Francisco Antonio Lora Cabrera ( Ñico) interpretando su acordeón diatónico de diez notas.

Introducción

Solía afirmar un veterano y acucioso periodista que el plagio era  más antiguo que el mundo y en prueba de su afirmación señalaba que satanás, plagiando a Dios, pretendió establecer un reino celeste por su cuenta.

En el caso dominicano las querellas por la propiedad autoral de las letras y música de temas de diferentes géneros tienen raíces seculares, y muy especialmente en lo que respecta a nuestro ritmo vernáculo por excelencia, el merengue, tanto en su variante original, lo que se conoce en el “merengue típico” y, de igual manera, su transformación posterior en el popular  merengue de orquesta.

Para otra entrega de esta columna quedará la reseña histórica de una famosa polémica en torno a la autoría de  un reconocido merengue, la cual  hizo historia en su época, pero hoy se centrará nuestra atención en reseñar algunos pormenores históricos de un justiciero reclamo por parte del legendario acordeonista y compositor cibaeño Francisco Antonio Lora Cabrera, mejor conocido en nuestros anales  musicales  por su nombre de pila “Ñico Lora” (1881- 1971).

1.- Periodistas y músicos en defensa del legado musical de Ñico

Desde su apacible retiro de Navarrete, Municipio de  Santiago de los Caballeros, a finales de los años 40 del siglo pasado, cuando ya sobrepasaba las siete décadas y la radiodifusión se encontraba aún en su etapa de esplendor, se vio  Ñico precisado a salir a la palestra para defender su legado musical tras sentirse irrespetado y desconsiderado por músicos de entonces, los que de forma inconsulta alteraron a discreción sus melodías y composiciones con el propósito de adquirir fama y popularidad.

Cabe significar que nuestro ritmo vernáculo por excelencia, el merengue, tuvo en el prolífico músico Ñico Lora a uno de sus más legendarios intérpretes y compositores. No sólo porque Ñico destacó como pionero en la interpretación del acordeón diatónico (entonces de una sola hilera  de diez notas), llegado a nuestra tierra desde Alemania a través de la famosa Casa Jiménez, de Montecristi, propiedad del destacado caudillo Juan Isidro Jiménez, sino también porque el alma popular dominicana, y especialmente cibaeña, tuvo en Ñico a uno de sus principales cultores.

Todo comenzó en la ciudad de Santiago de los Caballeros, cuando Rafael Almonte, un entrañable discípulo de Ñico, afirmó que el veterano merenguero y compositor estaba siendo “materialmente desvalijado”, puesto que “una turba de compositores había caído sobre sus mejores merengues, cambiándoles las letras, dándoles algunos toques que, al pretender disfrazarlos, sólo han conseguido quitarles parte de su frescura y originalidad, lanzándolos al público mediante la radio, como obra propia”.

En palabras de un destacado corresponsal periodístico santiagués, R. Suárez Vásquez, con relación a la mutilación del legado musical de Ñico se estaba siguiendo un procedimiento innoble consistente “en cambiar la letra y el título de los merengues e introducirles algunos compases distintos de la música. Y con esto, ya tienen los originales e inefables compositores un merengue nuevo, listo para echarlo a volar con sus firmas por esos radios de Dios”.

En palabras de Suárez Vásquez “ese procedimiento es tan cómodo como el del poeta que componía sonetos con estrofas tomadas de distintas composiciones ajenas, cosa fácil de hacer para quien tenga mucha paciencia y poca inspiración”.

Apoyando los pareceres  de Almonte y Suárez Vásquez  se pronunciaron también el destacado periodista e historiador puertoplateño Don Rafael Senior así como el popular  compositor y músico Don Félix López, igualmente nacido en  la “novia del Atlántico”.

Sostenía Senior que había conversado al respecto con el primo de Ñico,el destacado músico Don Manuel Lora lo mismo que con el  popular músico Flinche, quienes refrendaron lo dicho por Almonte en el sentido de que “el anciano y glorioso trovador estaba siendo víctima de un atrevido despojo”.

De su parte, el popular compositor y merenguero Félix López salió al ruedo público para respaldar a Ñico, cuyas quejas y reclamos consideró fundados, aseverando  que “los compositores de nuevo cuño que se adueñan de sus merengues, los disfrazan un poco y luego los anuncian como de ellos con una total ausencia de escrúpulo artístico”.

