Todo buen inicio es una premonición de un excelente final. El Festival Internacional de Teatro no es la excepción. Revivió los sueños construidos por Rafael Villalona y trazó los retos del Ministerio de Cultura. Entender que Santiago es Santiago: la Ciudad Corazón.
El Centro de la Cultura de Santiago “Srta. Ercilia Pepín” enfocó sus objetivos —desde el principio— en la creación de un público asiduo al teatro. El FITE 2023 —quizás sin saberlo— centró sus propósitos en empujar desde el pasado al presente el proyecto inicial del Centro.
El maestro Rafael Villalona (1942-2012), actor, dramaturgo y Gloria Nacional del Teatro, diseñó y puso en marcha el proyecto de gestión cultural en Santiago de los Caballeros. La iniciativa consistía en promover el nacimiento de un público experimentado en la observación del arte dramático. La pericia sería la garantía del disfrute teatral.
Por lo anterior, se creó el grupo Teatro Popular del Centro (TPC), no solo para la actuación, sino como animadores de la gestión cultural en sentido general. Es decir, los integrantes del TPC tenían que trabajar con los clubes culturales de la época en los barrios y los campos.
Que yo recuerde, ningún miembro de un club tuvo que pagar para entrar a ver una obra teatral o disfrutar de un concierto. El CCS les facilitaba las entradas. Al poco tiempo se organizaban teatro-foro, conversatorios para hablar de lo aprendido en las presentaciones. Se debatía, además, sobre las opiniones críticas de los montajes.
No fue uno ni dos los grupos teatrales que se formaron en la región inspirados por este trabajo tesonero. Tesón que se fue apagando luego de la salida a destiempo del maestro Villalona. El reto actual consiste en evitar que él se lleve su trabajo a la tumba.
Y lo anterior es un peligro latente. Porque hoy solo queda la reminiscencia y el deseo encarnados del actor y director Robinson Aybar de recuperar el proyecto didáctico y recreativo de su maestro Rafael Villalona. Pero un presupuesto miserable se cruza como piedra en el camino.
La participación en el FITE
La participación en el FITE se aborda desde dos miradas diferentes: la primera, desde la asistencia de público a las presentaciones; la segunda, se ocupa de observar la integración del público a la actuación desde el auditorio.
En lo que respecta a la participación del público, el entusiasmo rebosó los límites de asistencia. El solo hecho de tener —de manera simultánea— las salas Restauración y la Julio Alberto Hernández del Gran Teatro del Cibao repletas de gente es un acontecimiento histórico. Y que esa misma noche se abarrotara la sala Héctor Inchaustegui Cabral del Centro de la Cultura, eso no tiene precedente.
Esas son las tres principales salas de Santiago.
La segunda visión es sobre la intervención del público en la puesta en escena. O sea, cuando los espectadores se integran a la actuación para complementar las insinuaciones gestuales de los protagonistas. Cuando se rompe lo que en el teatro se conoce como la cuarta pared.
¿Por qué es la cuarta pared? La sala de presentación tiene un muro imaginario que marca distancia entre el público y los actores. Si los actores logran comunicación directa con su público es porque rompieron esa pared que los separa.
El fenómeno señalado se convirtió en un suceso común, presente en la mayoría de las puestas en escena. El logro repetitivo habla, por un lado, de la calidad de la actuación de los grupos teatrales presentados. Evidencia, por el otro lado, la existencia de un público educado en la observación escénica.
Pero los santiagueros o cualquier otra ciudad del interior —así llaman en Ciudad Trujillo a los pueblos que trascienden sus límites— que no se unten. Lo dijo el viceministro de Participación Popular Giovanny Cruz Durán:
— …desconcentrar tiene un costo muy elevado. Imaginen que, para este festival el Ministerio tuvo que traer a Santiago toda la logística de operación. El Ministerio quedó prácticamente solo.
Cierto, concentrar tiene un costo elevado, pero el costo de descentralizar es más bajito, más cómodo, más llevadero… Me explico, si el Ministerio de Cultura hubiera decidido descentralizar en vez de desconcentrar, los huevos de la lechuza no habrían tenido que sacarlos de su nido.
Lo anterior indica que, si el Ministerio de Cultura hubiera integrado a los funcionarios locales al Comité Organizador, por ejemplo: a Rafaelito Mirabal, director regional de Cultura; a Robinson Aybar, director del Centro de la Cultura de Santiago; entre otros, el gallo cantaría mejor. El equipo logístico no hubiera tenido que salir de la metrópolis.
¿Será que ven sombras en los aplausos?
Pero, de todos modos, el empuje que le ha dado el FITE al desarrollo de las artes escénicas en Santiago y el Cibao es trascendental. Es y debe de ser el punto de partida para recuperar el espíritu pedagógico del maestro Rafael Villalona.
Ese sería el milagro de Milagros Consuelo de la Altagracia Germán Olalla, ministra de Cultura, para dejar una impronta junto a su equipo de trabajo.