El nuevo gobierno del presidente Luis Abinader se ha propuesto, desde finales de su primer período, una serie de reformas y modificaciones estructurales de normas jurídicas que son ambiciosas. Quizás uno de sus objetivos, además de dejar un legado al país y nuevas generaciones, es ser recordado como un presidente innovador y reformador. La iniciativa, el esfuerzo y la intención son admirables; de hecho, particularmente, apoyo la mayoría de esas iniciativas con ciertas matizaciones.
No obstante lo anterior, creo que es importante bajar el acelerador, ponderar y concertar mejor algunas de las iniciativas, para que éstas puedan tener un resultado efectivo y positivo para toda la población y los distintos sectores económicos que componen nuestro país. El muy escuchado refrán “el que mucho abarca poco aprieta” tiene una aplicación directa en este caso. El deseo ambicioso de obtener demasiado puede conducir a resultados menores y desacertados, en comparación con lo que se podría lograr con un cronograma más prudencial, esto ha permitido que todas las reformas se concatenen y se presenten al mismo tiempo, lo cual, en términos de “timing” no ha sido, a mi entender el más conveniente.
Era todo un desafío presentar una reforma Constitucional, aún cuando se trataba de cuestiones muy puntuales. En este proceso, creo que se perdió el objetivo de producir algo más transcendental y de realizar cambios estructurales para nuestra sociedad (lo comentaba en mi artículo publicado en este diario denominado “Propuesta de reforma constitucional: ¿oportuna, pero por qué limitarla?”), más allá de meras cuestiones políticas. Por otro lado, se ha presentado un proyecto de “modernización fiscal” que, aunque responsable, aborda muchos aspectos que por mucho tiempo no han sido atendidos con la rigurosidad necesaria, y que, evidentemente generará cuestionamientos de ciudadanos y sectores clave de la economía dominicana que se verán afectados. Muchos de estos sectores tienen razones fundadas en cuestiones técnicas y económicas. Adicionalmente, se ha presentado todo un plan interesante, para fusionar o eliminar ciertos órganos y entes de la Administración Pública; y como si lo indicado anteriormente fuera poco, se presenta también la propuesta de reforma al Código Laboral, que también ha provocado un rechazo de una gran parte de los sectores productivos.
Es importante reiterar que no estoy en desacuerdo con la necesidad de las propuestas, sin embargo, cuestiono la velocidad de acelerar cambios tan significativos al mismo tiempo. ¿Por qué no concentrarse en ir cerrando capítulos concretos poco a poco? Primero, la reforma Constitucional, luego la modernización fiscal, después, la laboral y finalmente, reestructurar la Administración Pública. Y es que, en adición a estos fundamentales proyectos de cambio, el gobierno debe continuar gobernando con efectividad y atender los asuntos públicos que no son menores. Insisto en que debe haber alguna razón lógica o estratégica que desconozco, la cual me gustaría entender. La realidad es que, cuando todo se hace al mismo tiempo, existen mayores riesgos de que el resultado no sea el esperado. El Congreso ahora tiene una labor fundamental de responsabilidad al sopesar y evaluar todas estas propuestas.
Con un Congreso Nacional dominado por el partido de gobierno, el resultado de todas estas propuestas repercutirá favorable o desfavorablemente en la figura del presidente de la República. Supongo que ha existido un análisis y una estrategia detrás de la introducción de estas importantísimas reformas simultáneamente, tal vez tratando de aprobar todo de un “sopetón” y pasar la página. Sin embargo, no creo que recomendable ni efectivo sin un debido consenso de la mayoría de sociedad dominicana, lo cual parece que no es el caso. Entiendo que se puede desvirtuar en gran medida el resultado de las propuestas presentadas. El tiempo dirá si era necesario o no juntar todas las reformas y presentarlas al mismo tiempo. Igualmente, indicará si el Congreso Nacional desempeñó su papel y asumió su responsabilidad social y política.
En definitiva, estamos en un momento histórico fundamental. Los cambios que sean aprobados repercutirán en el desarrollo y evolución positiva de nuestro país, como ha sucedido en las últimas décadas. Todos debemos de poner de nuestra parte. La sociedad civil se verá afectada por muchas de estas reformas, especialmente la fiscal. El presidente se juega su legado político con todas estas propuestas sometidas a la vez. Sin dudas ha actuado con valor y responsabilidad. Ojalá esa apuesta sea positiva para el bien de la sociedad y el futuro de la República Dominicana.
Nosotros, los ciudadanos y el sector privado, tendremos que asumir los sacrificios que resulten de las reformas. Espero que el Congreso tenga oídos para escuchar con objetividad los reclamos fundamentados que han surgido de distintos sectores de la sociedad dominicana para aprobar lo posible y más conveniente con miras de obtener resultados positivos en el futuro. La suerte está echada con las propuestas de reformas presentadas y sometidas al Congreso. Es momento de que los otros Poderes actúen con responsabilidad y valentía, tal y como lo ha hecho el presidente de la República. Apostemos todos al éxito de estas transformaciones para beneficio de todos los ciudadanos.