En España durante el pasado año 2021 ha habido 37 asesinatos machistas teniendo como víctimas mujeres, sus hijos y familiares cercanos y como es lógico este tipo de violencia causa una gran preocupación general en ese país tanto por la gravedad y el alcance de los hechos en sí mismos como por la exigencia de un sistema de protección más efectivo para las víctimas. Y por ello también es la causa de numerosas y frecuentas manifestaciones mayoritariamente femeninas con pancartas, tambores, gritos, consignas de protesta en las calles y gran cantidad de denuncias a través de los medios de comunicación para presionar a las autoridades correspondientes y lograr una mayor atención a ese gravísimo problema y mayor efectividad de resultados en la lucha contra este tipo específico de criminalidad.

En nuestro país el número de mujeres muertas por el machismo en el pandémico 2021 asciende a 74 dejando además 63 huérfanos y solo en el primer trimestre ya sumaban 29 asesinatos según datos publicados por la fundación Vida sin Violencia. Si comparamos las cifras con las de España, por ejemplo, que tiene algo más de cuatro veces la población nuestra resulta que si allí imperase la violencia machista dominicana tendrían no 37 muertes sino 296 lo cual sería un escándalo de tal magnitud capaz de barrer hasta el gobierno más progresista.

Pero en nuestro patio el feminicidio no pasa de ser un problema más de los que muchos que tenemos y es aceptado casi como algo normal, menos importante aún que si en el colmado de la esquina no tuvieran cervezas para vender, y que no obstante se ha avanzado en su toma de conciencia gracias a los reclamos de organizaciones feministas las medidas para evitarlo o paliarlo en lo posible son demasiado tibias por no decir claramente insuficientes. Los asesinatos siguen y aumentan, en 20021 fueron12 más, casi un 15% respecto a 2020. No en vano somos el cuarto país en América Latina en este tipo de crimen pasional, otro buen puesto entre los malos lugares.

El gen machista que los hombres dominicanos aún lo llevamos muy en los adentros, ese que nos hace creer que la mujer es de nuestra absoluta propiedad y mejor muerta de cien cuchilladas que de otros, debería ser combatido desde los primeros años de infancia, en los hogares y en las escuelas que es donde se siembran tempranamente los valores, la igualdad y el respeto entre los sexos, y después continuarlo en todo el transcurso de nuestra existencia, los gobiernos tienen un papel fundamental en su realización. Sí parodiamos un poco al famosísimo tango de Gardel aquí las matamos también porque son nuestras, y esa mentalidad ancestral y posesiva tenemos que cambiarla de manera radical y urgente.