Los datos oficiales y de organismos internacionales, nos dicen que la República Dominicana, durante el período 1990-2020, es en uno de los países Latinoamericano y del Caribe con mayor nivel desarrollo económico, pero también que ha pasado a ser el octavo, de 28 países, con mayor dinamismo migratorio de América Latina y el Caribe (https://mepyd.gob.do/ministerio-de-economia-destaca-en-informe-aporte-de-la-diaspora-dominicana).
A decir del especialista del tema Carlos Abaunza, a partir de la década de los 90, la emigración alcanzó un ritmo acelerado de crecimiento. En tan solo tres décadas, la diáspora pasó de 520,151 en 1990, a 1,700.000 en el 2020. Para el 2022, el Instituto Nacional de la Migración (INM), estiman que existen alrededor de 2,245,466, 17% de dominicanos viviendo fuera del país (http://obmica.org/images/Publicaciones/Informes/2.-La-emigracion-dominicana).
Además, otro estudio dado a conocer por el Instituto de dominicanos en el exterior (INDEX), establece que para el 2022, la cifra total de dominicanos residiendo en extranjero rondan los 2, 500.000, es decir el 20% de la población dominicana (https://www.diariolibre.com/usa/actualidad/2022/03/10/dominicanos-en-el-exterior)
Los que pone en evidencia que, a pesar del desarrollo económico, las emigraciones siguen creciendo. Por tanto, explicar esta extraña paradoja de crecimiento económico y expulsión de población es el objetivo de este artículo.
En principio, hay que reconocer que las causas de las emigraciones son múltiples y variadas, asociadas al desempleo, salarios, inflación, persecuciones políticas, inseguridad ciudadana, educación, reencuentros amorosos, familiares, incrementos de las expectativas de bienestar y consumo de los individuos y otras.
Sin embargo, en nuestro país, los procesos migratorios se acogen a las características modernas de los países más pobres hacia los más ricos. Según los estudios citados, más del 90% de los dominicanos se concentran en países desarrollados. Estados Unidos con 73% y Europa con un 17%, expresando que las emigraciones están asociados a las condiciones socioeconómicas de los migrantes.
La diáspora de dominicanos se concentra en países de altos niveles de desarrollo económico, reflejando que la emigración dominicana está altamente influenciada por razones de pobreza, desigualdad social, inseguridad social, los altos costos de la canasta familiar y, otros (https://inm.gob.do/emigracion-y-diaspora-dominicana).
Pero, además, otras informaciones expresan que el 57% de la población emigrantes son jóvenes menores de 35 años, y el 54% son mujeres. Expresando como los niveles de precariedad, falta de protección social, está impactando de manera desigual a la nueva generación.
Esta nueva oleada migratoria, se caracteriza por aspectos tradicionales y otros más diferenciados. Lo primero es que, parece ser una emigración individualizada. Los que emigran son las personas (jóvenes y mujeres), no la familia, las mayorías se quedan en el país de recepción, sobre todo en los Estados Unidos, como indocumentados y, se organizan a partir de redes sociales, es decir del contacto con un amigo, un familiar que pueda garantizar, mínimamente, ciertas condiciones de solidaridad e integración laboral al país de recepción para los recién llegados.
Y es que, estos nuevos movimientos migratorios, se producen en el marco de un modelo de desarrollo neoliberal que ha producido un incremento de las desigualdades sociales, un deterioro de los servicios públicos del Estado que, está afectando la protección y seguridad social de los más precariados.
Pero también, se está produciendo, en un entorno cultural caracterizados por el auge de las interacciones y comunicaciones transnacionales y, de una cultura mediática que incrementa las expectativas, los deseos de bienestar y consumo de la población dominicana, en particular de los más jóvenes.
Según, el estudio de Barómetro de las Américas realizados en el 2019, el 60% de los jóvenes, en edades comprendidas entre 18 y 25 años, expresaron que desean emigrar (https://acento.com.do/actualidad/barometro-de-las-americas-60-de-los-jovenes-quiere-emigrar).
Paradójicamente, las emigraciones se han convertido en el gran escape, en un extraordinario activo económico para los países de expulsión y recepción, pues producen remesas y manos de obras baratas. Para los países de expulsión, la emigración es un recurso en un doble sentido: por un lado, es un mecanismo que disminuye la presión interna de las demandas de trabajos en el mercado laboral y de servicios públicos del Estado, reduciendo los conflictos sociales, a través de la búsqueda de salida individuales.
Por otro lado, la emigración se ha convertido en sostén del desarrollo económico nacional a través de las remesas, del estímulo de la industria inmobiliaria, el turismo e incrementa las demandas de consumos en el interior y exterior.
Según sostiene los datos oficiales del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPYD), entre los años 2020-2022, las remesas representaron entre el 10% – 11% del producto interno bruto (PIB) del país. De cerca de 3.5 millones de hogares, más de 400 mil reciben remesas, lo que representa el 11.8% o 12% de los hogares dominicanos. Estas remesas, sostienen las familias y dinamizan el consumo interno (https://mepyd.gob.do/ministerio-de-economia-destaca-en-informe-aporte-de-la-diaspora-dominicana).
El gran sueño del emigrante es construir su casa propia en el país de origen, los dominicanos no somos la excepción. Detrás del desarrollo de la industria inmobiliaria en el país, están las clases medias, empresarios, profesionales, como también, los dominicanos de las diásporas, como los mayores adquirientes.
Sin lugar a dudas, paradójicamente, la emigración es el resultado de un modelo económico neoliberal que produce riqueza, pero también desigualdad social, de un Estado democrático que garantiza la libertad y la propiedad, pero sacrifica la equidad y la igualdad. Como también, de una sociedad individualizada que ha hecho de la emigración una estrategia individual (racional-reflexiva) para enfrentar y superar los problemas sociales.
La emigración ha sido la gran solución para desactivar, mitigar, los daños colaterales de la modernización neoliberal sobre los individuos y convertir las crisis sociales en soluciones individuales, con todos sus riesgos, desafíos y oportunidades.