La productividad del campo depende principalmente de la calidad de las tierras, las semillas que se utilicen, el cuidado durante el periodo de desarrollo de la siembra y ahora en nuestros tiempos de la tecnología y mecanización que se utilice, ya que el uso de toda la tecnología disponible para realizar las labores del campo trae como consecuencia el incremento de los rendimientos y por tanto la reducción de los costos unitarios de los productos. De esta manera el agricultor puede venderlos a precios competitivos a nivel nacional, con un mayor margen de beneficios y también le da la capacidad de competir con los precios internacionales y participar del mercado de exportación. Habría que agregar el factor que aporta la naturaleza que puede afectar sensiblemente la producción pero que está presente para todos los países y por tanto no representa una ventaja para uno contra el otro.
Quizás el país debe mirarse en el espejo de Taiwán que, con solo 36,000 kilómetros cuadrados de superficie, 23.9 millones de habitantes y tierras de mucho menor calidad que la de nuestro país, tiene en cultivo 12.7 millones de tareas, es decir el doble de las cultivadas en República Dominicana y además rendimientos unitarios muy por encima de los nuestros.
El caso de la isla de Taiwán es muy singular debido a que, contrario a lo tradicional -cuando iniciaron el camino hacia lo que se han convertido hoy, o sea, en uno de los primeros países del mundo en la fabricación de semiconductores electrónicos, computadoras, motocicletas, bicicletas, equipos de telecomunicación, teléfonos, principalmente-, esta transformación la hicieron primero desarrollando el sector agrícola llegando en un momento al punto de que de sus exportaciones totales más del 95% eran de productos del campo.
Fue el tremendo desarrollo que le dieron a la agricultura lo que le proporcionó los recursos económicos para iniciar el proceso de industrialización con aquel lema de los años 50 del siglo pasado "promover la industria con el apoyo de la agricultura y desarrollar la agricultura con el apoyo de la industria". Hoy día pueden exhibir una economía desarrollada con un ingreso per cápita por encima de los US35,000.
La República Dominicana, tiene todas las herramientas básicas (buenas tierras y buen clima), lo que hace falta es la voluntad del Estado para emprender el camino y llevar a cabo un programa a corto, mediano y largo plazo, desarrollado en etapas que pudiesen ser las siguientes:
Diseño y ejecución de un programa de siembra que incluya tipos de productos y superficies a sembrar en función de los requerimientos de cada producto para abastecer en una primera etapa la demanda nacional.
Una segunda etapa que tome como referencia los resultados de la primera fase y que obedezca a la realización de un estudio del mercado internacional y entonces desarrollar y ejecutar las siembras de los productos que determine el estudio que tienen las mejores condiciones para competir en estos mercados.
Mantener un seguimiento que tenga como objetivo ir realizando los ajustes necesarios en función de las variaciones que se produzcan en cada época.
El financiamiento de los programas de siembra, deberá ser una condición permanente y de ser posible a tasas 0 de interés.
La ejecución de estas etapas deberá ir acompañada de las acciones necesarias de los gobiernos que se sucedan que incluyen: las inversiones en las infraestructuras públicas tendentes a mejorar las condiciones de trabajo en el campo y las vías de comunicación, desarrollo de áreas de recreación que generen un ambiente ameno y agradable, ejecución de un plan de viviendas que incluya nuevas y mejora de las existentes.
El país debe explotar sus fortalezas y el campo es una de ellas, por lo que nunca hemos entendido por qué no se le da una mayor atención a nuestro sector agropecuario que tiene tantos derrames positivos sobre la economía y que de acuerdo con los pronósticos mundiales futuristas apunta a ser primordial para la estabilidad de las naciones.