De un tiempo a esta parte hablar de Políticas Públicas, su impacto y capacidad de transformación se ha vuelto muy común. Es así porque son el conjunto de acciones que un gobierno planifica y emite con el objetivo de dar respuestas a las diversas demandas de la sociedad y se pueden entender como el uso estratégico de recursos para aliviar los problemas nacionales.

Visto desde esta perspectiva considero oportuno que la principal acción post pandemia del gobierno debe ser revisar las políticas públicas vigentes, para adecuarlas y fortalecerlas desde una visión inclusiva, donde la transversalización de género sea uno de los ejes que nos permita acercarnos a la igualdad.

Durante años hemos enunciado que la desigualdad de base de las mujeres impide el alcance de sus derechos sociales y, en especial, el derecho a la salud, a la salud sexual y reproductiva y a la salud mental, lo cual agrega tensión a los conflictos distributivos y de reconocimiento.

Las políticas públicas que atañen a las mujeres en violencia de género, atención a mujeres en zonas vulnerables, inclusión de mujeres en las Mipymes, asistencia a mujeres en zonas rurales, visibilización de mujeres con necesidades especiales. Todos estos aspectos deben ser revisados, evaluados, y adecuados.

Los tiempos requieren del diseño de las políticas públicas desde una visión que integre a las mujeres al desarrollo en igualdad de condiciones. Se trata de romper la trilogía paternalismo-asistencialismo-clientelismo, tan fuertemente arraigada en la lógica y las prácticas de las autoridades de nuestro país.

Los aprendizajes han sido múltiples, tanto individuales como colectivos, y como nación, nos ha llegado la hora de ponerlos a funcionar. La pandemia reveló el fuerte individualismo que nos arropa como sociedad: abarrotando supermercados y farmacias con el fin de auto protegernos, y nos olvidamos de que la clave consistía en cuidarnos todas y todos.

Nuestra falta de disciplina también quedó al descubierto. Y después de dos años somos incapaces de seguir dos reglas básicas como son usar mascarilla y mantener la distancia social. En este tiempo nos dimos cuenta de que somos parte de un todo y hoy quizás somos más conscientes de que lo que pasa en cualquier lado del planeta nos puede afectar, y nos pueda alcanzar. Que nuestro mundo es este, el único que tenemos y lo habitamos todos y todas.

Todos los gobiernos enfrentan el desafío de revisar su sistema de salud y determinar que tan eficiente e incluyente es y, sobre todo, cuanto estamos invirtiendo en un sector tan fundamental.

Nuestro sistema educativo también efrentó retos. Clases virtuales en un país carente de electricidad fija, con niveles de pobreza que limitaban el uso de internet y una gran brecha tecnológica, por lo que se auxiliaron de medios de enseñanza olvidados: la radio y la televisión.

El sector turístico, nuestra principal fuente económica, se ha visto lacerado como en todo el mundo, lo que ha llevado a impulsar medianamente al turismo interno con miras a movilizar un poco la mediana economía en el país.

Los desafíos son más y mayores porque venimos arrastrando modelos deficientes que con la pandemia han quedado al desnudo y por esta razón hace falta una evaluación de las políticas públicas. Hoy podemos saber que los sectores de salud, educación, mujer y turismo son esenciales para cualquier país. “Nunca se aprecia más algo que cuando carecemos de ello”.

El mayor aprendizaje es que todas las políticas públicas del estado deben tener una mirada de inclusión e intersectorialidad. Que ningún sector de la población debe quedarse excluido, que para avanzar como país la agenda debe ser lo más inclusiva y equitativa posible.

Cerrar la brecha de género y acercarnos a los objetivos de la Agenda 2030 son un compromiso país.  En nuestro caminar en el ámbito político debemos abogar porque las agendas siempre incluyan el enfoque de género. Debemos luchar por la equidad e igualdad de género, porque es lo que nos permitirá avanzar como país, garantizar el derecho de las mujeres, cerrar las brechas, y vivir en un mundo más justo e igualitario, donde todas y todos tengamos los mismos derechos.