A su criterio: “la gloria de Ñico como compositor de merengue es única en el país y francamente no creo que haya otro compositor que pueda igualarla, ni mucho menos superarla”, dado que su música  “…lleva el sello del pueblo, porque es con los más puros motivos del pueblo que el autor de “Mapembá” compone sus merengues, y no hay derecho a apropiarse de esas melodías que Ñico defiende ahora desde su retiro de Navarrete”.

Y  retratando lo que comenzaba a instaurarse como una malsana práctica en el ambiente musical de entonces, sostuvo López: “lo que sí aseguro…es que existe un verdadero saqueo de merengues entre nosotros no solamente con los merengues de Ñico, sino con merengues y canciones de compositores  humildes, sin pretensiones de publicidad ni de lucro, que toleran estos saqueos sin hacer los necesarios reclamos. De esta manera, el público no sabrá al fin a qué atenerse  y muchos merengues, como muchos boleros y canciones, quedarán prácticamente sin autores conocidos”.

Tanta indignación causó a López el saqueo y desfiguración irreverente que se estaba llevando a cabo de los merengues de Ñico, que se dispuso a componer  uno de su autoría en contra de los plagiadores, cuya letra rezaba  de la siguiente manera:

Yo les suplico a todos, amigos,

que se las dan de compositores

que sustraen lindas melodías

campesinas para darse honores.

Hay un grupito que yo conozco,

Que nombres de ellos no puedo dar;

ellos discuten en las esquinas

que son famosos y original.

Jaleo

Compongan merengues

dejen de abusar;

por los campesinos

yo salgo a abogar.

Pues ellos se inspiran

Por entretención

Y ustedes lo cogen

Pa´negociación.

2.-  Ñico apodera a su sobrina Luz Elsa para la defensa de su legado musical

El reclamo de Ñico cobró nuevos ribetes. Desde su apacible remanso de Navarrete escribió una carta a su sobrina Luz Elsa Rodríguez Lora, entonces residente en la calle Benito Gónzalez No. 11, de San Pedro de Macorís, en la cual le significaba que “autores nacionales se han estado adueñando de su música para hacer negocio” al tiempo que anunciaba que “pronto iniciaría las diligencias necesarias para poner coto” a lo que tuvo a bien en llamar “abuso de los que se adueñan de mis merengues”.

Entendía, no obstante, que aún  no era tarde para recuperar la propiedad de sus merengues, pues tenía sobre ellos  fuerza de ley  al tiempo de afirmar que: “han querido anular mi repertorio porque me encuentran viejo, pero yo estoy en mi puesto todavía, tocando y escribiendo más merengues” al tiempo de señalar: “el que dude de mí, puede someterme a prueba para dejarlo satisfecho”.

Ñico delegó en su sobrina Luz Elsa la responsabilidad de defender su legado musical al tiempo que prometió venir desde Santiago a la  capital acompañado de parejas de baile típico lo mismo que se haría acompañar de su señora madre que entonces cifraba, según su afirmación, la edad de 128 años, lo cual, afirmaba Ñico, no le impedía bailar merengues, polcas, chenche matriculado y zapateo.

Si Ñico pudo o  no cumplir la promesa hecha por conducto de su sobrina , es dato que no consta al autor de estas líneas, pero sí existe evidencia de que su sobrina Luz Elsa cumplió a carta cabal la encomienda de su apreciado tío, llegando a afirmar que su música “se ha bailado en este país desde el más pudiente hasta el más  infeliz” al tiempo que hacía saber que “cualquier persona que desee tratar algo con respecto a Ñico Lora deberá dirigirse a mí, que tengo todo lo referente a Ñico a mi cargo, autorizada por él mismo”.

 3.- ¿Cuántos merengues escribió Ñico?

No creo que hoy sea posible saber cuántos merengues pudo haber escrito y musicalizado el celebrado acordeonista Ñico Lora  y de cuantos de los mismos se apropiaron o variaron, registrándolos como propios, los  músicos que fueron sus contemporáneos o sus sucesores en una época en que no se aplicaban las duras penalidades que hoy establecen las leyes respecto a  la violación de los derechos autorales.

