Por lo regular cuando nos hacemos preguntas que marcan un antes o un después en cierta comprensión de un problema o en una postura ante la vida misma, estas se formulan en positivo. Por ejemplo, ¿qué hay después de la muerte? ¿Cuál es el sentido de la existencia? ¿Cómo conquisto la felicidad? Digo en positivo en dos sentidos: primero, la esperanza de encontrar una respuesta válida y que, segundo, la respuesta tenga cierta materialidad, es decir, un objeto (visible o no) y una vía de acceso (difícil o no) a este objeto. Así cuando nos preguntamos sobre el sentido de la existencia pretendemos dar con algo concreto que brinde la razón de existir y un camino que nos garantice alcanzar esta última. Si se quiere, en términos filosóficos es lo que Kant llama «contenido» cuando discute sobre los sistemas éticos en la antigüedad griega.
Pero hay otra serie de preguntas que podríamos calificar de negativas, es decir, que abordan cuestiones dañinas (moral o físicamente), pero que son realidades presentes tanto en el conjunto social como en la vida de los individuos. Una de esas preguntas negativas ha vuelto otra vez: ¿Por qué la gente comete un delito? No es una pregunta nueva; ya ha obtenido respuestas diversas desde diferentes dominios de saberes. Lo interesantes es que, contraria a las preguntas fundamentales, parece ser una pregunta menor en el sentido en que no se registra en los grandes discursos como el de la religión y sus códigos morales, a no ser a partir de su interdicción; ni tampoco se registra en los programas de formación del individuo. Frente al delito cabe la sanción penal, no la teorización o abstracción de este, parece ser la guisa. Ello a pesar de que sus consecuencias son más catastróficas tanto para el orden social como para los individuos, por lo que apremia su reflexión.
La pregunta por el delito y sus causas parece ser menor respecto a las preguntas fundamentales de la existencia a pesar de que si bien en este último tipo de preguntas no hay un tercero involucrado y en el primer tipo sí lo hay y en calidad de víctima. Por eso sus daños son mayores, lo que nos debería preocupar e interesar más que aquellas preguntas de orden existencial.
Lo dicho anteriormente no es banal, en modo alguno. Incluso, si analizamos la formación oficial de los ciudadanos (escuela, universidad) rara vez tocan el tema de frente y se carece de preguntas tales como: ¿por qué delinque la gente? ¿cuáles son las consecuencias morales y penales del acto delictivo? ¿En qué consiste un acto delictivo? ¿Hay una conducta delictiva aprendida o heredada? ¿Qué condiciona a la persona para cometer actos delictivos? ¿Por qué y cómo se clasifican los delitos? ¿Qué significa «delito común»? ¿Qué lectura de género podríamos hacer de las estadísticas del acto delictivo? ¿Cómo se relaciona la pobreza, la familia, la escuela y el acto delictivo? ¿Qué ciencias podrían ayudarnos a entender el acto delictivo?
Lo que planteo es una redirección de la formación del ciudadano y esta vez, si bien el núcleo no han de ser los problemas o la negatividad en la persona, hay que abordar de frente y de manera racional algunos problemas sociales que tenemos hoy. De la misma manera en que se reclama una formación especial en seguridad y educación vial, del mismo modo hay que informar al individuo con los daños morales, sociales y psicológicos que deja su acto delictivo no solo en el otro, su víctima, sino también en el cuerpo social. De alguna manera hay que llevar a la formación obligatoria y a la universidad estas cuestiones y esos temas «no agradables» a los ojos del formando y de ciertos formadores ingenuos.
No es descuidar la reflexión racional sobre las preguntas fundamentales de la existencia, sino también añadir, en contrapartida, aquellas conductas que lesionan a la humanidad desde que hay memoria. No es una reflexión meramente histórica y teórica dentro del marco de la violencia o del mal, sino una reflexión que parta de las evidencias de las estadísticas; incluso, podría tratarse desde las condenas de casos concretos y finalizados judicialmente de nuestra historia reciente. Ello si los hay.