Si en República Dominicana tuviésemos superheroínas, al estilo Mujer Maravilla y Capitana Marvel, seguro que las chicas de la selección femenina de voleibol -con su entrega, empoderamiento, responsabilidad, solidaridad y talento- estuvieran entre ellas. La condición de mujer les impone un reto adicional: la maternidad. Ser madre supone que cualquiera de ellas, como el caso de Bethania de la Cruz, se ausente de entrenamiento y competiciones por al menos 15 meses, periodo superlativo en la carrera profesional de un atleta de alto rendimiento.

En agosto pasado, con su victoria ante Colombia, validaron su corona en la Copa Panamericana, que anteriormente habían ganado en 2016 ante Puerto Rico. El pasado mes terminaron invictas en torneo Norceca Final Six. A esto se suma, entre otros muchos logros, la participación de nuestras Reinas del Caribe en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Es buen momento para unas notas no tan convencionales sobre el pasado y presente de las Reinas. El proyecto de selección nacional femenina de hoy nace con el impulso de Ricardo Gioriver Arias, quien -a final de los 50- fue profesor de educación física de Cristóbal Marte en el colegio Santo Tomás de Aquino. Cuando Cristóbal Marte asumió como Secretario de Deportes (1990) en el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer, el humilde Prof. Gioriver le visitó y le llevó la idea de construir el hoy proyecto de selección femenina. En los inicios el Prof. Gioriver conchaba, en la avenida 27 de Febrero, en un carro azul marca Datsun, para su sustento y para poder dar alimento a las atletas. Las atletas dormían en casa del Prof. Gioriver Arias, cuya esposa (oro voleibol femenino en Juegos Centroamericanos de Kingston, 1962) -Mayo Sibilia- preparaba la comida para las atletas. Atletas como Chachi Matos (Barahona) y Miriam García (Puerto Plata) dormían debajo de las gradas. Así se forjó el inicio del proyecto de selección.

A la fecha, el proyecto tiene más de 500 niñas, la mayoría de escasos recursos. Todas reciben el pago de los pasajes escolares y han dado -ya- campeonatos mundiales a nuestro país. A todas las niñas que forman parte del proyecto se les exige presentación mensual de su récord de notas y cada tres meses se les brinda asistencia y chequeo médico con profesionales nacionales y extranjeros. Tan pronto las niñas entran a selección preinfantil reciben beca para estudios (desde primaria hasta universitaria). Merecen mención los casos de Camil Domínguez, quien estudió en Concordia University Chicago, en Lee University y en Florida Gulf Coast University, y de Niverka Marte (capitana y más valiosa en la edición recién celebrada de la Copa Panamericana), quien habla 5 idiomas y ha cursado estudios de diplomacia y relaciones internacionales en Suiza.

La solidaridad de las Reinas y su compromiso con las nuevas generaciones de voleibolistas ha quedado evidenciada. En 2018 las propias Reinas -con los fondos de los traspasos de cada una de ellas entre clubes internacionales- aportaron aproximadamente RD$1,757,000 para el fomento del voleibol y del proyecto de selección femenina.

A pesar de los desafíos que enfrentan, actualmente -y desde hace tiempo- tras una encomiable labor del dirigente Marcos Kwiek, las Reinas están entre las mejores 10 selecciones de voleibol femenino del mundo. Son, y deben ser, un ejemplo de disciplina para una juventud dominicana carente de referentes sanos que se valoren en su justa dimensión.

Dedicado a mi hermano Oliver Michel.