Sí se sabe que Ñico envió a su sobrina Luz Elsa una lista de merengues  de su autoría, por entonces unos veinticuatro, que eran  apenas una parte ínfima de lo mucho que compuso y musicalizó  y era sabido de otros merengues ya populares de los cuáles la autoría  de Ñico era públicamente reconocida.

Para entonces, en la referida lista figuraban como de su propiedad autoral e interpretativa, los siguientes merengues, a saber: “La emigración”, “Horacio Vásquez”, “La Ñoñería”, “ Zapato Pelona”, “Vamo ai trago”, “ La aspiración de Ñico  “ La inauguración de la carreteraLa Lomota”, “ Blanco Bisonó”, “ Consuelo tiene y no me dá” “Mi Caridad”, “ La Cubana”, “ Cuando Roja viene cerca”, “ Un telefonema a Guayubín”, “ El gallo cola blanca”, “ La mujer más bella” “ El cachimbo de oro”, “ Los bombones” “Latido del corazón”, “ Tengo una morena”, “ Tontón Estévez”, “ El paso del coco”, “ Victoriano y la Mellisa” “Doña Casimira”, “San Francisco”, “San Antonio”, “San Pedro”, “ Santa Rosalinda”, “ Las Mercedes”, “ Llorar por amor”, “ La última moda”, “ Hatillo Palma”, “Rafael Vásquez”, “Macarita pai pleito”, “La Salada”, “ Mapenbá”, “ Yo tenía amores escondidos”, “Onofre Caba”, “ Yo tengo un revolve”, “ Tumba leve”, “ Mi Margarita”, “ Heroína”, “ Honorable Trujillo”, “ La Furufa”, “ No quieren ser”, “Biensito Gómez”, “Luis Alejo”, “Don Pedro Chávez” y  “ La ambulancia”.

Duele pensar que muchas de las melodías de estos pimentosos merengues de Ñico Lora se perdieron para siempre en las brumas del tiempo, pues muchos surgieron de su estro repentista en momentos en que era el  ídolo indiscutible de campos y ciudades, convocado para amenizar los más diversos momentos festivos con su música pimentosa en tiempos en que brillaban por su ausencia los registros sonoros.

Otros se han rescatado gracias a la tozuda persistencia  de talentosos investigadores de la historia de nuestro merengue tradicional como Don Américo Mejía, Rafael Chaljub Mejía, Huchi Lora o Darío Tejeda, entre otros, o las interpretaciones de consagrados acordeonistas como Rafaelito Román o King de la Rosa y  laureados intérpretes como los maestros Rafael Solano o Dionis Fernández, entre otros no menos meritorios.

Pero es lo cierto que muchos de los merengues de Ñico se han perpetuado en el tiempo, interpretados por notables acordeonistas y merengueros que le sucedieron, como fue el caso del astro del merengue Domingo García Henríquez( Tatico), el legendario trío Reynoso, el inmenso Bartolo Alvarado ( El ciego de Nagua), el gran  Dionisio Mejía (Guandulito), o los virtuosos  Ramón Mézquita y  Chichito Villa, entre otros,   y es lo que explica que, aún hoy, en una fiesta típica donde existan buenos bailadores y amantes de nuestro ritmo vernáculo resulte muy difícil, por no decir imposible, que los músicos dejen de interpretar merengues como “San Antonio”, “San Francisco”, “La última moda”, “Hatillo Palma” o “Biencito Gómez”.

Justo es significar, de igual manera, que muchos de los temas de Ñico fueron grabados, posteriormente,  por otros músicos, en no pocos casos modificándole su título. Ejemplo de ello, si se quiere alguno, es el merengue “Un telefonema a Guayubín” que posteriormente muchos grabaron como “Pedro Pepín” o el caso del popular merengue  “Pedro Chávez”, que posteriormente fue grabado con el título de  “El  cola blanca” o “El colita blanca”.

Hoy- y qué bueno que sea así- se tiene mayor conciencia de la responsabilidad de respetar los derechos autorales. No así en tiempos de nuestro admirado Ñico Lora. Ojalá que, al menos, ante la imposibilidad del resarcimiento monetario que en vida no pudo disfrutar por su inmenso legado musical, le tributemos siempre el recuerdo imperecedero de nuestra admiración agradecida.