparentes sin aferrarse a las lianas, tal y como lo describen las novelas y las películas de ciencia fisión de tarzán.
“Las personas debemos aprender a caminar por nuestra propia cuenta, estableciendo relaciones sentimentales y conyugales sanas y nutritivas, basadas en valores” (DTGM, Octubre 2024).